Espere en línea


Akanksha Singh

 

La frase “mujeres y teléfonos” suele evocar imágenes sexistas. Busquen en Google y aprenderán que a las mujeres, al parecer, les encanta charlar; cabezas ladeadas, cabello enrulado, bocas abiertas a mitad de la oración.

Históricamente, sin embargo, las mujeres fueron la fuerza impulsora detrás de la telefonía de una manera completamente diferente, aunque invisible: eran operadoras de centralita, contestando manualmente las llamadas entrantes y conectándolas con los destinatarios previstos a través de un cable. Era un trabajo crucial y con amplias ramificaciones sociales. Como señala Milton Mueller en un artículo de 1989, los teléfonos estaban "colapsando" nuestro "espacio social" y ampliando su escala al "hacer que millones de personas que de otro modo serían inaccesibles entre sí fueran capaces de mantener una conversación instantánea en tiempo real".

Inicialmente, el trabajo de conexión de llamadas recayó en niños adolescentes, señala Robert E. MacKay en su reseña de Labor’s Flaming Youth: Telephone Operators and Worker Militancy, 1878-1923 de Stephen H. Norwood. No fue hasta que "el servicio al cliente se convirtió en una preocupación cada vez mayor para la gerencia", escribe MacKay, que "los niños fueron reemplazados por mujeres jóvenes y la operación telefónica se convirtió en un 'trabajo de mujeres'".

Los niños, escribe Joan Sangster en un artículo de 1978, eran, simplemente, considerados maleducados y, al menos por la compañía Bell Telephone con sede en Canadá, “no tan concienzudos y pacientes como las mujeres”. De hecho, en 1900, Bell Telephone exigió que sus operadoras, todas mujeres, estuvieran “en buena forma física para hacer frente al exigente trabajo en la centralita”. Las solicitantes debían ser lo suficientemente altas como para poder alcanzar los cables superiores, demostrar que tenían buen oído y vista, y que “no usaban anteojos ni tenían tos tísica”.

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Al sur de la frontera, en los Estados Unidos, las mujeres también llegaron a dominar la profesión. A principios de la década de 1900, representaban el ochenta por ciento de todos los operadores telefónicos de Estados Unidos. Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, las mujeres estadounidenses bilingües servían en las Fuerzas Expedicionarias Estadounidenses (AEF) como operadoras telefónicas, ayudando al personal del ejército a seguir la evolución de la situación e interactuando con las unidades aliadas en toda Francia. Conocidas como las “Hello Girls”, estas mujeres esperaron hasta 1979 para ser finalmente reconocidas como veteranas. Las Hello Girls fueron el tema del libro de Elizabeth Cobbs del mismo nombre y, sugiere Jill Frahm en su reseña del libro, allanaron el camino para las sufragistas estadounidenses.

Sin embargo, la guerra no fue la única vez que el trabajo de las operadoras de centralitas quedó sin recompensa. Debido a las exenciones bajo la Ley de Igualdad Salarial de 1963, “cualquier operadora de centralita empleada por una compañía telefónica pública de propiedad independiente que [tenía] no más de setecientas cincuenta estaciones” no recibía los mismos salarios que su contraparte masculina.

Además, la popularidad generalizada y creciente de los teléfonos significaba que las compañías telefónicas necesitaban contratar más operadoras y mejorar su tecnología.

Inicialmente, esta actualización se presentó en forma de marcación automática, tecnología que permitía a las personas que llamaban comunicarse entre sí directamente. Inventado en 1889 por Almon B. Strowger, un director de funerarias de Kansas City que se propuso establecer un "teléfono sin chicas ni groserías", la marcación automática significó el comienzo de la era de los teléfonos de disco.

A medida que se difundió esta tecnología, la necesidad de operadoras de centralita se desvaneció, especialmente frente al desarrollo del cable transoceánico mejorado y el eventual auge del transistor. En la década de 1960, las operadoras facilitaban en gran medida las llamadas que no se realizaban automáticamente.

En “Race and Technology: African American Women in the Bell System, 1945-1980”, Venus Green cita a las operadoras de centralitas que describen cuán desmoralizadas se sintieron cuando su trabajo se volvió obsoleto. Con el advenimiento de la nueva tecnología, que llegó a conocerse como Traffic Service Position (TSP), una trabajadora comentó: "El cliente estaba en tu oído", desde el principio. De la noche a la mañana, las operadoras de centralitas pasaron de ser completamente esenciales a ser completamente opcionales; en lugar de conectar las llamadas a través de cables, ahora se presionaban botones.

Eventualmente, los TSP evolucionaron para medir automáticamente el tiempo que una operadora pasaba en una llamada y cuántas llamadas manejaba. Eliminaron la necesidad de la intervención de operadoras para determinar el enrutamiento de llamadas y los cargos calculados automáticamente, tarifas que antes una operadora habría tenido que calcular a mano.

Fuente: Jstor/ Traducción: Maggie Tarlo

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