Bibliotecas públicas contra la pandemia de la soledad
A pesar de que la pandemia de Covid-19 se vuelve más
endémica, continúa devorando las fibras conectivas que unen a nuestra sociedad.
Como ocurre con tantas cosas, el coronavirus aceleró una tendencia existente:
Estados Unidos estaba en medio de una crisis de soledad mucho antes de que
ocurriera la pandemia. Hoy en día, casi 40 millones de estadounidenses viven
solos, lo que representa casi el 30% de todos los hogares del país, frente al 9%
en 1950. El auge del trabajo remoto, el alejamiento de las ciudades hacia
suburbios más remotos y muchas otras tendencias se han combinado para empeorar
la epidemia de soledad de Estados Unidos. Los efectos son visibles en todo,
desde el aumento del abuso de sustancias y los problemas de salud mental hasta
el aumento de la delincuencia y el desorden en ciudades de todo el país.
Para recuperarse de esta epidemia de aislamiento, Estados
Unidos necesita reconstruir su desgastado tejido social. Muchas instituciones
pueden desempeñar un papel en este “Gran Retejido”, desde escuelas e iglesias
hasta empresas y asociaciones voluntarias. Pero hay una institución que durante
mucho tiempo apoyó a las comunidades de manera abierta y democrática: las
bibliotecas. Como dijo el industrial y gran mecenas de las bibliotecas públicas
Andrew Carnegie hace más de un siglo: “Una biblioteca supera cualquier otra
cosa que una comunidad pueda hacer para beneficiar a su gente. Es un manantial
que nunca falla en el desierto”. Sus palabras suenan verdaderas hoy.
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Las bibliotecas son mucho más que depósitos de libros. Son
piezas cruciales de la infraestructura social. Cuando hablamos de
infraestructura, generalmente nos referimos a las estructuras construidas y los
servicios públicos, como carreteras, puentes, subterráneos y sistemas de
alcantarillado que sustentan nuestras comunidades. La infraestructura social,
como la define el sociólogo Eric Klinenberg, es el tipo de infraestructura que
facilita las conexiones humanas, la interacción y el compromiso cívico: lugares
como parques, áreas de juego, piscinas, museos y, por supuesto, bibliotecas.
Las bibliotecas tienen un papel importante que desempeñar en
la reconstrucción de las conexiones humanas que se están perdiendo debido al
trabajo remoto. La proporción de personas que trabajan principalmente desde
casa aumentó de aproximadamente el 6% en 2019 al 18% en 2021, según datos
recientes del censo. El economista de la Universidad de Stanford, Nicholas
Bloom, y sus colegas estiman que aproximadamente el 20% de los días laborales
se realizarán de forma remota en el futuro. Pero las encuestas realizadas por
Adam Ozimek, un destacado analista del trabajo remoto, han descubierto que casi
una cuarta parte de las personas que trabajan desde casa en realidad pasan
parte de su tiempo de trabajo fuera de sus oficinas domésticas en espacios de
coworking, cafeterías, casas de amigos o colegas, y, sí, en bibliotecas.
Más que esto, las bibliotecas brindan servicios y fibra
conectiva a una amplia gama de personas de todos los géneros, razas, edades y
niveles de ingresos, tanto con vivienda como sin vivienda. Uno puede sentarse
tranquilamente en un rincón y leer un libro o una revista, pero las bibliotecas
ofrecen mucho más: la oportunidad de interactuar con alguien fuera de su
burbuja social, disfrutar de una exhibición controvertida que lo hace pensar o
unirse a una reunión pública. ¿Qué otra institución puede ofrecer cuentos para
niños, servicios empresariales y educación financiera para adultos, programas
que van desde charlas de autores hasta actos musicales y un lugar para trabajar
de forma remota o realizar una llamada de Zoom con personas de todo el mundo?
Quizás aún más importante es el papel que desempeñan las
bibliotecas a la hora de estimular la creatividad humana y el aprendizaje
permanente. Lo sabemos personalmente. Uno de nosotros, Brooks Rainwater, creció
en un pequeño pueblo costero de Florida donde las ciudades y el resto del mundo
parecían estar muy lejos. Pero el conocimiento de lo que estaba pasando en el
mundo estaba allí mismo en la Biblioteca Pública de Satellite Beach, y lo
devoró. Las experiencias de aprendizaje más influyentes de Richard Florida no
ocurrieron en las aulas sino en las bibliotecas. Cuando era un niño pequeño en
la escuela primaria en North Arlington, Nueva Jersey, leyó la modesta colección
de la biblioteca de la escuela antes de pasar a la biblioteca pública. Todos
los sábados, su padre lo llevaba a la Biblioteca Pública de Newark, donde
pasaba horas examinando las pilas de libros, encendiendo su curiosidad por las
ciudades y el urbanismo.
Las bibliotecas de hoy se están diseñando y rediseñando
teniendo en cuenta estas funciones conectivas. Tomemos el caso de la
recientemente renovada Biblioteca Conmemorativa Martin Luther King Jr. de
Washington DC. Durante décadas, la obra maestra modernista diseñada por Ludwig
Mies van der Rohe en 1972 fue esencialmente un hermoso caparazón, con un
interior envejecido y poco acogedor diseñado simplemente para albergar libros.
Desde que se completaron las renovaciones dirigidas por el Director Ejecutivo
de la Biblioteca de DC, Richard Reyes-Gavilan, y diseñadas por Mecanoo y OTJ
Architects, su café recién construido, sala de lectura de techo alto, espacio
de creación, auditorio, increíble espacio en la azotea y salas de reuniones
grandes y pequeñas han sido atrayendo a innumerables personas.
La Biblioteca Central de Helsinki es otro ejemplo. Este
espacio inclinado hacia adelante, que comparte un patio con la Casa del
Parlamento de Finlandia, fue "construido para servir como una especie de
fábrica de ciudadanía", como lo expresó David Dudley de CityLab. Los
residentes de Helsinki pueden disfrutar del espacio público exterior o
aprovechar los innumerables servicios que se ofrecen en su planta baja. Tommi
Laitio, exdirector ejecutivo del departamento de cultura y ocio de Helsinki y
actualmente miembro del Centro Bloomberg para la Innovación Pública en la
Universidad Johns Hopkins, le dijo a un entrevistador de Bloomberg Cities
Network que su objetivo principal era escuchar a los residentes, especialmente
a aquellos cuyas voces rara vez se escuchan, y comprender cómo los espacios
públicos como las bibliotecas podrían brindarles un mejor servicio.
Como se dice que dijo Albert Einstein: “Lo único que tienes
que saber absolutamente es la ubicación de la biblioteca”. Esas palabras suenan
cada vez más ciertas hoy.
Fuente: CityLab/ Traducción: Horacio Shawn-Pérez