Ciudad Bolívar, Bogotá: donde ser joven es una sentencia de muerte

Por María Agustina Sosa

Samurai El Poeta, ése era el nombre artístico de Héctor Everzon Hernández Beltrán, el cantante de hip hop colombiano que estuvo desaparecido desde mediados de diciembre y cuya muerte se notificó hace unos días. El comunicado fue escueto: “El Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses se permite informar que el día de hoy, 15 de enero de 2018, se identificó el cuerpo de Héctor Everzon Hernández Beltrán; el cual ingresó el día 4 de enero de 2018 como cadáver de hombre adulto de 33 años de edad en condición de no identificado”.


En el portal colombiano Las2Orillas se publicó un artículo con un título cristalino: “Se nos fue Samurai, el poeta de ciudad Bolívar”. Algunos músicos quedan asociados a algunos lugares; y definitivamente Samurai es inseparable de Ciudad Bolívar. Un lugar donde se vive de manera específica, donde se muere de manera específica.

Ciudad Bolívar es la localidad n°19 de Bogotá, en el sur del Distrito Capital de Colombia.  La topografía es montañosa, de andares difíciles, y el crecimiento demográfico ha sido caótico: los barrios ya albergan a más de 700.000 personas.


“Ciudad Bolívar es de verdad una ciudad dentro de Bogotá, formada por distintas migraciones, de manera especial por las miles de personas que llegaron hasta esta montaña escapando de la violencia entre liberales y conservadores de los años cincuenta, y del conflicto armado contemporáneo que ahora Colombia busca ponerle un punto final. Desde esta localidad se puede observar, a lo lejos, los grandes edificios del centro de Bogotá donde la vida es muy distinta a la que se logra sortear en este extremo”, escribió el periodista Jorge Posada en una crónica para Revista Anfibia. Por supuesto: es imposible escribir sobre Samurai sin escribir sobre Ciudad Bolívar.

Por eso continúa: “Ciudad Bolívar nunca ha dejado de ser la más pobre y conflictiva. Lleva a cuestas la mayor tasa de homicidios, otras muertes violentas y suicidios, y allí, durante décadas, se ha llevado a cabo procesos de aniquilamiento de jóvenes, drogadictos, prostitutas y ladrones por parte de comandos asesinos que dicen hacer ‘limpieza social’. Así está consignado en la investigación Limpieza social (2016) de Carlos Mario Perea, un reconocido historiador de la Universidad Nacional de Colombia, que se ha dedicado a estudiar los problemas sociales y la violencia del sur de Bogotá. De los 719.700 habitantes que hoy en día tiene la localidad, según la Secretaría Distrital de Planeación, el 29,3 % padece la pobreza y el 6,3% la pobreza extrema”.


Por no mencionar su naturalización. La Comisión Fílmica Colombiana es un proyecto de Proimágenes Colombia, que cuenta con el apoyo del gobierno nacional y que busca la promoción de Colombia como destino para producciones audiovisuales. Uno de estos destinos que se ofrece es Ciudad Bolívar, que es descrita de este modo: “Se ubica al suroccidente de la ciudad. La zona urbana de Ciudad Bolívar es un sector de Bogotá de escasos recursos económicos donde predominan los tugurios y barrios marginales. Sin embargo, la mayor parte del territorio es rural”. Es notable, ¿no?, que una comisión promueva a un barrio porque es un tugurio marginal de escasos recursos.

El retrato de la vida en Ciudad Bolívar va a la par del retrato de la muerte en Ciudad Bolívar. Una cosa y otra se tejen, se retuercen, como si la muerte diera sentido a la vida y la vida sólo existiera como una sombra de la muerte. Todo esto, se entiende, no en un sentido poético ni metafórico; es sólo una manera torpe de describir la vida en barrios marginados, abandonados y estigmatizados. 



La representación de Posada es precisa. Escribe:

“La Secretaría de Seguridad asegura que de los 210 asesinatos que hubo el año pasado de esta localidad, 190 fueron la consecuencia de una pelea entre vecinos, gente del barrio que estaba borracha. Pero al parecer eso no importa, o se normaliza porque en esta zona de Bogotá la mayoría de asesinatos suceden en medio del hermetismo y el miedo y en el que pocas veces hay denuncias.

“Así lo asegura Carlos Mario Perea, quien recuerda que en cierta ocasión, en uno de los barrios de la localidad, un padre y una madre se negaron a recoger el cuerpo de su hijo. El cadáver quedó abandonado en la calle porque la familia temía a los asesinos.

“Una indolencia y temor, secundadas por la poca celeridad de la justicia para esclarecer este tipo hechos, ya que está atrapada, según Perea, en la idea de considerar la muerte de jóvenes de barrio, de drogadictos y ladrones, como algo justificado. Ser joven, asegura Perea, es una amenaza en Ciudad Bolívar; así se lo han contado durante años decenas de personas que sobrevivieron al estigma”.

La crónica completa, en Revista Anfibia.

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