Los castores del fin del mundo: las especies exóticas y el desequilibrio en ecosistemas nativos
En 1946, Argentina introdujo castores provenientes de Canadá
para comenzar una prometedora industria peletera en la Isla Grande de Tierra
del Fuego, en el extremo sur de la Patagonia, que pronto se mostró poco
exitosa. Fue entonces cuando estos animales de apariencia simpática fueron
liberados a la vida silvestre y comenzaron una historia de colonización,
cambiando radicalmente la fisonomía y los ecosistemas de la isla. La
disponibilidad de agua y madera, junto a la adaptabilidad de los castores a
diferentes condiciones y la falta de predadores naturales, contribuyeron al crecimiento
de estas poblaciones.
Casi 75 años más tarde, la presencia de castoreras (las
represas construidas por estos mamíferos) en los paisajes fueguinos son un
testimonio desolador de cuán agresivas pueden ser las transformaciones
derivadas de la introducción de especies exóticas para el equilibrio de los
ecosistemas nativos, tanto terrestres como acuáticos. Científicos del Centro
Austral de Investigaciones Científicas (CADIC) identificaron más de 200.000
diques, ya no sólo en la isla grande de Tierra del Fuego sino también en gran
parte de las islas que conforman el archipiélago, cubriendo alrededor de un 50
por ciento del mismo, sin reconocer las fronteras políticas que dividen al
territorio entre Chile y Argentina. Además, en un trabajo publicado en la
revista PLOS ONE, liderado por Alejandro Huertas Herrera, becario posdoctoral
del CONICET en el CADIC, se identificó qué características ambientales son las
más influyentes y explican la mayor densidad de castoreras en ciertas regiones.
A partir de la interpretación visual de imágenes satelitales
de alta calidad (Microsoft Bing, Google Earth y HERE) se registraron 206.203
diques de castor, de los cuales 100.951 se encuentran del lado argentino del
archipiélago y 105.252 en Chile. “Como era de esperarse, la Isla Grande de
Tierra del Fuego alberga la mayor cantidad de castoreras identificadas (más del
75 por ciento) mientras que existen islas que aparentemente aún no han sido
invadidas, como Isla de los Estados y las ubicadas al suroeste de la Cordillera
Darwin, en Chile”, explica Huertas Herrera.
La mayor presencia de diques en la isla principal puede
explicarse porque fue allí donde se introdujeron originalmente. Además, esta
investigación muestra que la concentración se da en mayor medida en ambientes
boscosos, y también se relaciona con factores como temperatura, precipitaciones,
elevación y pendiente. “Los bosques fueron el tipo de vegetación más invadido
(llegando a concentrar casi un 80 por ciento de los diques), mientras que los
ecosistemas de transición, como por ejemplo el ecotono estepa-bosque, fueron
los menos afectados, con menos del 10 por ciento de las castoreras registradas.
Otros ecosistemas extremos, como tundras y estepas, también mostraron signos de
ocupación, aunque en mucha menor proporción. Con respecto a los factores
ambientales analizados, los ecosistemas terrestres que más eficientemente
acumulan biomasa por fotosíntesis, es decir, la vegetación más productiva en
relación al material arbóreo (por ejemplo, ramas y hojas), son los preferidos
por los castores”, describe el investigador del CADIC.
Para construir estos diques los castores utilizan troncos y
ramas de árboles que cambian el curso de los arroyos y, en consecuencia, la
vegetación y el suelo circundantes. Por ejemplo, las áreas inundadas que se
forman en torno a las represas, se convierten en praderas con niveles de
humedad, luz y vegetación donde las especies nativas no son capaces de
sobrevivir. “Debido a esos significativos impactos ambientales, los castores
son considerados como uno de los principales agentes de transformación de los
ecosistemas fueguinos y su invasión constituye una de las mayores amenazas para
la conservación de la naturaleza”, asegura Huertas Herrera.
Este trabajo cobra especial relevancia en un marco global
preocupado por los efectos del cambio climático que, según se prevé, favorecerá
el crecimiento y expansión de las invasiones de especies exóticas, como los
castores. “La información que obtuvimos sirve, no sólo para conocer cuál es el
estado de la invasión de castores en el archipiélago, sino además como base
para construir modelos que permitan anticipar cómo avanzará la invasión, según
las preferencias que tiene la especie a la hora de colonizar nuevos
territorios, y diseñar estrategias para detener el avance”, concluye.
Fuente: Conicet