Arqueólogos bolivianos contra el Año Nuevo Andino: “Es una ceremonia ficticia inventada para el turismo que destruye el patrimonio arqueológico”



 
Hace mucho que no se ve un debate tan ríspido, en Bolivia, acerca de sus patrimonios arqueológicos. Este viernes se celebra el Año nuevo andino amazónico y del chaco, lo cual atrae a unas 10.000 personas al yacimiento arqueológico de Tiahuanaco. En la Sociedad Arqueológica de la Paz son explícitos: serán 10.000 personas pisoteando, meando, cagando, vomitando o robándose las piezas patrimoniales. Desde la organización les responden que, además de 400 policías y militares para que cuiden el lugar, se aplicará un plan de “conservación preventiva” que consistirá en fotografiar el yacimiento antes y después: ya saben que lo romperán todo, pero esperan arreglarlo lo mejor que puedan luego.
 
Estos debates son siempre interesantes. Hay que dejar en una habitación encerrados a un grupo de arqueólogos, promotores turísticos, funcionarios públicos y ver qué ocurre. A veces se ponen de acuerdo; otras veces vuelan sillas por la ventana.

En la Sociedad de Arqueología de La Paz, Bolivia, no están muy entusiasmados con la realización del Willka Kuti, este viernes en la madrugada, cuyo espacio ceremonial más importante es el templo de Kalasasaya del sitio arqueológico de Tiahuanaco. Se celebra cada 21 de junio para saludar el retorno del sol y el nuevo ciclo agrícola. Solía llamárselo “Año nuevo aimara”, ahora la denominación oficial es “Año nuevo andino amazónico y del chaco”.​ Está regulado por el Decreto Supremo 173, proclamado por el gobierno nacional el 17 de junio de 2009.

El año pasado, según el Ministerio de Culturas y Turismo, se celebró en 207 sitios sagrados de Bolivia. Este año serán 223 sitios ceremoniales en los nueve departamentos. Pero el centro simbólico es Tiahuanaco. Se esperan que asistan unas 10.000 personas, que serán controladas por unos 400 efectivos, entre policías y militares. A algunas organizaciones arqueológicas no les agrada demasiado que haya 10.000 personas pisoteando sus excavaciones o, según dicen, tirándole botellas de cerveza y orinándolas. 


“Estamos coordinando con todas las instancias para proteger el bien patrimonial arqueológico de Tiwanaku. El festejo se debe considerar como parte del patrimonio inmaterial pero la actividad no puede poner en riesgo los bienes arqueológicos, por lo que se ha elaborado este  plan de seguridad coordinado”, afirmó Julio Condori, director ejecutivo del Centro de InvestigacionesArqueológicas Antropológicas y Administración de Tiwanaku (CIAAAT).

Condori aseguró que la CIAAAT aplicará un plan de “conservación preventiva”, que consiste en tomar muestras fotográficas antes y después del evento para detectar posibles daños: “Se realizarán tareas de conservación preventiva, que incluyen inicialmente la toma de muestras fotográficas del sitio arqueológico antes del 21 de junio, para saber el estado en el que se encuentra y su ubicación exacta. La misma acción se realizará pasada la ceremonia para detectar los posibles daños o deterioros del patrimonio arqueológico”.
 
Para otras asociaciones de arqueólogos no es suficiente. “Es totalmente irresponsable realizar rituales con tanta gente en el lugar. Cuatrocientos efectivos entrenados para resguardar el patrimonio arqueológico no son suficientes. Se ha visto en anteriores ocasiones que la gente se subía a los monumentos de piedra, caminaban en el sector de Akapana, donde no se debe acceder porque el sitio es delicado”,  aseguró Carlos Lémuz, director de la Sociedadde Arqueología de La Paz. Y agregó: “La cantidad de basura que generan es grande. Un sitio arqueológico no está hecho para fiestas de ese tamaño, con gente tan diversa y tan difícil de controlar donde además se consumen bebidas alcohólicas”.

Sobre el plan de “conservación preventiva” propuesto por la CIAAAT, comentó Lémuz al diario Página Siete, “en primer lugar no debería realizarse allí el evento y de hacerlo sabemos que  habrá destrucción y daño al patrimonio. Lo que se trata es de evitar el daño, no de evaluar el daño después de que se ha efectuado.  Las medidas de seguridad de Tiwanaku deberían ser mucho mayores que para cualquier otro sitio”.
 
En comunicación con el diario LaRazón, enfatizó que “cada que acontece un evento como éstos, se concentra a los pocos arqueólogos y estudiantes que trabajan con el CIAAAT y se les asigna colaborar con los guardarruinas del sitio. Deben controlar el movimiento de la gente, que suele botar basura, subirse sobre las piezas líticas, hacer sus necesidades en los lugares menos controlados, llevarse artefactos o fragmentos que se hallan en el piso, consumir bebidas alcohólicas, acciones contrarias a la conservación y buen manejo del sitio”.

El arqueólogo Luis Viviani, quien trabajó varios años en Tiahuanaco, comentó: “Me ha tocado ver a una persona que estaba realizando alguna ceremonia, echando aceite a  algunos de los muros y causando daños directos sobre los bloques de piedra. Esos daños a veces no se pueden medir cuando la gente logra rebasar el control. Ni hablar de quienes hacen sus necesidades en el lugar”.

En la página de Facebook de la Sociedad de Arqueología de La Paz, fueron explícitos al momento de definir al Año nuevo andino: “Una ceremonia ficticia, inventada para el turismo, que destruye el patrimonio arqueológico frente a la actitud obsecuente de los arqueólogos del CIAAAT, la UMSA, la gobernación de La Paz y el MDCyT”. Ya ven, las sillas están volando por la ventana.

En suma, así expuesto, el debate parece una discusión entre dos bandos que intentan soslayar que todo hecho científico (exploración, preservación, museificación) se impulsa con motores políticos, publicitarios, comerciales, identitarios, y demás. Unos afirman que meter a 10.000 personas a hacer una fiesta en un sitio arqueológico sólo provocará que lo destrocen, lo pisoteen, lo meen, se roben pedazos o lo dejen lleno de botellas vacías de cerveza. Otros, se contentan con la idea de “conservación preventiva”, esto es, aceptar que el sitio será destrozado pero luego tratar de dejarlo lo mejor que se pueda. En el medio, acaso, no haya mucho.

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