La llegada del ocio occidental a Japón
Las personas, en todas partes, siempre han jugado, se han
tomado tiempo para relajarse y han realizado todo tipo de actividades solo por
diversión. Sin embargo, el concepto de “recreación” —en el sentido de grandes
masas de personas realizando viajes de fin de semana, yendo de vacaciones y
haciendo actividades para recuperarse del estrés laboral y prepararse para
volver a trabajar— es algo relativamente nuevo. Este concepto surgió con la
urbanización e industrialización de Europa y Norteamérica. Como escribe el
historiador W. Puck Brecher, la idea viajó desde esos lugares a Japón, generando
una gran controversia.
Brecher señala que algunas formas de turismo ya existían
mucho antes en Japón. En el siglo XVII, por ejemplo, personas de todas las
clases hacían peregrinaciones a templos y santuarios, visitaban aguas termales
por razones de salud y viajaban para conocer los lugares de interés del país.
Pero, cuando Estados Unidos obligó a Japón a permitir que algunos extranjeros
se establecieran y comerciaran en la década de 1850, los recién llegados
trajeron consigo sus propios patrones de ocio. Tomaron vacaciones de verano en
las partes más frescas del país, lo que impulsó la creación de balnearios de
estilo occidental.
Después de que el gobierno Meiji llegara al poder en 1868,
Brecher escribe, comenzó a fomentar la modernización de estilo occidental. Esto
incluyó la industrialización y, con ella, la concepción del ocio como una forma
de permitir que las personas se recuperaran del trabajo con un escape temporal de
la atmósfera desagradable y poco saludable de la ciudad. Con el tiempo, las
autoridades también dejaron de lado actividades como la lucha de sumo, considerada
vulgar por los occidentales, en favor del béisbol, la navegación, el montañismo
y otras actividades populares en Occidente.
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Los distritos escolares japoneses comenzaron a introducir
las vacaciones de verano en la década de 1870. Y el crecimiento de los
ferrocarriles facilitó, al menos para aquellos con recursos suficientes, viajar
por el país. A principios del siglo XX, el gobierno Meiji comenzó a promover
activamente el turismo, tanto para ciudadanos como para extranjeros.
Sin embargo, Brecher escribe, no a todos les gustaron estas
ideas. Desde el principio, muchos críticos se preocuparon de que las vacaciones
de verano escolares llevarían a los estudiantes a olvidar sus lecciones y a
perder el tiempo en una ociosidad poco saludable. Las vacaciones de varios días
permanecieron fuera del alcance de la mayoría de los trabajadores, y muchos de
ellos resentían los veraneos de las clases altas como una manifestación de
desigualdad. Y algunas comunidades pequeñas lucharon contra los planes de
construir líneas ferroviarias y desarrollar áreas rurales, actos que muchos
consideraban una profanación de las montañas, especialmente dada la identidad
de quienes lo hacían.
“Algunos que estaban dispuestos a tolerar el desarrollo del
campo eran menos propensos a aceptar la perspectiva de que aristócratas urbanos
mimados pisotearan esas áreas antes prístinas”, escribió Brecher.
De manera más amplia, un movimiento “anticivilización”
presentó la modernización de estilo occidental como un ataque al bienestar
espiritual de la nación.
En un ensayo de 1907, el escritor Ito Sakon criticó la idea
de escapar del caluroso verano urbano, presentando en cambio el calor como una
oportunidad para el automejoramiento. “Las vacaciones de verano embotan la
mente y debilitan el cuerpo, los cuales necesitan ser ejercitados”, escribió.
Fuente: Jstor/ Traducción: Horacio Shawn-Pérez