El legado colonial de los zombies
George Romero creó el zombi moderno como metáfora de la
enfermedad contagiosa y el consumismo. Pero, como escribe la investigadora del
cine Jennifer Fay, el primer largometraje de zombis surgió de un tipo diferente
de metáfora: la antigua asociación haitiana de los muertos vivientes con la esclavitud y la explotación laboral.
Cuando White Zombie
se estrenó en 1932, escribe Fay, Estados Unidos estaba en el decimoséptimo año
de su ocupación de Haití y enfrentaba huelgas y manifestaciones masivas que
llevarían a su retirada total dos años después. La película se centra en
personajes blancos: el zombi del título es una mujer estadounidense que un
rival le robó a su esposo en su noche de bodas con la ayuda del propietario de
una plantación europea practicante de vudú, Murder Legendre (interpretado por
el ícono del terror Bela Legosi). Pero el telón de fondo de la acción es Haití
ocupado, tal como lo describe el periodista y ocultista estadounidense W. B.
Seabrook.
En The Magic Island,
su libro sobre sus viajes en Haití, Seabrook describe su participación en
ceremonias vudú bajo la guía de una sacerdotisa y líder de una aldea en el
interior de la isla. En lugar de retratar el sacrificio de animales y el
consumo de sangre involucrados en el ritual como algo grotesco, lo presenta
como una auténtica experiencia religiosa, contrastándola con lo que él ve como
prácticas huecas del cristianismo en los Estados Unidos.
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Pero, señala Fay, más adelante en su narración, Seabrook
vuelve a lo que él ve como un “Haití americanizado” en Port-au-Prince. Aquí,
describe la magia vudú pervertida para proporcionar trabajadores muertos
vivientes para la Haitian-American Sugar Company (HASCO), una operación
propiedad de intereses estadounidenses conocida por pagar salarios bajos por un
trabajo agotador. La gente local le habla de intermediarios que exhuman los cuerpos
de sus tumbas y los reviven, cobrando sus salarios el día de pago.
“En este relato, los zombis son una práctica industrial
moderna de la cultura de la ocupación mediante la cual los haitianos más
emprendedores esclavizan los cadáveres de sus compatriotas”, escribe Fay.
Desde sus inicios en la colonia de esclavos francesa
entonces conocida como Saint-Domingue, la leyenda de los zombis haitianos se
entrelazó con la esclavitud. La promoción de White Zombie en los Estados Unidos se apoyó en gran medida en esta
conexión y al mismo tiempo sensacionalizó el supuesto salvajismo de los
haitianos negros. El texto del anuncio prometía que la descripción de la
película de cadáveres "excavados de sus tumbas y puestos a trabajar como
esclavos" se basaba en observaciones fácticas de investigadores estadounidenses.
Los promotores alentaban a los expositores locales a contratar artistas negros
para que se vistieran con "ropa tropical", tocaran tom toms y gritaran.
Las promociones se basaron en denuncias de nefastas
prácticas de vudú que se habían utilizado para justificar la invasión
estadounidense y, al mismo tiempo, apuntaban a la explotación de los haitianos
por parte de sus ocupantes. Fay señala que en 1921, The New York Times estimó
que 2.500 haitianos ya habían sido asesinados durante los primeros siete años
de la ocupación, muchos mientras huían de los sistemas de trabajos forzados que
instituyeron los ocupantes. En medio de la Gran Depresión, los pensamientos de
los cinéfilos pueden haber sido sobre el maltrato a los trabajadores, no solo a
nivel internacional sino también en casa.
“El miedo a que una mano de obra espectral suscriba tanto la
ocupación en Haití como las industrias en el país bien podría explicar el
eventual éxito comercial de White Zombie”,
escribe Fay.
Fuente: Jstor/ Traducción: Maggie Tarlo