Antropologías rurales: acerca de la ciudad educadora
Por Cristina Benlloch
Universidad de Valencia
El concepto de ámbito rural abarca situaciones muy diversas,
lo que hace imposible hablar de “lo rural”, pero sí de “ruralidades”, de un
entramado complejo de características.
Desde el comienzo de la sociología rural, Sokorin y
Zimmerman (1929) afirmaban que no era posible la división de los espacios
rural-urbano, por lo que se hablaba de un continuo.
El tamaño de los
municipios
Por ello, en ocasiones, lo más sencillo es atender a
criterios de tamaño para establecer los límites. En este sentido, el INE (Instituto
Nacional de Estadística) considera que un municipio rural es aquel que tiene
menos de 2000 habitantes y uno intermedio el que tiene entre 2000 y 10.000.
Sin embargo, esto es solo una cuestión de números.
Si tomamos como referencia de rural los municipios de menos
de 2000 habitantes, en España el 6 % de la población y el 28 % de los
territorios locales serían rurales. Su pirámide de población es la más
envejecida, y su media de edad, la mayor. Pierden población año tras año, y
buscan soluciones para frenar esta desaparición.
Sus habitantes están preocupados por las consecuencias que
trae consigo la despoblación y buscan propuestas y soluciones a este problema.
Pensamos que todos los territorios tienen grandes posibilidades, y para ello es
importante que las colectividades sean conscientes de ello. Por esto se propone
un empoderamiento desde la perspectiva local, y en este caso rural, que viene
determinada por el reconocimiento de las posibilidades del contexto para una
mejora de las decisiones.
¿Qué es la “ciudad
educadora”?
Para que esto se produzca, lo más conveniente es trabajar
los contextos rurales desde la perspectiva de la “ciudad educadora”, una forma
de entender la dinámica de los asentamientos poblacionales y de las relaciones
entre la ciudadanía.
Es conveniente desarrollar políticas públicas en los
contextos rurales desde esta perspectiva porque parten de un concepto de
educación transversal y de ciudadanía activa que pueden ser una forma de
empoderamiento de la ciudadanía y de la colectividad.
Para conocer pormenorizadamente qué es una “ciudad
educadora” es necesario dirigirse a la Carta de Ciudades Educadoras, que recoge
los principios en que se basa.
Se trata de una iniciativa creada en el I Congreso
Internacional de Ciudades Educadoras de Barcelona en 1990. Su planteamiento es
que las ciudades no pueden dejar al azar la educación. Como se ha mencionado,
para ser “ciudad educadora” las poblaciones pueden adherirse a la Asociación de
Ciudades Educadoras (creada en 1994 para, entre otros objetivos, compartir experiencias
y buenas prácticas).
Aunque en su mayoría se trata de ciudades de diverso tamaño,
entre las poblaciones asociadas encontramos municipios de menor tamaño, como
Nàquera (Valencia, España), cuya población no supera los 6000. Ruralidad y
“ciudad educadora” se conjugan desde la ecología humana empoderando a la
persona desde sus realidades.
Redes de interacción
Esto es necesario porque en los municipios se considera que
el capital social está más presente, entendiendo como tal las redes de
interacción mutua que, además, son estables en el tiempo.
Aunque hablemos de “ciudad educadora”, esta forma de
trabajar sobre la educación y las políticas públicas se dirige tanto a los
municipios más grandes como a los más pequeños (tanto rurales como urbanos). El
requisito para formar parte de este colectivo es entender la educación desde
una perspectiva holística e integradora.
Desde la perspectiva de las “ciudades educadoras” se
entiende que las urbes tienen impulsos educativos y que no pueden improvisar en
materia de educación, sino que deben hacer un plan establecido previamente.
Esto se debe a que, desde ese prisma, se considera que las ciudades tienen
incontables posibilidades educadoras.
El potencial de las
zonas rurales
Estas posibilidades, en ocasiones, no son percibidas por
parte de la ciudadanía. Pero al establecer un plan de acción educativo se pone
en valor todo ese potencial en una doble dirección: por un lado, porque
descubren las herramientas y diversidad social que poseen en su interior,
empoderando al municipio, cuando hacen evidente su diversidad; y, por otro,
porque muestra hacia el exterior sus potencialidades como contexto turístico y
atractivo que visitar.
Todos los municipios tienen cultura y largo recorrido
histórico, diversidad y un tejido social que, gracias a la “ciudad educadora”,
es posible sacar a relucir, puesto que sobre la mesa educadora se sitúan todos
los elementos que componen la ciudad, tanto los materiales como los inmateriales.
Cuando los municipios cumplen con los principios de la Carta
es posible mejorar su complejidad desde la perspectiva de las ciudades
educadoras, sacando todo el partido a la ciudad y empoderándola desde la
perspectiva educativa.
Desde el punto de vista de nuestro análisis, todos los
asentamientos humanos tienen potencial educador si son conscientes de ello y
trabajan con la perspectiva adecuada, pero quizás esto sea menos visible en los
contextos rurales, de ahí que se considere cada vez más pertinente hablar de
ello.
Puntos fuertes de
cada núcleo
Para ello es recomendable definir los puntos fuertes de cada
núcleo. En este sentido, la elaboración de un diagnóstico previo para
comprender la magnitud de los agentes y recursos educadores es fundamental.
Los actores principales en todo este proceso ciudadano
educativo pueden resumirse en tres: ciudadanía, gobierno local y entidades.
Estos tres partícipes están vinculados al principio de corresponsabilidad, que
consiste en que todos ellos son los encargados del diseño, construcción y
desarrollo de una “ciudad educadora”, buscando una ciudadanía activa.
Para llevar a cabo este plan de empoderamiento local, los
municipios pueden trabajar desde un elemento que los identifique y desde el que
articular las políticas y acciones sociales. Se trata de encontrar aquello que
es característico, y sobre lo que es posible articular una identidad para
generar un concepto más amplio sobre el que elaborar acciones que partan de la
diversidad del tejido social.
Este elemento sirve para simplificar la agenda educativa,
pero también para reforzar la identidad del municipio a la vez que se proyecta
hacia el exterior.
Es fundamental el factor político de ejercicio, porque es la
Administración quien, finalmente, tiene la decisión de lo que se hace con el
espacio público, ya que es en ese lugar donde se desarrolla la vida de la
“ciudad educadora”.
La función de las
administraciones
La tarea política consiste en la construcción y
reconstrucción de proyectos sociales para que el municipio sea habitable. Es
una tarea fundamentalmente política, en la medida en que conecta la
construcción simbólica de la ciudad con la material.
Esto ocurre porque cada persona se relaciona con otras
produciendo una interconexión que se transmitirá entre generaciones. Por ello,
desde el punto de vista de la “ciudad educadora” es vital conocer la diversidad
que compone la ciudad o municipio, ya que cada cultura que pasa deja su
impronta, cada persona es única. Si se consiguen lazos fuertes, se trabaja
adecuadamente sobre el capital social.
En definitiva, es una oportunidad para implantar políticas
públicas desde una perspectiva que abarque la realidad en su totalidad, la ecología
humana integral e integradora, empoderando de esta manera a la sociedad desde
sus propias potencialidades.
Fuente: The Conversation