La educación poscovid-19: hacia una modalidad híbrida


Por Melina Furman
Universidad San Andrés

Todo parece indicar que la futura vuelta a clases implicará, al menos por un tiempo, una modalidad de enseñanza mixta, híbrida, que combine el trabajo a distancia con las instancias cara a cara. Esa modalidad semipresencial abre nuevos desafíos, pero también la posibilidad de capitalizar muchos de los aprendizajes que la comunidad educativa fue logrando en esta primera etapa de emergencia y que tienen el potencial de enriquecer los modos de enseñar y aprender.


La enseñanza remota apareció como solución de emergencia en el marco de una situación global sin precedentes, prácticamente sin preparación previa y con la urgencia de adaptarnos con esfuerzo y creatividad para garantizar la continuidad pedagógica en un contexto no previsto y de enorme desigualdad. Al mismo tiempo, esta primera etapa sin clases presenciales permitió a escuelas, educadores, estudiantes y familias, explorar nuevos modos de enseñar, aprender y trabajar colaborativamente, en una suerte de capacitación colectiva acelerada.

La parte más visible de esos aprendizajes es la integración de tecnologías digitales a la enseñanza, aprovechando recursos y plataformas que en la mayoría de los casos ya estaban disponibles, pero que hasta el momento no se habían utilizado masivamente. En pocas semanas, el uso de estas tecnologías dejó de ser una característica de las propuestas educativas más “innovadoras” para convertirse en el canal prioritario por el cual se buscó sostener la educación.


Un cuerpo de investigaciones demuestra que la educación en línea y semipresencial tienen el potencial de generar aprendizajes robustos y motivación en los estudiantes, especialmente en aquellos más grandes, del nivel secundario y superior. Bien diseñado, el trabajo a distancia habilita nuevas posibilidades que complementan y enriquecen la presencialidad. Por ejemplo, permite que los alumnos organicen sus tiempos de aprendizaje de manera flexible y que accedan a recursos en formato audiovisual, más allá de los libros de texto tradicionales. Abre, también, el camino a nuevos modos de evaluación de los aprendizajes en los que los alumnos pueden demostrar lo que han aprendido de una variedad de maneras y ofrece nuevas oportunidades para la colaboración entre colegas docentes y la creación de comunidades profesionales de aprendizaje.

Sin embargo, la posibilidad de capitalizar los aprendizajes de esta primera etapa remota para enriquecer las prácticas pedagógicas, pensando en una nueva normalidad de enseñanza semipresencial, requiere resolver una serie de problemáticas clave.

La primera y más evidente es garantizar la conectividad y el acceso a dispositivos digitales apropiados para el trabajo a distancia (especialmente, computadoras) a todas las familias y los docentes. Si hay algo que nos mostró la emergencia de la educación en la pandemia es la imperiosa necesidad de cerrar la brecha digital en la población, un tema que no es nuevo, pero que la pandemia destacó como gran determinante del acceso, o no, a la posibilidad de seguir aprendiendo a distancia.

Según datos recientes de la encuesta elaborada por UNICEF Argentina, hoy el 18 % de los adolescentes del país no cuenta con internet en su hogar, el 37 % no tiene una computadora disponible para hacer trabajos escolares y hay grandes disparidades en el contacto de los hogares con las escuelas. Un informe del Observatorio de Argentinos por la Educación6 muestra que esta brecha es mayor en el nivel primario que el secundario, y que se acentúa en poblaciones más vulnerables. Esto requiere continuar y profundizar las políticas de distribución de equipamiento y de acceso a la conectividad que se vienen llevando adelante impulsadas por los Estados nacional y provinciales para garantizar la universalidad de dicho acceso.

La segunda cuestión a fortalecer es la formación de los docentes en ejercicio, con el propósito de que puedan diseñar experiencias de aprendizaje a distancia con sentido y motivadoras, que promuevan enseñanzas robustas. Las investigaciones revelan, también que, para conseguir los beneficios potenciales que la educación en línea o semipresencial puede traer, es necesario considerar el diseño de las actividades y materiales de aprendizaje, así como los enfoques pedagógicos detrás de esas propuestas y recursos. Es la pedagogía y no la tecnología la que define el éxito de las clases en línea.

La pandemia mostró, por un lado, que la mayor parte de los docentes de todos los niveles no estaban capacitados para integrar tecnologías digitales en la enseñanza. Por otro, también evidenció una enorme resiliencia en los y las docentes que, en tiempo récord, buscaron creativamente y con compromiso seguir enseñando y sosteniendo el vínculo con sus alumnos. Fortalecer las políticas de formación docente y generación de contenidos para la enseñanza con foco en el diseño de secuencias y actividades que aprovechen el potencial que aporta el trabajo semipresencial será una de las políticas prioritarias a llevar adelante en la nueva etapa.

La tercera cuestión a resolver es la de enseñar a los estudiantes a aprender de manera autónoma, o, en otras palabras, desarrollar lo que Perrenoud10 llamó “el oficio de alumno”. La misma flexibilidad que ofrece el trabajo a distancia requiere de parte de los alumnos mayores dosis de autonomía, reflejada en capacidades como la organización de sus tiempos, la planificación de rutinas de trabajo, la perseverancia y la capacidad de autoevaluarse. Las investigaciones muestran que se trata de capacidades determinantes para el buen desempeño escolar en general y cruciales para la vida. Poner el acento en desarrollar estas estrategias básicas para el aprendizaje, en todos los niveles (desde los más pequeños), es esencial en la nueva modalidad semipresencial.

Asociada con la importancia de construir autonomía en los alumnos aparece, también, la necesidad de preparación de las familias para acompañar el trabajo a distancia de los niños y adolescentes. La alianza entre la familia y la escuela se ha hecho más imperiosa que nunca como modo de buscar la continuidad pedagógica. Así, educar a las familias con estrategias y recursos para acompañar los aprendizajes escolares (incluyendo, en primer lugar, ayudar a desarrollar el oficio de alumno) seguirá siendo una prioridad en la vuelta a clases, en tanto los adultos del hogar tendrán a su cargo parte de aquello que antes hacían los docentes en la presencialidad.

La educación poscovid-19 es un terreno de incertidumbre, pero está abriendo un espacio para continuar pensando un sistema educativo para todos que, sin dudas, se está transformando profundamente.

(*) Pospandemia. 53 políticas públicas para el mundo que viene. Centro de Evaluación de Políticas basadas en Evidencia (CEPE), Universidad Torcuato Di Tella (2020).

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