La autoetnografía antropológica: cómo comprender la propia experiencia


Por Rebecca Hodges

Cuando la respuesta epidémica al coronavirus nos hizo cerrar el campus, cambiamos a una escuela virtual por el resto del año. Después de que se cancelaron sus exámenes finales de bachillerato internacional, mis estudiantes de último año de secundaria que tomaron Antropología Social y Cultural decidieron que les gustaría hacer una autoetnografía de su vida en cuarentena de coronavirus. Recopilaron datos durante tres semanas (incluidas fotografías, capturas de pantalla de las redes sociales y la escuela virtual, entrevistas y reflexiones personales) y escribieron análisis antropológicos centrados en diferentes términos (comunicación, sociedad, pertenencia, materialidad, clasificación, cuerpo, salud y conflicto).


Estoy impresionada y orgullosa de que quisieran aplicar sus conocimientos y habilidades antropológicas a la situación que se desarrolla a su alrededor y proporcionar datos e interpretación que de otro modo sería imposible reunir. Comprendieron que, en un contexto de cuarentena casi global, la única forma de obtener datos etnográficos sobre la vida en cuarentena sería que los antropólogos los recogieran de sus propias experiencias a través de la autoetnografía.

Como antropóloga, encontré algunas cosas particularmente interesantes de los datos de mis alumnos. Metodológicamente, tuve el desafío de reflexionar sobre la ética del consentimiento informado de un método de recopilación de datos tan personal como la autoetnografía y estaba orgullosa de que tantos estudiantes se dieran cuenta de los problemas involucrados. Incluso cuando los estudiantes pidieron y recibieron permiso para grabar lo que vieron y escucharon, ¿quién puede realmente dar un "consentimiento informado" para compartir experiencias y percepciones subjetivas? Incluso cuando los estudiantes recopilan contenido en medios públicos e incluso compartidos intencionalmente, siempre existe la posibilidad de que el autor no quiera que se comparta más allá de su audiencia prevista.

Como disciplina, la antropología enfrenta cada vez más estos problemas con la creciente presencia de las redes sociales digitales en nuestras vidas. En la recopilación de datos de mis alumnos, todas las redes sociales mencionadas me desafiaron a reconsiderar la (¿falta de?) distinción entre la vida física y la vida virtual, especialmente en el contexto del distanciamiento social físico. Entrenamientos online y juegos online, eventos familiares de Facetime y clases online, fiestas de Netflix y tiendas de comestibles, consumir y compartir memes, escuchar podcasts mientras hacen máscaras para otros, fueron algunos de los momentos de integración física/virtual en la vida de mis estudiantes. Las tres semanas de nuestro proyecto.

La enseñanza y el aprendizaje a través de la autoetnografía fueron valiosos en muchos sentidos. Es un método muy personal y permitió a los estudiantes comprender y reflexionar sobre sus propias experiencias personales de una manera que es tanto subjetiva como una memoria, pero también resuena con los conceptos humanos universales. Permitió la recopilación de datos urgentes en un momento sin precedentes de pandemia y cuarentena global, proporcionando una visión rara y valiosa que conecta lo local con lo global.

En conclusión, recomiendo a cualquiera que lea este blog a que haga un proyecto autoetnográfico y lo comparta. La autoetnografía es un método particularmente efectivo, adecuado para la práctica de las ciencias sociales en este período global único, y una buena manera de ayudarnos a comprendernos a nosotros mismos y a los demás.

Fuente: AnthroDendun

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