La educación poscovid-19: hacia una modalidad híbrida
Universidad San Andrés
Todo parece indicar que la futura vuelta a clases implicará,
al menos por un tiempo, una modalidad de enseñanza mixta, híbrida, que combine
el trabajo a distancia con las instancias cara a cara. Esa modalidad
semipresencial abre nuevos desafíos, pero también la posibilidad de capitalizar
muchos de los aprendizajes que la comunidad educativa fue logrando en esta
primera etapa de emergencia y que tienen el potencial de enriquecer los modos
de enseñar y aprender.
La enseñanza remota apareció como solución de emergencia en
el marco de una situación global sin precedentes, prácticamente sin preparación
previa y con la urgencia de adaptarnos con esfuerzo y creatividad para
garantizar la continuidad pedagógica en un contexto no previsto y de enorme
desigualdad. Al mismo tiempo, esta primera etapa sin clases presenciales
permitió a escuelas, educadores, estudiantes y familias, explorar nuevos modos
de enseñar, aprender y trabajar colaborativamente, en una suerte de
capacitación colectiva acelerada.
La parte más visible de esos aprendizajes es la integración
de tecnologías digitales a la enseñanza, aprovechando recursos y plataformas
que en la mayoría de los casos ya estaban disponibles, pero que hasta el
momento no se habían utilizado masivamente. En pocas semanas, el uso de estas
tecnologías dejó de ser una característica de las propuestas educativas más
“innovadoras” para convertirse en el canal prioritario por el cual se buscó
sostener la educación.
Un cuerpo de investigaciones demuestra que la educación en
línea y semipresencial tienen el potencial de generar aprendizajes robustos y
motivación en los estudiantes, especialmente en aquellos más grandes, del nivel
secundario y superior. Bien diseñado, el trabajo a distancia habilita nuevas
posibilidades que complementan y enriquecen la presencialidad. Por ejemplo,
permite que los alumnos organicen sus tiempos de aprendizaje de manera flexible
y que accedan a recursos en formato audiovisual, más allá de los libros de
texto tradicionales. Abre, también, el camino a nuevos modos de evaluación de
los aprendizajes en los que los alumnos pueden demostrar lo que han aprendido
de una variedad de maneras y ofrece nuevas oportunidades para la colaboración
entre colegas docentes y la creación de comunidades profesionales de
aprendizaje.
Sin embargo, la posibilidad de capitalizar los aprendizajes
de esta primera etapa remota para enriquecer las prácticas pedagógicas,
pensando en una nueva normalidad de enseñanza semipresencial, requiere resolver
una serie de problemáticas clave.
La primera y más evidente es garantizar la conectividad y el
acceso a dispositivos digitales apropiados para el trabajo a distancia
(especialmente, computadoras) a todas las familias y los docentes. Si hay algo
que nos mostró la emergencia de la educación en la pandemia es la imperiosa
necesidad de cerrar la brecha digital en la población, un tema que no es nuevo,
pero que la pandemia destacó como gran determinante del acceso, o no, a la
posibilidad de seguir aprendiendo a distancia.
Según datos recientes de la encuesta elaborada por UNICEF
Argentina, hoy el 18 % de los adolescentes del país no cuenta con internet
en su hogar, el 37 % no tiene una computadora disponible para hacer
trabajos escolares y hay grandes disparidades en el contacto de los hogares con
las escuelas. Un informe del Observatorio de Argentinos por la Educación6
muestra que esta brecha es mayor en el nivel primario que el secundario, y que
se acentúa en poblaciones más vulnerables. Esto requiere continuar y
profundizar las políticas de distribución de equipamiento y de acceso a la
conectividad que se vienen llevando adelante impulsadas por los Estados
nacional y provinciales para garantizar la universalidad de dicho acceso.
La segunda cuestión a fortalecer es la formación de los
docentes en ejercicio, con el propósito de que puedan diseñar experiencias de
aprendizaje a distancia con sentido y motivadoras, que promuevan enseñanzas
robustas. Las investigaciones revelan, también que, para conseguir los
beneficios potenciales que la educación en línea o semipresencial puede traer,
es necesario considerar el diseño de las actividades y materiales de
aprendizaje, así como los enfoques pedagógicos detrás de esas propuestas y
recursos. Es la pedagogía y no la tecnología la que define el éxito de las
clases en línea.
La pandemia mostró, por un lado, que la mayor parte de los
docentes de todos los niveles no estaban capacitados para integrar tecnologías
digitales en la enseñanza. Por otro, también evidenció una enorme resiliencia
en los y las docentes que, en tiempo récord, buscaron creativamente y con
compromiso seguir enseñando y sosteniendo el vínculo con sus alumnos.
Fortalecer las políticas de formación docente y generación de contenidos para
la enseñanza con foco en el diseño de secuencias y actividades que aprovechen
el potencial que aporta el trabajo semipresencial será una de las políticas
prioritarias a llevar adelante en la nueva etapa.
La tercera cuestión a resolver es la de enseñar a los
estudiantes a aprender de manera autónoma, o, en otras palabras, desarrollar lo
que Perrenoud10 llamó “el oficio de alumno”. La misma flexibilidad que ofrece
el trabajo a distancia requiere de parte de los alumnos mayores dosis de
autonomía, reflejada en capacidades como la organización de sus tiempos, la
planificación de rutinas de trabajo, la perseverancia y la capacidad de
autoevaluarse. Las investigaciones muestran que se trata de capacidades
determinantes para el buen desempeño escolar en general y cruciales para la
vida. Poner el acento en desarrollar estas estrategias básicas para el
aprendizaje, en todos los niveles (desde los más pequeños), es esencial en la
nueva modalidad semipresencial.
Asociada con la importancia de construir autonomía en los
alumnos aparece, también, la necesidad de preparación de las familias para
acompañar el trabajo a distancia de los niños y adolescentes. La alianza entre
la familia y la escuela se ha hecho más imperiosa que nunca como modo de buscar
la continuidad pedagógica. Así, educar a las familias con estrategias y
recursos para acompañar los aprendizajes escolares (incluyendo, en primer
lugar, ayudar a desarrollar el oficio de alumno) seguirá siendo una prioridad
en la vuelta a clases, en tanto los adultos del hogar tendrán a su cargo parte
de aquello que antes hacían los docentes en la presencialidad.
La educación poscovid-19 es un terreno de incertidumbre,
pero está abriendo un espacio para continuar pensando un sistema educativo para
todos que, sin dudas, se está transformando profundamente.
(*) Pospandemia. 53 políticas públicas para el mundo que viene. Centro de Evaluación de Políticas basadas en Evidencia (CEPE), Universidad Torcuato Di Tella (2020).