“Algunas de las comunidades más felices del mundo están en los países más pobres de América Latina”

Por Walter Pereyra


Mohammad “Mo” Gawdat es ingeniero. Nació en Egipto en 1967 y es el director comercial de Google X, la instalación del gigante de internet dedicada a la investigación tecnológica de vanguardia. Esta división, por supuesto, está llena de secretos y misterios. Y de dinero, mucho dinero.

Los ingenieros resuelven problemas. En este caso, Gawdat le estuvo dando vueltas a un problema bastante más complejo que evitar que los automóviles autónomos se estrellen contra un árbol o que los anteojos de realidad aumentada sirvan para algo más que agrandar el ego de los usuarios. Gawdat se preguntó cómo encontrar (o escribir) el algoritmo de la felicidad.


Publicó su libro en 2017: El algoritmo de la felicidad. Únete al reto de los 10 millones de personas felices. ¿Parece un tratado de autoayuda, no? Puede que lo sea, incluso uno bastante malo, pero siempre es interesante husmear en qué visión de la tecnología y la sociedad tienen los ingenieros de Google, especialmente los que ocupan los puestos más altos de la escala jerárquica (y salarial).

“La tecnología magnifica cualquier cosa que seamos”, dijo Gawdat en una entrevista con el diario La Vanguardia. “Podemos caminar a 4 kilómetros por hora. Con el coche vamos a 200. La tecnología expande nuestras capacidades, es un reflejo de quienes somos. Desafortunadamente hoy tecnologías como las redes sociales están expandiendo nuestro ego y el bullying. Pero son una herramienta: las mismas redes sociales que hacen a la gente ser infeliz las puedo usar para estar en contacto con mi hija. Ahora construimos máquinas de inteligencia artificial que serán más inteligentes que nosotros en 20 años. Aprenden como un niño pequeño: leen lo que sus padres hacen, copiándonos y desarrollando su inteligencia. ¿Y qué copian? Violencia, competición, avaricia. A menos que resolvamos nuestro sistema de valores, lo tendrán esas máquinas cuando resuelvan nuestros problemas en 20 años. Es tiempo de convertirnos en buenos padres para que esas nuevas tecnologías se conviertan en buenos hijos. No hay cortafuegos que las vaya a contener ni limitación tecnológica, cuando sean más inteligentes que nosotros van a quedar a cargo del control”.


Por supuesto que tratar de fijar la idea de felicidad obliga a meterse en un terreno pantanoso. Por ejemplo, en el primer capítulo del libro, Gawdat habla sobre qué felices son las personas pobres de América Latina. ¿No tienen para comer y se mueren de enfermedades horribles? ¡No importa, son felices! Escribió:

“Algunas de las comunidades más felices del mundo están en los países más pobres de América Latina, donde la gente no parece pensar mucho en la seguridad financiera o lo que consideramos éxito. Trabajan cada día para ganar lo que necesitan. Pero más allá de eso, priorizan su felicidad y pasan el tiempo con su familia y amigos. No quiero idealizar una vida que parece pintoresca y animada, pero que sigue cayendo por debajo del umbral de la pobreza. Sin embargo, podemos aprender de una actitud que crea felicidad diariamente, al margen de las condiciones económicas”.


Es fácil decirlo con el estómago lleno y sin tener que preocuparte por pagar la cuenta de la luz durante toda tu vida. Pero, en fin, tampoco hay que ser injustos: no todo el mundo comparte la idea de que es difícil ser felices cuando las necesidades básicas de supervivencia están insatisfechas. Suponer que “el Otro” no piensa en su seguridad financiera, o en tener éxito, es casi tan ingenuo como buscar el secreto de la felicidad en un par de gafas de realidad aumentada.

Acá pueden leer el primer capítulo del libro. Dice mucho, o al menos dice algo, sobre nuestra época.

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