Tecnología afectiva para tiempo de crisis


Por Keiko Nishimura
Universidad de Carolina del Norte

Hace diez años, cuando un terremoto, un tsunami y un colapso nuclear azotaron la central nuclear de Fukushima Daiichi en el norte de Japón, se anticipó que un objeto tecnológico en particular serviría como un faro de esperanza en medio del desastre: los robots. Japón ha estado a la vanguardia de la investigación en robótica desde la década de 1960. Reforzados por imágenes de amigables máquinas humanoides como Astro Boy, los robots se han convertido en íconos culturales y una fuente de orgullo nacional.



Sin embargo, los primeros robots desplegados en Fukushima fueron robots militares estadounidenses desarrollados por la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa, seguidos por robots fabricados por iRobot, una empresa estadounidense. Este hecho arroja una sombra de duda. El 20 de abril de 2011, el Yomiuri Shimbun publicó un informe con el título "Robots japoneses inútiles". Para tales críticos, parecía que un país que afirmaba ser el líder mundial en investigación robótica no había logrado desarrollar robots capaces de ayudar en la respuesta a desastres. ¿Qué significa invertir en el sueño de la robótica si estas máquinas no son realmente útiles?

Aproximadamente un año antes del décimo aniversario del triple desastre, otra crisis golpeó a Japón: virus invisibles obligaron a los humanos a mantenerse separados para sobrevivir. El tacto, una vez tan preciado, se volvió mortal. ¿Serían útiles los robots japoneses para ayudar en este nuevo desastre? Aunque en áreas limitadas, la respuesta esta vez es: "Sí". El Ministerio de Economía, Comercio e Industria publicó veintinueve casos de uso de robots que ayudan en la respuesta a la pandemia mundial. En un café de Tokio, un robot de comunicación, como recepcionista, toma la temperatura de los clientes y les recuerda que deben usar una máscara. En un centro de tratamiento para COVID-19, otro robot de comunicación saluda y anima a los pacientes: "¡Todos te apoyan!"

Nuestra vida cotidiana está enredada con objetos tecnológicos, y las formas en que interactuamos con la tecnología moldean y son moldeadas por nuestras relaciones sociales. Hay consecuencias intencionales y no intencionales. A veces toma una forma de comunidad afectiva virtual, compartiendo sensaciones de excitación y ansiedad, conectando a quienes están físicamente distantes. A veces toma la forma de robots afectivos como los de los casos anteriores, que permanecen cerca de los humanos en lugar de otros humanos que necesitan mantenerse separados.

Fuente: SCA

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