“Los historiadores ya no saben muy bien qué es escribir historia”
El historiador francés François Hartog ya no tiene mucha esperanza
en la práctica de la historia. Nacido en 1946, autor de una decena de libros,
muchos vinculados a lo que llama “régimen de la historia”, al cambio de un
tiempo en el que lo que importaba era el futuro, a un tiempo, éste, en el que
lo que importa es el presente. Puro “presentismo”, como lo llama.
“¿Qué cree que espera la sociedad de los historiadores?”, le
preguntaron en una entrevista publicada esta semana en Revista Ñ.
“Ahora, poca cosa”, respondió Hartog. “Creo que los
historiadores, a partir de esta transformación de la relación con el tiempo, ya
no saben muy bien qué es escribir historia. Cuando el futuro estaba ahí se
sabía, porque se sabía a dónde ir, y se podía medir el camino a recorrer. Se
podía, por ejemplo, algo que se hizo en todos los países y en particular en
América Latina a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, escribir
historias nacionales. Era el camino hacia la Nación. Cuando ese horizonte
desaparece, no se sabe muy bien qué hacer. Ya no está claro qué es lo que hay
que retener del pasado y qué se puede dejar de lado. Frente a esto, está la
memoria, que se puede amparar en todo, en todo momento, en todo evento, siempre
que haya algún testigo”.
Y continúa: “También hubo, en la historia, una especie de
fuga hacia adelante. Se puede escribir una historia sobre todo, del teléfono,
de las pantallas de la computadora, todo puede ser objeto de estudio de la
historia. La historia se convierte en una especie de práctica cultural. Está
más bien cargada de una función de distracción, que no es despreciable, es
instructivo, aprendemos cosas, pero no hay realmente un propósito. También,
otra cosa, la historia pudo ponerse al servicio de la memoria. Muchas veces,
son memorias que no tenemos, es decir que el descendiente de alguien, de
segunda o tercera generación, de un desaparecido o un deportado, no tiene una
memoria, porque no pudo haber una transmisión. Pero quiere tener esa memoria.
¿Cómo hacer para tener esa memoria? Recurriendo a procedimiento que son mucho
más cercanos a la historia, haciendo investigaciones, buscando archivos,
haciendo preguntas. Toda esta construcción crítica que hace el historiador. Es
una de las formas que tomó la historia. Otro camino fue lo que se va a
convertir en la historia global. La idea de que la historia debe encararse
desde un punto de vista global, y justamente salir de las historias nacionales,
de las historias coloniales. Hay que tratar de aportar un punto de vista
global. Eso responde al movimiento de la globalización, que se produjo en los
últimos 30, 40 años pero no responde a la pregunta sobre el sentido de la
historia”.
–Como historiador, ¿cree que esta época es interesante? ―le
pregunta el entrevistador.
–No tengo opción, no puedo elegir otra. No me imaginaba que
el mundo en el que empecé a vivir y a reflexionar, en los años 1960, 1970, se
iba a transformar tan rápidamente y de forma tan radical. Es desconcertante,
preocupante, pero también muy estimulante.
La entrevista completa, acá.