Cartografías de la resistencia juvenil en México


 
Por Myriam Lamrani

 

Cartographies of Youth Resistance: Hip-Hop, Punk, and Urban Autonomy in Mexico, de Maurice Rafael Magaña, es un libro poco común, que lleva al lector de inmediato al centro de la acción etnográfica, en Oaxaca de Juárez, México. Descubrimos la Generación 2006 durante su despertar político, cuando la juventud participa en lo que algunos han llamado la “primera insurrección del siglo XXI”, un enfrentamiento violento entre el pueblo y las autoridades en Oaxaca, que duró más de siete meses. Es un eufemismo decir que 2006 fue un período formativo para los jóvenes que tomaron las calles. No solo cambió a esta generación, sino que también transformó el tejido social de Oaxaca para siempre.



Un ejemplo de ello es que el presente libro nos lleva a una exploración de las densas y rizomáticas redes que se desarrollaron a medida que la gente tomaba las calles. Desde representantes de comunidades indígenas y migrantes hasta jóvenes involucrados en las escenas punk y hip-hop y los movimientos de street art y graffiti, descubrimos un retrato serio de la identidad indígena, con sus complejas conexiones con las comunidades rurales, la migración a los Estados Unidos y la nación mexicana. El libro en sí es una red de algún tipo, cada capítulo se mezcla a la perfección con el otro, desarrollando cada argumento con mayor detalle.

📢 Suscríbete a nuestro newsletter semanal.

La escena inicial, densa en texturas, marca el tono de lo que sigue, una etnografía “densa”. Heredero de lo que el poeta y antropólogo chicano Renato Rosaldo acertadamente denominó “deep hang out” (pasar el rato en profundidad), Cartographies describe la lucha política a través de las voces de la juventud que ocupaba el zócalo (la plaza principal de la ciudad, un espacio para la política popular, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO) mientras defendían las barricadas de la ciudad hace unos quince años y que, hasta el día de hoy, siguen siendo actores políticos activos. El nivel de represión durante 2006, del cual el lector percibe hoy un eco inquietante mientras las protestas arden en nuestro mundo montado sobre la pandemia, proporciona el contexto de la mayoría de edad de esa juventud, a medida que se convierten en agentes revolucionarios.

El capítulo de apertura describe la historia del movimiento. Estableciendo las coordenadas del libro, presenta algunos de los actores clave del levantamiento, como la Sección 22, la filial local del SNTE (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación) y la APPO (Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca). Luego pasa rápidamente a considerar cómo el uso de estaciones de radio y televisión en línea, la ejecución de funciones estatales (por ejemplo, gobernanza, vigilancia y recolección de basura), arte de protesta, barricadas, así como la ocupación de calles y edificios ayudó a fomentar la intergeneracionalidad de redes de acción política. Estos “laboratorios de imaginación radical” son la columna vertebral del argumento del autor sobre cómo la ocupación de espacios permitió un diálogo entre los jóvenes y los mayores de la sociedad, creando redes de solidaridad y configurando subjetividades políticas.

La creación de espacios se materializa como una de las preocupaciones centrales en el corazón de este libro, ya que el segundo capítulo nos lleva a la ocupación de dos “contraespacios” sociales y culturales colectivos —VOCAL y CASOTA— que proporcionaron las bases donde los actores políticos de 2006 reformularon la indigeneidad. La temporalidad es también una dimensión crucial de la exploración de Magaña de los nuevos horizontes políticos en los años que siguieron a la agitación. Esta coyuntura espacio-temporal se teoriza aquí como un palimpsesto, es decir, una superposición de épocas, movimientos, ideas/información y objetos que refuta el pensamiento lineal. A través de este enfoque multidimensional e intergeneracional del disenso político horizontal, descubrimos la relación mutuamente constitutiva entre los movimientos rurales de resistencia y las identidades políticas emergentes indígenas y migrantes urbanas. Anclando estas redes en el idioma de la comunalidad —vida, identidad y epistemología comunal indígena― el paso de Magaña hacia la descolonización del anarquismo y la política de resistencia es una intervención teórica muy bienvenida. El capítulo 3 lleva la conversación anterior al vincular los movimientos sociales con espacios transitorios de acción política directa, a medida que se transforman para convertirse en laboratorios más duraderos de política horizontal. Volviendo a los casos de VOCAL y CASOTA, este capítulo pone de relieve la importancia de la espacialidad y la temporalidad para desafiar las estructuras de poder establecidas. Pasando del zócalo a los contraespacios centrales en las ideas de “anarquismo descolonial y autonomía urbana”―, nos damos cuenta de cómo dichos espacios fomentaron y fortalecieron las relaciones sociales y políticas existentes.

El capítulo 4 nos sumerge en una etnografía muy rica que ilustra la dialéctica del espacio y las estructuras oficiales de poder a través de la acción política cotidiana. A través de tres viñetas, observamos las tensiones que surgen en la organización de movilizaciones masivas en el centro de la ciudad mientras el concepto de “red” que guía este libro comienza a desarrollarse de manera más puntual. Evocando el trabajo de David Graeber sobre Direct Action Network, el lector comprende que: “Uno debe ser capaz de imaginarse a sí mismo y a los demás como sujetos integrados para poder producir seres que de hecho son infinitamente múltiples, imagina algún tipo de 'sociedad' coherente y delimitada para producir esa caótica red abierta de relaciones sociales que realmente existe". Eso es exactamente lo que muestra Magaña con gran sensibilidad etnográfica. Al explorar las dinámicas de poder que se desarrollan en estos espacios públicos, somos testigos de fricciones y "disrupción espacial", pero también de las solidaridades y prácticas colectivas en el centro de las acciones políticas a través de los lentes del palimpsesto y la "estética rebelde". A medida que los contraespacios físicos se desvanecen en un segundo plano, el Capítulo 5 nos lleva por las calles de Oaxaca con dos equipos de graffiti (AKA Crew y Arte Jaguar) y movimientos anarquistas y punk locales. Si bien la estética rebelde ocupa un lugar central al apropiarse visualmente de Oaxaca para romper el orden espacial-político y cultural dominante (sin dejar de defender algunos aspectos del individualismo y el patriarcado), la creciente militarización y vigilancia estatal, que sustenta el control de los espacios públicos, se hace más evidente. Al desencadenar la reorganización forzada de la política autónoma y horizontal a medida que los colectivos cierran sus espacios, el futuro político de la juventud puede parecer sombrío. Pero, como concluye Magaña, los movimientos —a veces cooptados por el mercado neoliberal o retirándose a las comunidades rurales— no desaparecen sino que se transforman para constituir la estética del futuro imaginario radical y el legado de la Generación 2006.

Este libro es una adición crucial al estudio de las protestas y revoluciones políticas para los investigadores que trabajan en Oaxaca o México y más allá de estas fronteras geográficas. La clara agenda descolonizadora del autor lo muestra logrando la rara hazaña de "predicar con el ejemplo". Magaña lo hace a través de un compromiso profundo con sus colaboradores en el campo (uno tiene la sensación de que están en igualdad de condiciones). Entretejiendo hábilmente las voces y la soberanía de sus interlocutores y sus políticas de indigeneidad para una amplia erudición, construye su argumento teórico sobre una erudición ampliamente descentralizada al otro lado del proverbial "estanque" occidental.

Para los antropólogos que han realizado trabajo de campo en Oaxaca, el libro es un tesoro etnográfico. Rico en información, arroja luz sobre la complejidad de la política local y los movimientos sociales. Más que cualquier otra cosa, es la profundidad del análisis de Magaña, que captura la comprensión interconectada de los jóvenes sobre la raza, la política y las subculturas, lo que hace que este libro sea una lectura obligada para los investigadores de los movimientos sociales en las Américas y más allá. Cartographies también tiene la virtud de representar un retrato inquebrantable de la política de la raza en México que no esencializa la indigeneidad para el lector, sino que lo sumerge en las complejidades de la identidad indígena con dominio etnográfico. Es un libro bellamente escrito, aunque poco romántico, que abre los ojos a cualquier investigador de movimientos de base.

Uno podría quedarse anhelando un desarrollo más sostenido del "anarquismo descolonial" más allá de las fronteras mexicanas, o incluso esperar encontrar letras y trivialidades adicionales del punk oaxaqueño y (especialmente) de la escena hip-hop. Sin embargo, la sólida intervención teórica de Magaña que ilumina las vidas posteriores de los movimientos sociales de 2006 compensa estas insignificantes deficiencias, que bien pueden ser un capricho de un lector nostálgico de la juventud y las promesas políticas sostenidas por el levantamiento de 2006.

Fuente: AAA

Recomendados

Seguir leyendo