El primer paso es escribir la propuesta de investigación
"Hay un rumor de que vamos a una gran cuarentena",
me dijo mi colega, por teléfono, desde la estación de campo de la Fundación
Dakshin en la costa de Ganjam, Odisha, en India, días antes del anuncio oficial
en marzo de 2020. Agregó que era mejor dejar de trabajar y regresar a casa.
"¿Cómo es un encierro?”, me preguntó. Mi mente se negó a superponer
imágenes de las calles vacías de Wuhan en las bulliciosas carreteras indias de
mi vecindario en Bangalore. A pesar de tener solo un esquema vago de la forma o
efecto inminente de la cuarentena, muchos investigadores y profesionales de
campo en toda la India se vieron obligados por su incertidumbre a detener
abruptamente el trabajo de campo. Los largos meses (a veces incluso años) de
participación en el terreno, planificación y preparación para los próximos
ciclos de subvenciones simplemente se detuvieron. Los proyectos de campo se
redujeron a la suma de sus partes centrales: actividades en pausa, encuestas
suspendidas y garantías tentativas de un regreso rápido para retomar
conversaciones, observaciones y planes futuros.
Estaba en casa en Bengaluru, con una tesis doctoral pendiente
desde hace mucho tiempo, y codirigía de forma remota las etapas finales del
proyecto de campo de la Fundación Dakshin sobre los bienes comunes costeros en
Odisha, cuando se impuso el cierre en la India. Por solo un día, vacilé en la
cúspide de la creencia y el escepticismo, buscando pistas de amigos y vecinos:
¿Este encierro iba a ser serio? ¿Cómo podrían más de mil millones de indios
cumplir con este mandato estatal de quedarse en casa, con todas las formas de
transporte estatales e intraestatales paralizadas, y la economía y el trabajo
(especialmente para los asalariados diarios) virtualmente aplastados hasta
detenerse? ¿Por cuánto tiempo continuaría esto y con qué efecto? A través de la
ansiedad y la incertidumbre de los días siguientes, aparecieron los contornos
del encierro. El panorama gradual del impacto del cierre en los trabajadores
migrantes de la India y, en particular, los pescadores marinos fue impactante.
En las primeras semanas, las familias de pescadores de miles de aldeas lucharon
por conseguir alimentos y raciones. El pescado fresco fue devuelto al mar y
miles de pescadores migrantes varados vivieron durante semanas en barcos y en
puertos superpoblados, lo que reveló la invisibilidad de los pescadores y la
marginalidad del sector dentro de la conciencia estatal.
Algunos amigos científicos sociales solo podían escribir
correos electrónicos solicitando pequeñas donaciones para organizar suministros
básicos en sus sitios de campo en las aldeas costeras. Imaginar subvenciones a
corto y medio plazo resultaba un desafío, dijeron, dada la dificultad de
predecir situaciones de campo en los próximos meses. La mayoría de las
organizaciones de la sociedad civil solo pudieron reconstruir las condiciones a
través de conversaciones telefónicas con sus colaboradores y socios de campo.
Parte de la movilidad volvió a las aldeas costeras a principios de mayo de
2020. Con la reanudación de la pesca y el transporte por carretera, los líderes
comunitarios y los socios de campo consiguieron un descanso de las incesantes
necesidades de ayuda. Solo entonces investigadores como yo pudimos abordar el
tema de futuras propuestas conjuntas y visualizar los plazos de los proyectos
más allá de lo inmediato; primero, tanto los becarios como los socios
necesitaban superar la angustia existencial inicial de saber si sobrevivirían a
los plazos de su proyecto para incluso crear las entregas pautadas.
La redacción de propuestas de estudio difícilmente se asocia
con la diversión o el entusiasmo, incluso en el mejor de los casos. Sin
embargo, es en esencia una actividad profundamente social y creativa. Nunca
escribí una propuesta de investigación sin la guía y la ayuda de alguien; a
menudo necesito la compañía de al menos un compañero entusiasta que ofrezca
combustible colegiado para la aventura de escribir sobre investigaciones futuras.
Esta escritura estructurada, en el peor de los casos, es una interpretación poco
inspiradora de algunos "marcos lógicos" incómodamente ajustados que
intentan controlar la ocurrencia de eventos aleatorios. En el mejor de los
casos, la redacción de propuestas es un desafío atractivo en el que puedes
equilibrar el realismo con un optimismo ilimitado, como si estuvieras en un
sueño lúcido. Dos amigos, severamente encerrados en un campus universitario, me
señalaron con entusiasmo una convocatoria de propuestas del Consejo de
Investigación de Ciencias Sociales (SSRC) para una idea ambiciosa: crear una
colaboración transfronteriza de ciencias sociales en el Océano Índico. Una
palabra que suena como una táctica gramatical, la noción de colaboración, como
lo discutieron Jalais y Sridhar (2021), proviene de la idea de que la
colaboración académica es fundamental para el avance del conocimiento. Al
combinar la noción de colaboración y el modelo funcional de laboratorio, una
colaboración ideal permitiría a los investigadores trascender múltiples
barreras (geográficas, digitales y sociopolíticas). En los últimos tiempos, los
académicos pusieron mayor énfasis en los aspectos procesales que hacen que la
colaboración sea justamente colaborativa, destacando las innovaciones
estructurales de la comunicación, pero también los procesos grupales (como los
valores compartidos) que hacen que las relaciones sociales sean duraderas
(Cogburn 2003, 86). “Deberían postularse. No se preocupen por la tesis. Los
ayudaremos". Sin saber si las palabras eran de ellos o simplemente lo que
quería escuchar, me encontré precipitándome hacia diez días frenéticos de
redacción de propuestas. La subvención requirió que reuniéramos un equipo de
científicos sociales y socios profesionales de la región del Océano Índico en
más de un país.
Fue audaz reunir un equipo colaborativo, y un montón de conceptos,
en diez días, si no es que fue imprudente, y solo tenemos que agradecerle a una
cuarentena por eso. Los riesgos que no podías correr al aire libre, los
asumimos en esta propuesta. Llamé a los científicos sociales marinos que
conocía: Alin de Tailandia y Rapti de Sri Lanka, cada uno encerrado en casa en
Suecia y Colombo, Sri Lanka, en ese momento. Nos habíamos conocido en
conferencias hace varios meses, intercambiando chismes ociosos sobre políticas
de investigación norte-sur e ideas lacónicas en lugar de soñar con
colaboraciones futuras concretas. Quizás el encierro abrió un sentido de
aventura y conexión entre nosotros. Una semana antes de la fecha límite,
todavía nos faltaba un investigador principal (IP) senior calificado, alguien
que no sea reacio a colaborar con "incógnitas" riesgosas. Cuando Annu
nos envió un “sí” por correo electrónico a este grupo de extraños, pasamos poco
tiempo preguntándonos por qué. Ella había sacado rápidamente de nuestra
propuesta toda referencia inocente al trabajo de campo directo en el año de la
pandemia: “Créanme, no está sucediendo. Vamos a ponerlo todo online". Y
así comenzó nuestra propuesta elaborada de forma remota: coproducir ideas e
invitar a las personas a unirse a esta propuesta para crear una colaboración experimental.
Para nosotros estaba claro que nuestra colaboración tenía que ir más allá de la
comunidad epistémica de científicos sociales. Invitamos a personas de
organizaciones no gubernamentales y líderes de la sociedad civil, quienes
estaban integrados en espacios costeros, comunidades y eventos más allá de las
temporadas de campo y las interrupciones de la movilidad causadas por la
pandemia. La nuestra iba a ser una colaboración transdisciplinaria, y armarla
en el primer año de la pandemia requería que su sociabilidad inherente se
trasladara a una actuación online. El optimismo de estar conectado digitalmente
fue mediado y moderado por los cambios en nuestros respectivos espacios
contenidos y con cada nueva regulación de movilidad.
Algunos académicos inicialmente dieron la bienvenida al
encierro, ya que podían escribir y leer más, y tomar un descanso de los
desplazamientos diarios y el trabajo de campo. Tuvo el efecto contrario en mí.
En lugar de luchar contra mi tesis a medio escribir sobre la "soledad del
encierro" (Shah et al 2020), me incliné hacia la conexión humana, el
esfuerzo en equipo, aunque solo fuera una apuesta arriesgada (pero esta vez
exitosa). ¿Escribir una propuesta que apuntaba a promover la investigación
durante una pandemia era el resultado de un mundo conectado digitalmente, o una
confianza inspirada por una conectividad estable a Internet y un teléfono
inteligente que solicitaba y cimentaba conexiones sin problemas a través de
distancias oceánicas?
Escribir proyectos durante la cuarentena fue el primer paso
para reanudar el trabajo de campo, online o en el terreno. Era imposible
ignorar la ironía de cómo esta forma de trabajo conectado, o escritura
colaborativa, podía continuar ininterrumpidamente a pesar de una pandemia, si
contaba con las ayudas digitales y pertenecía a un estrato social que no
necesitaba un salario diario basado en cuánto trabajaba físicamente. Por otra
parte, al otro lado del Océano Índico, los trabajadores que dependían del
esfuerzo físico diario y la movilidad para su supervivencia pagaron el costo de
esta disrupción global. Quizás nuestra colaboración podría crear las
estructuras comunicativas que permitieran a los investigadores, los miembros de
la comunidad costera y los grupos de la sociedad civil distribuidos en las
regiones costeras del Océano Índico coproducir y compartir de manera colectiva
informes sobre la migración costera y el conocimiento ambiental marítimo, a
pesar de la pandemia y más allá de ella. Como trabajo en equipo, la redacción
de propuestas, especialmente durante una pandemia, puede ser tan satisfactoria
como otros aspectos mejor descritos de la investigación en ciencias sociales:
¡el trabajo de los sueños en su máxima expresión!
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Referencias
Cogburn,
Derrick L. 2003. “HCI in the so-called developing world: what's in it for
everyone.” Interactions 10, no. 2: 80–87.
Shah, Syed
Ghulam Sarwar, David Nogueras, Hugo Cornelis van Woerden, and Vasiliki
Kiparoglou. 2020. “The COVID-19 Pandemic: A Pandemic of Lockdown Loneliness and
the Role of Digital Technology.” Journal of Medical Internet Research
22, no. 11: e22287.
Fuente: SCA