Árboles sagrados en las ciudades japonesas
Los árboles brindan muchos beneficios, desde aire limpio
hasta absorción de carbono. Sin embargo, algunos beneficios son menos medibles.
En Japón, los árboles y bosques antiguos han sido valorados durante mucho tiempo
por su significado cultural y espiritual.
Glenn Moore y Cassandra Atherton detallan las muchas formas
en que se cuidan y respetan los árboles en Japón, particularmente en Tokio.
Para los japoneses, los árboles ofrecen un respiro del ajetreo de la vida
cotidiana, fomentando las relaciones entre el pasado y el presente del país.
La reverencia por los árboles tiene un lugar desde hace
mucho tiempo en la cultura japonesa. La religión sintoísta, que se originó en
Japón, sostiene que los espíritus habitan en los árboles que alcanzan la edad
de cien años. Estos espíritus, conocidos como kodama, se desarrollan en la
personalidad del árbol. En el Japón premoderno, estos árboles viejos se miraban
con “asombro y cierto grado de cautela”. Hoy en día, estos árboles más viejos a
veces se marcan con cuerdas sagradas (shimenawa) para disuadir a las personas
de dañar o cortarlos, lo que irritaría a los espíritus.
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Incluso en el siglo XXI, e incluso en la ciudad, estos
árboles sagrados juegan un papel cultural importante. Si bien los habitantes de
Tokio de hoy “probablemente piensen que los árboles viejos tienen cualidades
admirables en lugar de personalidades, respetan los árboles por su edad y
resistencia y se les puede ver rindiéndoles homenaje en santuarios y parques, o
simplemente pasando tiempo en sus presencia como antídoto contra el estrés de
la vida moderna”.
Si bien no todos practican el sintoísmo, muchas costumbres
derivadas de él continúan dando forma a la vida moderna. Por ejemplo, los
sacerdotes sintoístas administran bendiciones antes de que comience el trabajo
en un sitio de construcción, los equipos deportivos son bendecidos al comienzo
de la temporada y la gran mayoría de la población de Japón busca un santuario
en días festivos y ocasiones importantes. Dicen Moore y Atherton: "Es
durante estas visitas al santuario que se hace evidente el papel que desempeñan
los árboles en la conexión de las personas con el pasado mítico de la
nación".
Uno de esos santuarios es Meiji Jingū de Tokoyo, terminado
en 1920 en honor del emperador Meiji y la emperatriz Shōken. Se plantaron unos
100.000 árboles alrededor del santuario para crear un "bosque
eterno". En particular, árboles longevos pero de crecimiento lento, como
el gingko (Ginkgo biloba) y la zelkova (Zelkova serrata), se complementaron con
árboles de crecimiento rápido: ciprés de Hinoki (Chamaecyparis obtusa),
criptomeria japonesa (Cryptomeria japonica) y pino (Pinus densiflora y Pinus
thunbergii), para llenar el bosque más rápidamente.
Si bien este santuario es más joven que muchos otros en
Japón, es tan venerado y popular como si realmente hubiera sido
"eterno", recibiendo unos diez millones de visitantes al año. Este es
un lugar sagrado, y una vez que los visitantes ingresan por la puerta
ceremonial (torii), se adhieren a una etiqueta apropiada para observar los
árboles: “Nadie se sale de los senderos para caminar sobre el suelo del bosque;
nadie arranca hojas ni semillas de un árbol; y nadie quita nada del bosque,
incluso las hojas caídas quedan en el suelo”.
Estos santuarios también se utilizan para baños de bosque
(shinrin-yoku). Esta práctica, que se originó en Japón en 1982, se centra en la
idea de que visitar árboles viejos y pasar tiempo entre ellos es beneficioso
para el bienestar mental. Esta creencia fue en gran medida intuitiva al
principio. Como describen los autores, “esta intuición se basaba en parte en
saber cuánto mejor era oler los pinos en lugar del humo de los automóviles, o
escuchar pájaros en lugar de los ruidos ásperos de la ciudad, pero a nivel
espiritual, también estaba conectado con la profunda tradiciones asociadas con
los árboles.”
Al principio, se pensó que las ideas detrás de los baños de
bosque eran plausibles pero carecían de evidencia científica. Hoy, sin embargo,
la práctica se ha popularizado en todo el mundo y los estudios realizados por
horticultores y profesores sintoístas destacan los beneficios de incorporar los
baños de bosque a la vida diaria. Los estudios financiados por el gobierno han
demostrado que "no solo hay beneficios emocionales al pasar tiempo en un
bosque, sino también beneficios fisiológicos mensurables". En otras
palabras, estar en comunión con la naturaleza tiene ventajas tanto físicas como
mentales.
Si bien las ideas sobre la santidad de los árboles viejos
han evolucionado, los árboles maduros y los bosques aún juegan un papel
fundamental en la cultura japonesa. Concluyen los autores: "Aunque Tokio
ha cambiado mucho en los últimos cuatrocientos años, el clan [feudal] Matsudaira
seguramente reconocería el pensamiento detrás de shinrin-yoku, es decir, que
pasar tiempo con los árboles es una actividad que da vida".
Fuente: Jstor/ Traducción: Dana Pascal