El empobrecimiento del futuro



Por Samuel Gerald Collins
Universidad Towson

Al escribir esto, en mayo de 2020, la cuarentena impuesta a Baltimore se extiende hasta su segundo mes, y sigo enseñando online en medio del terror y la desesperación. Las publicaciones de blog y los artículos de periódicos pronostican una nueva era de la educación en la época del distanciamiento social, un nuevo tipo de conferencia virtual en ausencia de viajes y una nueva investigación sin las interacciones cara a cara que hasta ahora habían sido el pan y la mantequilla del trabajo de campo etnográfico. Todos estos pueden ser pronósticos, pero no son, diría yo, realmente sobre el futuro.

Más bien, cada "futuro" describe un presente: educación online, reuniones virtuales, antropología digital. Ninguno de ellos es realmente "nuevo" en absoluto. Todo lo contrario, son parte de un proceso de lo que Escobar (haciéndose eco de Tony Fry) describe como "la destrucción sistemática de posibles futuros por la insostenibilidad estructurada de la modernidad" (Escobar 2018: 117). Aquí, la pandemia de COVID marca el comienzo de un futuro, pero no es un futuro real. Más bien, un "des-futuro", un presente truncado donde las relaciones cara a cara desaparecen y solo quedan las conexiones online. Como Deleuze escribió en su ensayo sobre la duración de Bergson, "Lo posible pasa a lo real a través de la limitación, la eliminación de otras posibilidades" (Deleuze 1991: 187). Desprovisto de alternativas, el futuro COVID presenta una distopía empobrecida de relaciones distantes, desigualdades multiplicadas, capitalismo guerrillero Mad-Max.

El pronóstico en la era de la pandemia ha sido sobre la forma en que nuestro futuro será un presente atenuado: menos interacción social, menos bienestar económico, menos vida. Si era una miniserie de televisión, no creo que quisiera ver este futuro.

Por supuesto, vale la pena preguntarse por qué sería importante ver una distopía de este tipo. ¿No es así? Sí y no. Sí, la interrupción y la pérdida de vidas tienen una realidad innegable y aterradora. Pero al mismo tiempo, no: podemos buscar alternativas que reconozcan las realidades de la pandemia, pero también esbozar alternativas al capitalismo, a la clase rentista burguesa, al empleo precario (Wolff 2020). Podemos esbozar alternativas a una educación digital desigual donde las personas con banda ancha rápida y la última computadora portátil obtienen acceso, y todos los demás sobreviven en puntos de conexión asíncronos y enlatados (Aschoff 2020). Finalmente, COVID subraya los fracasos del neoliberalismo en casi todos los niveles. Y, en ese fracaso, plantea alternativas que ya están implícitas en las prácticas e instituciones de las personas en muchos de los lugares donde han trabajado los antropólogos: todo tipo de cooperativas, fideicomisos de tierras, centros de salud comunitarios. Como antropólogos, necesitamos elaborar esos futuros alternativos, para participar en una "futurización" que significará el final de un hecho consumado de la modernidad.

Fuente: All Tomorrow’s Cultures

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