Barcelona contra el turismo
El 27 de abril de 2024, cerca de la Sagrada Familia en
Barcelona, un autobús turístico fue bloqueado, rociado con pistolas de agua y
se le adhirió un cartel con el lema "apaguemos el fuego del turismo"
en su parte delantera. Fue una protesta que acaparó titulares contra el dominio
que ejerce el turismo sobre la ciudad, y subrayó las crecientes tensiones entre
los procesos de turistificación y una reacción local cada vez más vocal.
Las protestas a gran escala han hecho que Barcelona sea
sinónimo de resistencia social a los impactos negativos de un turismo
depredador y extractivo, pero está lejos de ser un caso único: destinos
populares como las Islas Canarias, Málaga y las Islas Baleares han sido
escenario de protestas masivas contra los excesos del turismo durante el último
año.
La gente está harta, y la evidencia está literalmente a la
vista: los apartamentos turísticos pintados con el lema "turistas, váyanse
a casa" se han convertido en una imagen casi ubicua en muchas ciudades
españolas. Sin embargo, no son los turistas individuales los culpables, sino la
dependencia excesiva del turismo que, a lo largo de varias décadas, ha
expulsado gradualmente a innumerables residentes de sus hogares y vecindarios.
Pero, ¿cómo llegamos a esta situación? A medida que los
viajes internacionales se recuperaron tras los confinamientos por la COVID-19,
Barcelona y otras ciudades mediterráneas vieron un regreso notable de turistas.
Esto provocó un creciente malestar social, ya que las comunidades locales se
sintieron cada vez más frustradas por cómo el turismo ha remodelado los
espacios urbanos a su costa.
Las preocupaciones de los residentes abarcan desde la
escasez de viviendas y la inseguridad laboral hasta el daño ambiental. La
privatización de los espacios públicos también ocupa un lugar destacado en la
agenda de Barcelona, exacerbada por eventos de alto perfil, como la Copa
América y el Gran Premio de Fórmula Uno de 2024, que aportaron pocos beneficios
a los residentes locales.
La reacción en curso indica un momento de "ya
basta" que ya no puede ser descartado como una mera inconveniencia o
"NIMBYism" (Not In My Back Yard, "no en mi patio trasero").
En cambio, refleja desigualdades estructurales y conflictos más profundos sobre
el espacio urbano, la justicia social y la dinámica de poder que sustentan el
crecimiento descontrolado del sector turístico.
Evolución del activismo
El activismo antiturismo en Barcelona se remonta a mediados
de la década de 2010, cuando barrios como la Barceloneta desafiaron por primera
vez el papel del turismo en el desplazamiento de residentes. Desde entonces,
grupos como la Asamblea de Barrios por el Decrecimiento Turístico (ABDT) han
rechazado las políticas que fomentan una dependencia excesiva de la economía
turística.
La ABDT prefiere notablemente el término "turistificación" a "sobreturismo". Según ellos, el concepto de "sobreturismo" corre el riesgo de despolitizar el problema, enmarcándolo como un simple asunto de demasiados visitantes. En cambio, dicen, los problemas son el resultado de las desigualdades estructurales vinculadas a la acumulación capitalista, la naturaleza extractiva del turismo y un sector que canaliza la riqueza comunitaria a manos privadas.
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Lo que distingue esta ola actual de activismo de sus
predecesoras es un cambio de la oposición contundente a la presentación de
propuestas organizadas y constructivas. En una importante manifestación en
Barcelona en julio de 2024, los activistas presentaron un manifiesto que pedía
medidas claras para reducir la dependencia económica del turismo y una
transición hacia una economía ecosocial.
Las demandas clave incluían el fin de los subsidios públicos
para la promoción turística, la regulación de los alquileres a corto plazo para
evitar la pérdida de viviendas, la reducción del tráfico de cruceros y la
mejora de las condiciones laborales con salarios justos y horarios de trabajo
estables. El manifiesto también instaba a los líderes a diversificar la
economía para alejarla del turismo, reutilizar las instalaciones turísticas
para uso social y desarrollar programas para apoyar a los trabajadores
precarios.
El movimiento no muestra signos de desaceleración. Durante
el fin de semana del 27 de abril de 2025, exactamente un año después del
episodio de las pistolas de agua, la Red del Sur de Europa contra la
Turistificación se reunió en Barcelona para acordar una agenda política
compartida. También convocaron una manifestación coordinada en varias ciudades
del sur de Europa para el 15 de junio de 2025.
Los grupos marginados, los más afectados
El activismo antiturístico a menudo es desestimado por
aquellos con intereses creados en el turismo, tildándolo de
"turismofobia" o "NIMBYism", un deseo de proteger la propia
área local del desarrollo no deseado (derivado del acrónimo de "no en mi
patio trasero").
Estas etiquetas ignoran el hecho de que las economías
impulsadas por el turismo impactan con mayor fuerza a los grupos marginados con
poco poder político, como inquilinos, migrantes y trabajadores estacionales
precarios, y jóvenes privados de derechos. Los movimientos sociales en las
ciudades mediterráneas han tomado esto muy en serio, ampliando el activismo
antiturismo para abordar la inacción gubernamental más general en materia de
vivienda, derechos laborales, acción climática y la defensa del espacio
público.
Estos movimientos enfrentan los desafíos complejos e
interconectados de la turistificación, incluyendo la división social del
trabajo, las desigualdades de género y la concentración de capital. También, y
lo que es más importante, son la prueba viviente de que muchos residentes
quieren priorizar el bienestar comunitario sobre el crecimiento económico.
Académicos y políticos están fallando
Tanto los responsables políticos como los académicos están
fallando en abordar las preocupaciones de los manifestantes. Innumerables
estudios se centran en temas como la gestión del espacio, el turismo verde o el
turismo como herramienta de empoderamiento. Pocos, sin embargo, exploran las
experiencias de las personas que viven en puntos turísticos, o cómo el sector
produce condiciones laborales precarias, exclusión social e injusticia
ambiental.
Como resultado, las políticas actuales se dirigen
principalmente a gestionar visitantes o el transporte, no a frenar el
crecimiento del turismo ni a abordar los desequilibrios de poder. Este enfoque
limitado no resuelve las causas fundamentales del problema y solo perpetuará
las desigualdades.
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Más allá de las transformaciones urbanas, la dependencia del
turismo de la mano de obra precaria es un problema apremiante. Muchos trabajos
en el sector son mal pagados, inestables y altamente estacionales. Si bien las
organizaciones internacionales y las autoridades municipales promueven el
turismo como motor de prosperidad económica y creación de empleo, la pregunta
de "¿qué tipo de trabajos?" con demasiada frecuencia se pasa por
alto.
En el futuro, se necesita investigación más fundamentada e
interseccional, especialmente estudios longitudinales y etnográficos que
examinen los impactos de clase, género y ambientales del turismo. Esto, a su
vez, informará la formulación de políticas en todos los niveles y la guiará
lejos de la mentalidad actual depredadora y de crecimiento prioritario que está
alimentando el conflicto social y las desigualdades.
En lugar de ver las protestas como molestias aisladas de un
solo problema, deben entenderse como parte de luchas más amplias por la
justicia social. Este movimiento demuestra que las alternativas y propuestas
cocreadas deben priorizar el bienestar comunitario sobre el crecimiento
económico.
Repensar el turismo urbano significa reimaginar las ciudades
como lugares donde los residentes pueden prosperar, no solo sobrevivir. Para
lograr esto, debemos abordar las desigualdades más profundas en el corazón de
los procesos de turistificación.
Fuente: The Conversation/ Traducción: Maggie Tarlo