Mujeres indígenas en los Andes coloniales
Al conmemorar el Día de la Mujer Trabajadora y el Día
Internacional de la Mujer este 8 de marzo, hacemos alusión a todas las mujeres
del pasado y del presente, pero poco se conoce de un grupo de mujeres de élite
indígenas, que hicieron historia en el momento de la Conquista cuando los
españoles arribaron a las costas ecuatorianas y norteñas del Perú.
En este territorio gobernaban mujeres bajo el cargo de
“capullanas”, “señoras” o “cacicas” de sus territorios, jefas étnicas
descendientes de la diosa madre ancestral que las legitimaba en sus cargos de
poder, y que les permitió ordenar, mandar y organizar a la población indígena
que las respetaba y quedaba bajo su mandato.
Impacto en las
Crónicas de Indias
Nos trasladamos a las costas del Perú y Ecuador en los años
1532-1534, cuando un grupo de hombres españoles, soldados y clérigos, quedaron
asombrados al ver cómo en estas tierras lejanas las mujeres no solo tenían voz
y mando, sino que además eran veneradas y respetadas por todos los varones. El
impacto para los castellanos se hizo evidente, y gracias a ello, a su asombro,
consideraron relevante anotarlo en sus cuadernos de bitácora.
Pero, ¿por qué el impacto cultural fue tan notorio para los
castellanos cuando vieron el rol que ejercían estas mujeres? Principalmente
porque el rol de la mujer en la sociedad de la época distaba mucho de un
continente a otro.
En la región andina, las relaciones de género se
fundamentaban en un principio de dualidad y complementaridad, donde la esfera
de lo masculino y la de lo femenino conformaban un mundo de pares e iguales,
totalmente necesarios para la sostenibilidad del mundo. Dentro de este ámbito, el
cargo de cacica se fue heredando de madres a hijas desde la antigüedad hasta el
siglo XVII, cuando ya se habían asentado las bases de la cultura española,
donde la mujer dio paso a su marido para que gobernara en su nombre.
Al contrario de lo que ocurría en el mundo andino, las
relaciones de género en la España del siglo XVI y las costumbres castellanas de
esta época no reflejaban la equidad entre hombres y mujeres. Amparadas en un
discurso hegemónico que incidía en las desigualdades de género, colocaban a la
mujer en un estatus inferior al hombre, recubierta de un halo de invisibilidad
e indiferencia.
Se consideraba que la mujer no estaba capacitada para
gobernar, sino que era el hombre quien debía asumir el control, basándose en
las estructuras mentales patriarcales fundamentadas en el heredado discurso
jurídico romano. Allí, el hombre era el “pater familias” y la mujer únicamente
un apéndice más de la familia, apoyados desde los púlpitos por el discurso
teológico del pecado reencarnado en Eva; y defendidas en el discurso científico
o médico justificando la versión incompleta de la mujer frente al hombre.
Bajo esta visión feminal, las mujeres de élite de estas
sociedad no solo tuvieron que abrirse un hueco en la sociedad y luchar contra
su condición sexual, perdiendo el control de su cargo y autonomía en muchos
casos, sino que, además, eran indígenas, lo que dificultaba mucho más su
situación.
Adaptarse, resistir y
negociar
Pero estas mujeres de élite con fuerte carácter y gran
ingenio no se resistieron al destino que los españoles dispusieron para ellas y
su gran ingenio las llevó a adaptarse, resistir y negociar con la Corona para
seguir siendo respetadas y gozar de su prestigio, y de los beneficios y
privilegios que les otorgaba su estatus ancestral.
El primer paso fue conocer el nuevo juego de leyes y normas
que impuso la clase dirigente. Para ello, aprendieron a leer y a escribir en
lengua castellana, porque solo de esta manera podían pleitear en los tribunales
para reclamar sus posesiones y defender sus derechos legales.
A su vez, desarrollaron todo tipo de estrategias.
Aprovecharon una serie de factores que les favorecían enormemente, como, por
ejemplo, el vacío legal en cuanto a la herencia del cargo de cacicas. Esto se
produjo en la costa norte con la imposición de las leyes españolas que
introdujeron decretos donde se disponía que se heredase y gobernase “según la
costumbre de estas tierras”, y la costumbre prehispánica era de un claro cariz
matriarcal.
Además, supieron aprovechar su situación de viudedad para
poder controlar sus bienes sin un varón al lado: las Prerrogativas Regias
solicitadas a la Corona por no haber causado rebelión y haber facilitado el
asentamiento español. También supieron adoptar muy bien el rol de mujer
“desvalida, débil o indefensa” que la ideología castellana se empeñó en
transmitirles para generar lástima en los jueces de la época y obtener
beneficios.
Por lo tanto, si bien es cierto que la llegada de los
españoles transformó considerablemente esta institución prehispánica, no por
ello las costumbres de herencia femenina dejaron de funcionar en el Perú
colonial. Incluso en el siglo XVIII aún encontramos documentación en los
archivos que alude a los derechos de herencia maternos del Cacicazgo femenino
en la costa norte.
Solo gracias al ingenio y al esfuerzo de estas mujeres por
resistir, aprender a escribir y a defender sus derechos frente al colonialismo,
hoy podemos conocer quienes fueron. Por lo tanto, solamente ellas son las
verdaderas protagonistas de su historia y merecen ser reconocidas y visibles en
el día Internacional de la Mujer.
Fuente: The Conversation