El ruido urbano japonés
Cajeros automáticos, ascensores y escaleras mecánicas que
hablan. Jingles en grandes almacenes, estaciones de tren, supermercados y
galerías comerciales. Altavoces de advertencia sobre los peligros de viajar en
autobús o tren, superpuestos sobre sirenas, bocinas de automóviles, tráfico y
peatones. “Para una cultura que otorga un gran valor a la tranquilidad”,
escribió una vez el periodista estadounidense Daniel Krieger, “Japón puede
volverse bastante ruidoso a veces”.
El activista japonés contra el ruido, Yoshimichi Nakajima,
dice que las personas están "encurtidas en el ruido". Argumenta que
en el centro de la relación de su nación con la contaminación acústica se
encuentran la pasividad y la ignorancia. La gente en Japón no presta atención
al ruido, dice, apenas lo notan.
Sin embargo, si la contaminación acústica es un problema
contemporáneo, cómo medirlo, controlarlo e incluso definirlo ha sido un tema de
debate durante mucho tiempo en Japón. Mi investigación muestra que esto fue
particularmente evidente en los debates sobre el lenguaje utilizado para
discutir el paisaje sonoro urbano en las décadas de 1920 y 1930.
Un paisaje sonoro
cambiante
Desde la década de 1860, cuando el gobierno japonés importó
tecnologías de Occidente para crear un estado-nación moderno, la vida en las
ciudades japonesas se mecanizó rápidamente, moldeada por el transporte y la
industria. Este proceso también transformó el paisaje sonoro, o el entorno
auditivo.
En septiembre de 1902, un tal “Señor A. Víctima” escribió al
Japan Times para quejarse de la cantidad excesiva de silbidos de barcos de
vapor y campanas de fábrica en el río Sumida y sus alrededores en Tokio. El
ruido causado por los proyectos de ingeniería civil incidía cada vez más en la
vida cotidiana, ya que los urbanistas repensaron las principales ciudades,
pusieron cimientos de hormigón, construyeron trenes subterráneos y soñaron con
paisajes urbanos modernos.
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En las calles de la ciudad, los rickshaws, los carros tirados por caballos y bueyes, los carros de
tiro y los peatones competían cada vez más con bicicletas, tranvías, trenes,
automóviles y motocicletas. En Osaka, que en la década de 1920 era la sexta
metrópolis más grande del mundo, la cantidad de automóviles, camiones y
motocicletas se disparó de 39 en 1915 a 6886 en 1935.
Los comentaristas de los medios se apresuraron en denunciar
el escándalo resultante. La edición del 2 de febrero de 1929 del periódico
Osaka Asahi lo describió como “un infierno de sonido moderno” que había dado a
luz “el grito de la enfermedad de la civilización”. Y la edición del 9 de
octubre de 1931 del Osaka Mainichi calificó el ruido de la ciudad como “la
barbarie de la civilización”.
Los académicos adoptaron una visión más matizada. En
revistas como Urban Problems, ingenieros, arquitectos y especialistas en
acústica discutieron la urgente necesidad de una definición acordada de ruido
urbano si se quería resolver el problema.
Definición de ruido
urbano
El sistema de escritura japonés utiliza alfabetos fonéticos
(hiragana y katakana) y caracteres chinos (kanji). Si bien diferentes
caracteres chinos a menudo pueden tener la misma pronunciación, su implicación
puede diferir significativamente. Por ejemplo, el kanji usado para “ondas de
sonido” es 音響, pronunciado onkyou;
es un compuesto formado por 音 (on,
“sonido”) y 響 (kyou, “eco o
reverberación”).
En la discusión de principios del siglo XX sobre el problema
del ruido en los principales medios de comunicación, los compuestos 騒音
y 噪音,
ambos pronunciados souon, se usaron
indistintamente para implicar "ruido".
Para los académicos, sin embargo, el problema para llegar a
una definición consensuada de ruido urbano fue que esos dos compuestos
infirieron cosas ligeramente diferentes. Para los físicos, 噪音
designa ondas de sonido complicadas que rara vez se repiten y pueden cambiar en
volumen y tiempo. Por lo tanto, se utiliza para distinguir el sonido
desagradable e indeseable y la interferencia auditiva de las ondas de sonido
melodiosas que son relativamente constantes en volumen y tiempo; en otras
palabras, de la música, o en japonés, 音楽, pronunciado ongaku.
Pero, como señaló el físico Kohata Shigekazu en Urban Problems en septiembre de 1930,
este uso arroja como "ruido" indeseable muchos aspectos auditivos
comunes de la vida urbana diaria y el mundo natural. En virtud de sus
frecuencias diversas y en constante cambio, todo tipo de sonidos orgánicos y
aleatorios podrían denominarse 噪音: los del viento y el agua, los
pasos o los sonidos de la gente paseando.
En un intento por resolver este dilema, el arquitecto Satou
Takeo propuso en la misma revista que el primer kanji de souon, 騒音, se usara para referirse a cualquier ruido que tuviera
un efecto desagradable en la vida diaria. Su razonamiento fue que el primer
carácter de este compuesto, 騒, sou,
implica "bullicioso o turbulento": en su conjunto, el compuesto
significa literalmente "sonido turbulento". Hoy en día, 騒音
se refiere al ruido que obstruye la paz y la tranquilidad, interfiere con la
transmisión del sonido organizado, como la música o la conversación, o daña la
audición o la salud.
Estos debates académicos continuaron, atrayendo a más y más
expertos. En 1933, el arquitecto Kinichi Hirose esperaba resolver el asunto
proponiendo kensouon (喧噪音),
que añadía el símbolo de "bullicioso, ruidoso, pendenciero" (喧,
yakamashii) a ese primer compuesto. El punto de Hirose era que el problema de
la contaminación acústica era el entorno sonoro generado por la maquinaria
moderna: los sonidos discordantes del transporte, la ingeniería civil y la
técnica de construcción. Este era el "ruido de la ciudad" (都市喧噪音,
toshi kensouon).
Por el contrario, los sonidos que Hirose vio como parte
integral del atractivo estético de la vida de la ciudad (pasos, cantos, radios
a todo volumen y comerciantes gritando en la calle) deben entenderse como
"música de la ciudad" (都市音楽, toshi ongaku).
Un debate mundial
Debates similares estaban en marcha en todo el mundo recién
industrializado. El historiador James G Mansell ha mostrado cómo, en el Reino
Unido, la gente de principios del siglo XX consideró que la suya era la
"era del ruido". En este contexto, los prejuicios de clase llegaron a
informar la definición de ruido urbano. Los músicos callejeros itinerantes y
los vendedores ambulantes fueron atacados.
En Estados Unidos, como relata el historiador Raymond Smilor
en un artículo de 1977 titulado “Cacophony at 34th and 6th”, personas de todas
las clases sociales se unieron en una campaña contra el ruido porque, como él
dijo, “el ruido era un problema que afectaba a todos íntimamente”.
La gente no solo abogaba por la tranquilidad, escribió
Smilor. Estaban lidiando con las complejidades e incertidumbres de lo que él
denominó una "sociedad completamente nueva y desconcertante".
Esto, a su vez, condujo a una nueva economía. A medida que
los especialistas en acústica desarrollaron la insonorización, se planteó que
la ciencia moderna de la acústica podía proporcionar soluciones al problema del
ruido.
Incluso si esto resultó inútil en última instancia (las
ciudades solo se volvieron más ruidosas), una carrera similar para erradicar el
ruido por parte de expertos, científicos, conglomerados, comerciantes y el
propio estado se puede rastrear en Japón en los años 20 y 30. Para algunos, sin
embargo, las ciudades no eran cacofónicas. Dieron a luz una música de un nuevo
tipo: una sinfonía urbana.
Fuente: The Conversation/ Traducción: Horacio Shawn-Pérez