Primeras ciudades de la historia: hambre, violencia y enfermedad
Las primeras ciudades no fueron paraísos celestiales ni
grandes bastiones de las finas artes de la cultura humana. Tampoco es que lo
sean todas las ciudades actuales, ni siquiera la mayoría. Pero al menos eso es
lo que nos han hecho creer: que la vida en las ciudades es siempre mejor que
una vida alejada de las ciudades. No es que haya volverse jipi para afirmar semejante
cosa; basta con pensar que, en muchos países que se suponen altamente urbanizados,
la mayor parte de la población no vive en ciudades sino en suburbios. Por
supuesto, Estados Unidos es el caso de manual.
Lo cierto es que después de deambular de aquí para allá,
cuando los humanos empezaron a asentarse de manera permanente, hace unos 10.000
años, cuando empezaron a vivir de sus plantas y animales domesticadas, colocaron los cimientos para el surgimiento de las primeras ciudades. Y aquella gente la pasó fatal; eran sitios de violencia nunca antes vista, con la población hacinada,
muerta de hambre y enferma. O sea, sí, más o menos como ahora, si nos ponemos
cínicos.
Un ejemplo de manual es Çatalhöyük, en el sur de la región
central de la actual Turquía, unos 305 kilómetros al sur de Ankara. En esa
ciudad llegaron a vivir unas 8000 personas. Los restos fueron descubiertos en
la década de 1960 y las viviendas más antiguas, de adobe, se dataron en 9100
años de antigüedad. No es la ciudad más antigua de la que se tengan noticias
(basta mencionar a Ain Ghazal, Beidha o Shkarat Msaied, todas en Oriente
Próximo), pero sí es una de las mejor conservadas y más estudiadas.
"Çatalhöyük fue una de las primeras comunidades protourbanas
del mundo y sus residentes tuvieron los problemas que implica reunir a mucha
gente en un área reducida durante mucho tiempo", comentó Clark Larsen, antropólogo
de la Universidad de Ohio. En un artículo publicado en Proceedings of theNational Academy of Sciences (PNAS), tras veinticinco años de investigación, un
grupo de arqueólogos, biólogos, historiadores y antropólogos liderados por
Larsen, completaron cómo vivieron aquellas primeras personas urbanas en aquella
ciudad que no tenía todavía calles y a la que el acceso al hogar se hacía por
los techos. No se vivía muy bien, claro.
Trabajaron con 470 individuos completos y restos de otros
272. La mayoría estaban enterrados bajo el suelo de las casas. Hallaron pruebas
de una violencia nunca vista, antes, en el registro fósil. En una muestra de 100
cráneos, 25 tienen marcas de al menos una fractura (los hay con más de una).
Salvo una lesión provocada por algún objeto punzante, el resto tienen una forma
ovalada y con aplastamiento del hueso craneal. Esto encajaría con golpes
provocados por una piedra. En muchos casos, en especial en los de las mujeres,
la pedrada fue por la espalda.
"Hay muchas menos lesiones violentas en la Europa del
Paleolítico, aunque también se acumulan más pruebas de entonces, especialmente
entre los neandertales y sus contemporáneos", explicó Christopher Knüsel, antropólogo
de la Universidad de Burdeos. Además, el porcentaje de lesiones podría ser
mucho mayor ya que, como explica, "las lesiones en los tejidos blandos son
mucho más habituales que las que afectan a los huesos pero normalmente no dejan
rastro en el registro arqueológico".
Sin embargo, la mayoría de las fracturas están cicatrizadas;
esas personas no murieron por los golpes. "Esto podría indicar que no
había intención de matar, sino quizá más de castigar o controlar determinadas
conductas. Lo vemos relacionado con disputas intracomunitarias y, posiblemente,
como una forma de control social mediante la coerción física", dijo Knüsel.
Ciudades insalubres y mal
alimentadas
La salud fue otro problema. Los cazadores-recolectores
tenían obstáculos que superar, pero el apiñamiento humano no era uno de ellos. Con
la ciudad llegaron nuevos dilemas de salubridad. Aunque en Çatalhöyük encalaban
con periodicidad suelos y paredes, y la cal es un gran desinfectante, se encontraron
restos de desechos orgánicos en las casas. No había baños, claro, y los
corrales de los animales estaban junto a las casas.
Aunque son pocas las enfermedades que afectan directamente a
los huesos, muchas infecciones bacterianas pueden dejar su marca en ellos. Así,
el 33% de los restos humanos tienen alguna de estas marcas. Un estudio
publicado recientemente encontró huevos de parásitos intestinales en coprolitos
(heces fosilizadas) en Çatalhöyük.
"En general, se piensa que a medida que las poblaciones
de cazadores recolectores se establecieron para convertirse en agricultores hace
unos 10.000 años, tuvieron las ventajas de un suministro estable de alimentos,
un aumento de la fertilidad de las mujeres debido a esto y una mejor defensa
contra los animales salvajes", comentó Piers Mitchell, paleopatólogo de la
Universidad de Cambridge. "Sin embargo, entre las desventajas estarían una
propagación más fácil de las enfermedades infecciosas a medida que crecía el
tamaño de la población, las debidas a los desechos humanos y la posibilidad de
mayor violencia interpersonal entre diferentes grupos a medida que las personas
intentaran robar objetos de valor a otros grupos".
En los huesos —y los dientes— puede leerse cómo fue la
alimentación de aquellos primeros ciudadanos urbanos. Analizando la presencia
de distintos isótopos, en particular de nitrógeno, los investigadores pudieron
determinar la mayor o menor cantidad y variedad de carnes y vegetales
ingeridos. La base de su dieta eran ya los cereales, en especial diversos tipos
de trigo, y las legumbres. Ambos alimentos procedían de variedades ya
domesticadas por los humanos. Esta dieta provocó que todos los individuos
analizados sufrieran de hipoplasia dental: pérdida del esmalte. Aunque en esto
también pudo influir que la media del periodo de lactancia materna superaba los
3,5 años. Además, el 10% de los dientes recuperados tienen caries.
"La presencia tan alta de caries es de esperar por el
alto contenido de almidones y azúcares que los habitantes consumían",
explicó Lara González Carretero, investigadora del Instituto de Arqueología del
University College de Londres, tal como se reproduce en El País. "En general, se cree que el número de
caries y otras enfermedades bucales son más comunes en poblaciones que consumen
un alto porcentaje de cereales y, en comparación con sociedades cazadoras
recolectoras, la presencia es mucho más alta".
Las excavaciones en Çatalhöyük comenzaron en 1958 y el sitio
cubre unas 13 hectáreas con casi 21 metros de depósitos que dan testimonio de
1.150 años de ocupación conjunta. Los científicos calculan que esa ocupación
ocurrió entre 7.000 y 5.959 antes de Cristo (a.C.).
El asentamiento comenzó como una comunidad pequeña con unas
pocas casas construidas con ladrillos de barro y alcanzó su apogeo entre 6.700
y 6.500 a.C., después de los cual comenzó una disminución rápida de la
población hasta que el sitio fue abandonado hacia el 5950 a.C. No está claro el
motivo, pero un enfriamiento global unido al agotamiento de las tierras más próximas
podría explicar el abandono de la ciudad primigenia.