Zygmunt Bauman: “La industria cosmético-plástica está dirigida a satisfacer las exigencias femeninas”
Por Ingrid Sherman
Como ya comentamos, hay un nuevo libro del ensayista polaco ZygmuntBauman, fallecido en enero de 2017, en colaboración con el periodista y
escritor Thomas Leoncini, que se titula Generación
Líquida. Transformaciones en la era 3.0, y que Paidós publicó este mes en
español. Ya reproducimos parte del diálogo entre Bauman y Leoncini, en el que reflexionan
sobre modas y tatuajes, y ante todo, sobre los jóvenes contemporáneos tan bien
dispuestos a seguir las modas y tatuarse. Lo hacen en nombre de la comunidad o
de la identidad, eso discuten, aunque al final todo parezca producto de que eso
es líquido, aquello es líquido, todo es líquido. Vale, es Bauman, el hombre
anotó un jonrón con la liquidez de la existencia. Es comprensible que sus
deudos sigan explotándolo después de muerto.
Ahora queremos prestar atención a las conversaciones sobre
las cirugías estéticas, una forma de modificación corporal que no parece en la
misma categoría perceptual que el tatuaje. O eso se desprende de la
conversación, que en realidad no es una conversación, se entiende, sino una superposición
de monólogos.
Pero según Leoncini, quien introduce el tema, además de los tatuajes y las barbas, las modas contemporáneas también están dominadas por las cirugías estéticas. Leoncini recuerda que “la teoría de France Borel, según la cual la cirugía estética, sobre todo si se practica de forma reiterada, es la manifestación más violenta y enmascarada de la tendencia a la automutilación, oculta bajo la tapadera de la medicina oficial. El individuo no acepta su cuerpo tal como es y de forma paralela busca también una vía de escape para su necesidad de autodestrucción (que Freud denominaba pulsión de muerte). Mediante el disfraz de la medicina oficial, según dicha tesis, la persona puede satisfacer estas dos necesidades y al mismo tiempo sentirse parte de la cultura dominante, que quiere crear una forma de belleza sobre cánones preestablecidos e identificados como los mejores. La cultura dominante es, por lo tanto, el arma que legitima mediante la moda la sinergia entre la autodestrucción y la humanización de la belleza, hacia el estereotipo del modelo de belleza ideal”.
En algún punto, Bauman parafrasea el estribillo de la
canción de Irving Berlin, “There’s No Business Like Show Business”, y
canturrea: “No hay negocio como el negocio de la cirugía plástica”. Y se
explica: “La economía consumista prospera (o, mejor dicho, sobrevive) gracias a
la mágica estratagema que convierte la posibilidad en obligación o, por
expresarlo con la terminología de los economistas, la oferta en demanda. El
fenómeno de la moda —más concretamente, determinar los modelos vinculantes del
aspecto exterior del cuerpo en función de las oportunidades disponibles
provistas por la industria de la cosmética y de la cirugía plástica— desempeña
un papel crucial para permitir que dicha conversión milagrosa avance sin
obstáculos”.
Ahora Leoncini vuelve a la carga. Y, como verán, mete la
palabra “líquida” en alguna parte. “Otro aspecto de la cirugía plástica que
resulta digno de atención: las chicas muy jóvenes de hoy en día se sienten a
menudo (y cada vez más) orgullosas de haberse sometido a una operación estética.
Hasta hace pocos años no era esta la tendencia, es más, creo poder afirmar que
la tendencia era diametralmente opuesta. Basta con entrar en cualquier red
social, en particular Instagram, y teclear la etiqueta #lips para presenciar un
elogio indirecto de la cirugía plástica que tiene como escenario principal la
puesta en escena de la reconstrucción de la chica obedeciendo a normas muy
precisas y estándares de belleza de la modernidad líquida”.
Y la pregunta queda picando en el aire, lista para que el nonagenario filósofo la meta en el arco: “El orgullo femenino de haberse sometido a operaciones de cirugía plástica, ¿puede deberse también a la ostentación de riqueza?”.
Y la pregunta queda picando en el aire, lista para que el nonagenario filósofo la meta en el arco: “El orgullo femenino de haberse sometido a operaciones de cirugía plástica, ¿puede deberse también a la ostentación de riqueza?”.
Al parecer a Bauman le encanta la pregunta: “¡Haces bien en
añadir el factor riqueza a nuestra lectura de estos fenómenos! Una forma física
impecable, artificiosa, perfecta, implica en la misma medida (si no más) una indumentaria
adquirida en las boutiques de moda de más renombre (y en consecuencia también
más costosas), un estatus económico elevado y una cartera bien abultada; y por
lo tanto una posición social superior y el reconocimiento público que le es inherente.
Proclaman en voz alta y en un lenguaje inequívoco: «¡Yo puedo permitírmelo, no
como tú, pobrecito! Extrae las debidas conclusiones, entérate de cuál es tu
lugar ¡y quédate en él!». En cualquier caso, yo considero este un factor que está
más bien por encima del género o es neutro desde el punto de vista del género”.
Aunque el género, claro, tenga su peso.
“La industria cosmético-plástica está dirigida a satisfacer las
exigencias femeninas, y recluta a su clientela en primer lugar, aunque no
exclusivamente, entre la mitad femenina de la población”, dice Bauman desde la
tumba. “Los hombres que recurren a la cirugía estética se arriesgan a hacer que
disminuya su puntuación en la escala de la atracción”.
Pueden leer un adelanto de Generación Líquida. Transformaciones en la era 3.0 en el sitio web
de Paidós.