Veinte esqueletos antiguos y 6000 años de historia de la Patagonia Austral
Si para los arqueólogos encontrar huesos o dientes de
poblaciones remotas es como dar con un tesoro, para los bioantropólogos, extraer
ADN antiguo de esos hallazgos se parece a obtener otra llave de ese cofre. Un
equipo internacional de arqueólogos y
bioantropólogos, liderado por Rodrigo Nores, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina, logró obtener secuencias del
genoma nuclear de veinte esqueletos antiguos, correspondientes a cinco grupos
étnicos distintos, que habitaron en la Patagonia Austral en distintas épocas
del pasado. La línea del tiempo que pudieron trazar va desde los 6600 años
antes del presente hasta hace sólo un siglo atrás. En ese lapso, pudieron
reconstruir procesos históricos previos a la Conquista que se mantenían como
una incógnita: cómo se pobló la zona, cómo evolucionaron los linajes de
aquellos pobladores, de qué modo se produjeron los mestizajes y también cómo se
explican algunos de los cambios en los tipos de herramientas utilizadas para la
caza. La información acaba de difundirse en la revista Nature Communications.
“Para esta investigación trabajamos con material de museos o
hallazgos fortuitos que recuperaron los arqueólogos y, sobre eso, tomamos un
diente o un fragmento pequeño de hueso, e hicimos los análisis genéticos”,
explica Nores, que estudió Biología en la Universidad Nacional de Córdoba y se
doctoró en Ciencias Químicas, con especialidad en Biología Molecular.
Nores explica que generalmente en los restos se encuentra
una cantidad muy pequeña de ADN antiguo para recuperar y que suele estar muy
degradado por el paso del tiempo. Además, cuando son manipulados, existe un
riesgo muy alto de contaminar las muestras con ADN moderno: “Por todo eso, se
necesita contar con muy buenos laboratorios para hacer la secuenciación de alto
rendimiento del ADN antiguo, que es la que permite leer el genoma completo del
núcleo de la célula”. Con esa necesidad, en 2018, el científico obtuvo un
financiamiento de CONICET para procesar las muestras en el laboratorio de
Graciela Cabana de la Universidad de Tennessee, y de la National Geographic
Society para viajar a Boston, al laboratorio del investigador David Reich,
codirector del estudio publicado, en la Universidad de Harvard. Allí pudo
acceder a la novedosa técnica de secuenciación de alto rendimiento, que se
realizó sobre las veinte muestras arqueológicas, de las cuales 17 son
esqueletos de Tierra del Fuego, dos de la Patagonia sur de Chile y uno del sur
de Buenos Aires, que se utilizaron para realizar comparaciones poblacionales.
“En este caso, nuestra idea fue que las muestras
representaran distintas ubicaciones geográficas, de los lugares donde se
encuentran los principales grupos étnicos”.
Se refiere a los Yámana, los Kawéskar, los Haush, los
Selk´nam y los Aónikenk, pobladores de la Patagonia Austral. Hasta ahora, a
partir de los restos de las poblaciones antiguas de la Patagonia Austral
argentina, solo se habían realizado estudios de ADN mitocondrial (una técnica
que permite leer apenas 300 pares de bases, correspondientes solo al linaje
materno, de las 16 mil pares de bases en total que contiene la molécula de ADN).
Con esos resultados, los bioantropólogos no habían podido inferir tanta
información como la que obtuvieron en este nuevo estudio.
Nuevas respuestas a
viejas preguntas
“Nosotros partimos de preguntas vinculadas, sobre todo, con
cambios tecnológicos: queríamos ver si había alguna asociación entre
características culturales y genéticas, es decir, si ciertas transiciones
tecnológicas se asociaban a algún tipo de movimiento poblacional”, explica
Nores. Todas las cuestiones que analizaron fueron cotejadas con los datos que
ya estaban previamente reportados.
En primer lugar, revelaron que el surgimiento de técnicas de
caza marina no sucedió por migraciones, tal como se creía. Esto lo pudieron
comprobar a través de dos de los esqueletos estudiados, de una antigüedad de
entre 5800 y 6600 años. Uno de ellos fue hallado en la costa del Estrecho de
Magallanes en la península de Brunswick, Chile, y está asociado al consumo de
animales marítimos que cazaban desde sus canoas; el otro fue hallado en el
norte de la Isla Grande de Tierra del Fuego, y está vinculado al consumo de
recursos terrestres: a la caza de guanacos, por ejemplo, o de lobos marinos o
caracoles que encontraran en las costas. “Este hallazgo nos hace pensar que las
distintas estrategias de adaptación no estaban asociadas a poblaciones
diferentes, sino que fue una misma población que llegó a la región y que
luego implementó distintas maneras de aprovechar los recursos, según la zona
donde se ubicó. Pero no hubo movimientos poblacionales vinculados al
desarrollo de la tecnología de aprovechamiento de recursos marinos, sino que
fue más bien una adaptación local a un ambiente favorable para ellos, como son
los canales de agua de Tierra del Fuego. O también puede haber habido
transmisión cultural: es decir, que lo aprendieran de otras personas, sin
necesidad de que uno lo vea en los genes”.
En relación a la descendencia de estos pobladores, los científicos
identificaron que los individuos del Canal de Beagle, del norte de Tierra del
Fuego y del sur del continente, de entre 2000 y 100 años de antigüedad, son
descendientes de individuos más antiguos, pero también descienden de nuevos
pobladores que llegaron posteriormente a la región.
Por el contrario, en los individuos hallados en los
Archipiélagos Occidentales, en Chile, no se detectó la señal genética de los
individuos más antiguos, por lo cual los científicos comprobaron que estos
descienden únicamente de poblaciones que llegaron más tardíamente desde el
norte, siguiendo la costa del Pacífico, hace entre 4700 y 2000 años, asociada
a los grupos canoeros. Según los investigadores, esta migracion aportó
variacion genética específica que se encuentra representada en los grupos de
los Archipiélagos Occidentales y del Canal de Beagle.
Además, el equipo identificó a través del análisis genético
otra migración hacia Patagonia Austral, que habría ocurrido alrededor de 2000
años antes del presente por la vertiente atlántica desde el centro de Chile,
y que impactó a todas las poblaciones de la región. “Estas migraciones pueden
asociarse a ciertos cambios tecnológicos. La primera migración corresponde
temporalmente al abandono del uso de la obsidiana verde en los Archipiélagos
Occidentales, mientras la segunda podría explicar la transición del uso de
boleadoras a cierto tipo de puntas que terminan en el desarrollo del arco y la
flecha”, explican en otro tramo de la investigación. “De hecho, no se conoce
dónde era la cantera donde sacaban obsidiana verde. Lo que se piensa, es que al
llegar una nueva población que ingresa desde el norte, se perdió el
conocimiento de dónde estaba esa cantera, y entonces por eso empiezan a
utilizar otras rocas”, agrega Nores.
Otra de las conclusiones a las que arribaron a través del
ADN de las muestras, fue que hace unos 1500 años hubo un importante proceso de
mestizaje. “Encontramos que, en las poblaciones de la península Mitre de los
últimos 400 años, hay descendientes de poblaciones del norte de la Isla
Grande de Tierra del Fuego y del Canal de Beagle. Y la combinación genética
se corresponde con las características tecnológicas de las poblaciones de
esta región, que incluyen similitudes con sus vecinos tanto del norte como del
sur de la isla”, advierten los investigadores en el trabajo. Se encontró,
también, que entre los 2200 y 1200 años antes del presente, todos los grupos
del sur de Patagonia experimentaron un proceso de mestizaje con sus vecinos más
cercanos, lo cual generó similitudes genéticas entre los individuos que se
correlacionan con la distancia a lo largo de la línea de costa.
Por último, en los casos en los que se cuenta con
información genómica de representantes actuales de las comunidades
originarias (Kawéskar y Yaghanes de Chile), se pudo determinar que existe una
continuidad genética entre los individuos antiguos de los últimos dos
milenios y los que viven actualmente en el mismo territorio.
“Con toda esta información, aportamos una respuesta sobre lo
que vivieron las poblaciones antiguas. Habría que tener más muestras, de más
lugares y otras antigüedades, para no descartar procesos intermedios, pero de
todas formas este trabajo es un aporte importante a la reconstrucción de una
historia previa a la Conquista, a la que ahora se tiene registro más amplio
desde la genética”. La idea del equipo, de acá en adelante, es continuar con la
reconstrucción histórica, y abarcar otras regiones de Argentina. “Hasta ahora
había trabajos genómicos a escala continental. Este es uno de los primeros a
escala regional. Queremos continuar con otros, con buen número de muestras y
temporalidad igual de amplia, para poder seguir conociendo nuestros orígenes”,
concluye el científico.
Fuente: Conicet