Transformaciones en la piel: tatuajes, cirugía plástica, hípsteres
Por Ingrid Sherman
El ensayista polaco Zygmunt Bauman falleció en enero de
2017, pero eso no significa que este año, y en los años venideros, las mesas de
novedades de las librerías no vayan a llenarse de novedades editoriales. Que un
autor prolífico haya muerto no quiere decir que no vaya a seguir sacando
libros. Puede sonar macabro, pero no, solamente son negocios.
En todo caso, el nuevo libro de Bauman se titula Generación Líquida. Transformaciones en la
era 3.0, está firmado en coautoría con el periodista y escritor Thomas
Leoncini, se publicó originalmente en italiano el año pasado y ahora llega la
traducción al español a cargo de Paidós. Y sí, de nuevo tenemos a Bauman
hablando sobre cosas líquidas.
“La diferencia entre comunidad e identidad es tremenda”,
dice Bauman, en el primer capítulo del libro, en un diálogo con Leoncini,
quien, sesenta años menor que el sociólogo y filósofo polaco, a veces parece
cumplir el papel de Robin para Batman, de Watson para Holmes. “En principio, la
primera es categórica y coercitiva, dado que determina y define de antemano el
proceso de selección social del individuo, la segunda se presupone que es
elegida libremente, una especie de «háztelo tú mismo». Esta recolocación
conceptual, sin embargo, no elimina tanto la comunidad de los procesos de
categorización social y su expresión correspondiente, como aspira a reconciliar
los desafíos (¿habría que decir irreconciliables?) de la pertenencia con la
autodefinición combinada con la autoafirmación”.
Este primer capítulo se titula “Transformaciones en la piel. Tatuajes, cirugía plástica, hípsteres” y el subtítulo es bastante explícito acerca de qué se trata la conversación (aunque, ¿“hípsteres” es una palabra aceptada en español? Quién sabe, aunque todos entendemos de qué se trata). “Desde su aparición, el hombre se ha negado a dejar su propio cuerpo intacto, y siempre se ha preocupado, en mayor o menor medida, dependiendo de la cultura dominante, por intervenir en él. Hasta el hecho de asearse por la mañana no es más que una representación de la relación que mantiene el hombre con su cuerpo, de la necesidad de cambiarlo frente al natural «discurrir de las cosas»: la antropóloga inglesa Mary Douglas escribió, con relación a esto, que la higiene no es solo una cuestión de progreso científico”. Esto dijo Leoncini, aunque tampoco se privó de decir que el “haber sido” es líquido, que los esquemas mentales son líquidos, que los límites son líquidos, y, en fin, no omitió la palabra “líquido” cada dos o tres párrafos, no sea cosa que Bauman se fuera a enojar. O a licuar.
Pero continuaba, el buen Leoncini: “Un ejemplo representativo
de una de las modas más actuales son los tatuajes: extendidos desde los más
jóvenes a los menos jóvenes, hasta llegar a los adultos. Tres de cada diez estadounidenses
tienen tatuajes y la mayoría no se contenta con uno. Estos son algunos de los
resultados de una reciente encuesta de The Harris Poll, según la cual los
tatuajes parecen poco menos que indispensables para los jóvenes norteamericanos:
casi la mitad de los millennials (47%) y más de un tercio de la generación X
(36%) tienen al menos uno”.
Por fin, luego de un gran parloteo con estadísticas convertidas
en pruebas fehacientes (y más menciones a cosas líquidas), Bauman retoma la
palabra: “Todas las modalidades emuladoras de manipulación del aspecto público del
propio cuerpo (o de aquella parte estampada en el propio cuerpo de la
«representación del yo en la vida diaria», como prefería definirla Erving Goffman)
que has apuntado y enumerado hasta el momento, nuevas, sorprendentes y abocadas
a un destino efímero (pese a que, como ya observaba Baudelaire hace más de
siglo y medio, todas aspiren a capturar la eternidad en un instante fugaz), nacen
de la moderna reelaboración humana, demasiado humana, de la identidad social,
que pasa de ser un dato a convertirse en una tarea: tarea que actualmente se
espera y se considera necesario y vinculante que lleve a cabo su portador
individual, mediante el empleo de modelos y materias primas proporcionados
socialmente, en una compleja operación de «reproducción creativa» que aparece con
el nombre de moda”.
Pero iba más lejos, le daba una vuelta de tuerca: la ropa es una moda, y uno puede cambiarse de ropa según su humor; sin embargo, si bien el tatuaje es una moda, también es un símbolo de compromiso para quien se tatúa. No es tan sencillo sacarse un tatuaje como se quitan un par de calcetines.
Pero iba más lejos, le daba una vuelta de tuerca: la ropa es una moda, y uno puede cambiarse de ropa según su humor; sin embargo, si bien el tatuaje es una moda, también es un símbolo de compromiso para quien se tatúa. No es tan sencillo sacarse un tatuaje como se quitan un par de calcetines.
“¿Y qué decir del cuerpo como lugar preferido por cada vez
más personas para situar en él las marcas de sus esperanzas y expectativas, de
modo que el dilema irresoluble de conjugar la pertenencia y la autoafirmación,
la permanencia y la flexibilidad o manipulabilidad de la identidad, encuentre una
solución o por lo menos se aproxime a ella lo máximo posible? La ropa señala
nuestra capacidad y disponibilidad para renunciar a los símbolos de la identidad
actual en favor de otros, y en el acto; consiente e incluso demuestra nuestra capacidad
de encarnar paralelamente una serie de identidades distintas. Los símbolos de
decisiones identitarias grabados en el propio cuerpo sugieren, por el
contrario, que la identidad que estos implican es, para el sujeto portador, un
compromiso más serio y duradero, y no solo un capricho momentáneo. El tatuaje, milagro
entre milagros, señala al mismo tiempo la estabilidad (tal vez incluso la
irreversibilidad) intencional del compromiso y la libertad de elección que
caracteriza la idea de derecho a la autodefinición y a su ejercicio”.
Dice Leoncini: “Cuando se ve un partido de fútbol resulta
difícil determinar si lo primero que salta a la vista es un balón que rebota o
más bien los tatuajes de los futbolistas; sin olvidarnos de la barba de hípster,
que ahora parece llevarse un poco más corta que hace unos años, otra tendencia internacional
que está incluso haciendo que los barberos reabran sus negocios”.
Y el paciente Bauman le responde: “Los campos de fútbol son hoy
en día el lugar del mundo al que se asiste de forma más masiva y regular. No
sorprende que quien quiera encontrar una posible solución a la problemática
universal que aquí debatimos mire en esa dirección, e invierta en ella la
esperanza de toparse con conclusiones fiables, en virtud del mero número de asistentes
(apasionados y por lo general satisfechos)”.
Pueden leer un adelanto de Generación Líquida. Transformaciones en la era 3.0 en el sitio web
de Paidós.