“Para convertirte en una ciudad global, debes mostrárselo al mundo, y para mostrárselo al mundo, no hay nada mejor que un gran proyecto arquitectónico”




“La urbanización consiste sobre todo en sustituir las formas de vida de las sociedades y los estilos de vida dominantes (ciudades preindustriales, luego industriales, y el campo) por nuevas formas de vida: la de lo ‘urbano’ generalizado”, piensa un tanto desalentado el geógrafo francés Michel Lussault. “La economía es nueva, las estructuras sociales y culturales están experimentando mutaciones profundas, las temporalidades se ven trastocadas; están floreciendo nuevas lógicas de organización y prácticas espaciales en todas las escalas, y el propio movimiento de urbanización crea un estado específico de la naturaleza... En pocas generaciones, el Homo sapiens se ha convertido en Homo urbanus. Otro Mundo se ha conformado a través de la urbanización. Ese mundo constituye el estado histórico contemporáneo, que es diferente de todo lo anterior”.

Lussault es autor de libros como L'homme spatial: la construction sociale de l'espace humain (2007), De la lutte des classes à la lutte des places (2009) y L'avènement du Monde: essai sur l'habitation humaine de la terre (2013). Suele participar de los debates públicos, dar entrevistas, escribir en periódicos. La clase de académico que nos cae bien. Hay vida más allá de los congresos.


Dice Lussault que la magnitud de este proceso de urbanización desaforada puede entenderse a partir de unos pocos datos demográficos: “La población urbanizada creció drásticamente en el siglo XX, de 220 millones a 2.800 millones de personas, mientras que la población total del mundo creció de 1.700 a 6.100 millones. En 1900, 1 de cada 8 seres humanos tenía una vida urbana; en 1950, eran 3 de cada 10; la fase más poderosa de la urbanización recién estaba comenzando. En 2008, por primera vez desde que los seres humanos comenzaron a dejar su huella en el planeta, más del 50% de la población mundial, al menos entre 3.300 y 3.500 millones, vivía en zonas urbanas. Una vez alcanzado este hito, la población urbana sigue creciendo. Para 2030, todas las regiones del mundo serán más urbanas que rurales, y para 2050 el 70% de los 9.600 millones de personas que se espera habiten la Tierra (según la hipótesis promedio de las Naciones Unidas), es decir, 6.700 millones, residirán en una zona urbana”.

La urbanización, comenta Lussault, tanto globalizada como globalizante, es la principal fuerza institucional e imaginativa del mundo: “Institucional, porque rediseña las realidades materiales, humanas y no humanas y construye los entornos espaciales de las sociedades. Imaginativo, porque instala las ideologías, los conocimientos, los imaginarios y las imágenes que constituyen la globalidad”.


En una entrevista de este mes con Le Monde, dando vueltas al concepto de ciudades globales de Saskia Sassen, Lussault afirmó que que “el enfoque de Sassen es interesante en la historia del pensamiento urbano, ya que revela el régimen cambiante de la urbanización global que estaba surgiendo. Si la urbanización se desarrolló fuertemente desde la década de 1950 hasta la década de 1970 y 1980, fue aprehendida principalmente en términos demográficos y de paisaje: las ciudades crecieron, se expandieron. Pero en los años 1980-1990, marcados por el advenimiento del neoliberalismo, uno se da cuenta de la importancia de los flujos y conexiones que se concentran en ciertos polos urbanos. Los centros urbanos más grandes se convierten en centros, atrayentes de flujos materiales e inmateriales, donde se concentran los poderes económicos y de comando. La urbanización entra entonces en la era de la metrópoli”.

—¿Las ciudades globales son necesariamente megaciudades? —le preguntan en la entrevista.

—No. Existe una tendencia a centrarse en las metrópolis con más de 5 millones de habitantes. Pero estamos equivocados: hay una red de ciudades entre 500 000 y 1,5 millones de habitantes que son elementos esenciales de la globalización: concentran recursos y atraen personas, flujos, trabajo, creatividad, innovaciones sociales y culturales. Cultura, turismo, eventos e innovación tecnológica son también vectores de la globalización. Todas las ciudades globalizadas, o que aspiran a serlo, trabajan en uno o más grandes proyectos arquitectónicos, urbanos y culturales: grandes museos, puertos deportivos, torres de gran altura, palacios deportivos o estadios espectaculares. Para convertirte en una ciudad global, debes mostrárselo al mundo, y para mostrárselo al mundo, no hay nada mejor que un gran proyecto arquitectónico. El Guggenheim de Bilbao es uno de los ejemplos más emblemáticos.

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