Una oportunidad para desarrollar un transporte limpio, seguro e inclusivo
Por José Barbero
Universidad de San Martín
La llegada de la pandemia del covid-19 pone en jaque al
sistema de transporte, en lo inmediato y en sus perspectivas de futuro. El
impacto abarca a todos los segmentos, pero es más severo en el transporte de
pasajeros, ya que el distanciamiento social y el cierre de fronteras implica minimizar
o anular los servicios para reducir los riesgos de contagio y la difusión de la
pandemia. En el ámbito urbano y en el corto plazo, el aislamiento y el distanciamiento
social apuntan a limitar la movilidad de las personas, reduciéndola a quienes
desempeñan actividades esenciales. El aislamiento afecta a todas las formas de
desplazamiento, individuales y colectivas, en tanto que el distanciamiento
afecta a los segundos, básicamente al transporte público. Esta situación
conlleva un desafío operativo y otro financiero.
El desafío operativo se presenta porque al aplicar
protocolos sanitarios la capacidad de los vehículos se reduce a aproximadamente
un tercio, y cuando se van relajando las restricciones de viajar al autorizar
actividades no esenciales, la capacidad ofrecida por el transporte público resulta
insuficiente. Para mitigar esa brecha se puede escalonar horarios o concentrar
la oferta de servicios en los tramos de mayor carga. Este problema se termina
al levantarse los protocolos sanitarios.
El desafío financiero resulta del profundo desequilibrio que
enfrentan los operadores (públicos o privados) ante la caída de sus ingresos,
que es más severo para quienes reciben menos subsidios. Sin apoyo estatal las
entidades operadoras difícilmente puedan sobrevivir la crisis; en todo el mundo
se ha buscado darles soporte, a la espera de que pase la pandemia y se atenúen
sus efectos. Ello obedece a que metros, trenes urbanos y servicios de
autotransporte son elementos estratégicos en la vida de las ciudades, vitales
para una movilidad urbana sostenible.
En el largo plazo, la pandemia seguramente va a dejar
huellas importantes en la movilidad urbana. Nos espera un escenario diferente,
aún muy incierto, pero del que podemos ir anticipando algunas tendencias:
- Una reducción importante en la demanda de viajes, debida a la crisis económica y a la digitalización acelerada que trajo la pandemia (como el teletrabajo y la educación a distancia) y probablemente viajes más cortos.
- Una mayor inclinación al automóvil particular, al transporte no motorizado (caminando, bicicletas, e-bikes) y a las motos; el incremento de los sistemas de transporte de empresas para su personal, y un mayor uso de los servicios a la demanda basados en plataformas, tanto por la demanda de los usuarios como por una mayor oferta, en un contexto de alto desempleo.
- Un temor en la población al uso del transporte público, aun cuando se relajen las normas sanitarias, ya que es visto como fuente de contagio (aunque la evidencia científica aún no es clara). La caída en su demanda puede ser muy pronunciada, dificultando severamente su financiamiento.
- Cambios en las ciudades: desplazamiento residencial hacia zonas menos densas (aprovechando las ventajas de la digitalización) y una reducción de las oficinas en las áreas centrales (y consecuentemente de los empleos en servicios en dichas áreas) reduciendo los viajes radiales.
Estas tendencias ponen en jaque al transporte público, que
es crucial en las ciudades grandes y medianas: aun cuando haya muchos cambios,
seguirá siendo imprescindible para atender las necesidades de los sectores de
menores recursos, que no cuentan con movilidad propia, deben hacer viajes
largos y no tienen la opción del teletrabajo. La alternativa de la moto puede
atraer a muchos jóvenes.
Cabe destacar que las probabilidades de tener un accidente
fatal en moto son unas 20 veces más altas que en un auto. Un posible incremento
simultáneo de viajes en auto, en moto y no-motorizados va a obligar a
reorganizar el uso de la calzada (más ciclovías y espacios peatonales), a
riesgo de incrementar fuertemente la congestión vehicular (lo que puede afectar
al autotransporte de pasajeros si no cuenta con carriles exclusivos).
Durante varias décadas, muchas ciudades avanzaron hacia un
modelo de movilidad centrado en el automóvil particular que hoy se ha tornado
insostenible e indeseable. Desde comienzos de este siglo se ha consolidado un
consenso creciente respecto a la necesidad de un cambio de paradigma en el
transporte urbano, buscando que sea limpio, seguro y compatible con ciudades
vivibles.
Algunas de las tendencias que pueden resultar de la pandemia
van en el sentido del paradigma emergente, como la digitalización y el
transporte no motorizado. Pero otras van en sentido contrario: el incentivo al
automóvil particular y la demonización del transporte público.
Si bien es prematuro hacer propuestas para la pospandemia,
pueden anticiparse algunos lineamientos. A nivel nacional, la elaboración de
una política federal de transporte urbano en la que el gobierno brinde un apoyo
financiero y técnico a las ciudades, que se encuentre sujeto al cumplimiento de
ciertos objetivos, como la eficiencia operacional del transporte público y la
organización de una movilidad urbana limpia, segura e inclusiva (no limitándose
al pago de subsidios). En las ciudades, será necesario asegurar la continuidad
del transporte público procurando un nuevo equilibrio financiero,
reestructurando sus servicios de acuerdo con las necesidades de los usuarios y
los lineamientos del transporte sostenible. Y también reorganizar la circulación
y el uso de la calzada, permitiendo el desarrollo del transporte activo y
garantizando su seguridad, y adoptar los modelos de transporte a demanda
mediante servicios basados en plataformas digitales.
Estos retos ponen de relieve la necesidad de contar con las
capacidades institucionales necesarias en todos los niveles (y de coordinación
metropolitana donde corresponda), para formular e implementar políticas
públicas con la profesionalidad que demandan. El transporte interurbano de
pasajeros y el de cargas también precisarán de programas de acción específicos.
La salida de la crisis constituye una oportunidad para promover un nuevo
paradigma, avanzando hacia un transporte limpio, seguro e inclusivo, que
responda a los desafíos del cambio climático dando prioridad a los modos de
transporte bajos en carbono, e impulse la adopción inteligente de nuevas
tecnologías y fuentes energéticas.
(*) Pospandemia. 53políticas públicas para el mundo que viene. Centro de Evaluación de Políticas basadas
en Evidencia (CEPE), Universidad Torcuato Di Tella (2020).