Libertad y opresión del test de embarazo casero

 
Katrina Gulliver
 

Entre los cambios para las mujeres estadounidenses de la década de 1970 hubo uno privado y de gran alcance: la llegada de la prueba de embarazo casera.

Antes de esto, tenían que hacerse la prueba en consultorios médicos o clínicas, lo cual era costoso, inconveniente y posiblemente vergonzoso. La prueba estándar de la década de 1960 incluía un inmunoensayo para establecer la presencia de hormonas del embarazo, una prueba que podía realizarse en el consultorio de un médico. Sin embargo, tales pruebas no eran de rutina. Como descubrió la historiadora Sarah A. Leavitt, “los libros de consejos descartaban la idea de las pruebas de embarazo—‘no hay necesidad de una’, afirmó el Libro de bebés de Better Homes and Gardens en 1966—y había cierto estigma asociado con la necesidad de un resultado temprano”.

El estigma era la implicación de la promiscuidad. En esta cosmovisión, las únicas que necesitaban saber que estaban embarazadas (antes de que se hiciera físicamente obvio) eran las mujeres que podían tener un plan para interrumpir el embarazo o quizás hacer arreglos rápidos para una boda. Esto parece impresionante hoy en día, pero también fue antes de que los médicos comenzaran a aconsejar a las mujeres que tomaran ácido fólico o que dejaran de fumar lo antes posible en el embarazo. La atención prenatal temprana era limitada.

El argumento de que las mujeres no necesitaban información médica también formaba parte de un sistema médico bastante retrógrado y patriarcal, escribe Leavitt. En contra de esto, el movimiento de salud de la mujer presionó para que tuvieran más control sobre su salud y tratamiento, y esto incluía el derecho a saber si estaban embarazadas. Las compañías farmacéuticas vieron un mercado y las primeras pruebas caseras llegaron a los estantes de las farmacias estadounidenses en 1977.

📢Suscríbete a nuestro newsletter semanal.

Esas pruebas caseras iniciales no fueron fáciles de usar. “El kit constaba de un tubo de ensayo, dos goteros y un soporte de plástico para tubos equipado con un espejo especial para revelar los resultados desde el fondo del tubo”, explica Leavitt. Había mucho espacio para el error. Pero a pesar de su naturaleza difícil de manejar, las mujeres aprovecharon la oportunidad de averiguar su estado de embarazo en privado.

Como describe Leavitt, esta nueva tecnología fue revolucionaria, pero también trajo cambios inesperados: “La prueba de embarazo liberó a las mujeres brindándoles información antes y permitiéndoles digerir la información en la privacidad de los propios hogares. Sin embargo, oprime a las mujeres cuando las obliga a tomar decisiones cada vez más temprano; cuando las obliga a enfrentarse a un aborto espontáneo del que de otro modo nunca habrían sabido; cuando cae en manos de aquellos con quienes no quisieron compartir la información; y cuando resulta ser poco confiable y se equivoca en la respuesta”.

Los defensores de las pruebas pasan por alto la noción de enfrentarse a un aborto espontáneo, pero como señala Leavitt, "la pérdida del embarazo debe comenzar con un embarazo identificable". Debido a que una prueba casera “no revela el nivel de hCG [la hormona del embarazo], sino simplemente su presencia, puede dar positivo en un embarazo no viable donde los niveles de hCG nunca aumentaron lo suficiente como para sostener el embrión". Muchas mujeres se hacían ilusiones innecesariamente y registraban un “embarazo” que de otro modo podría haberse experimentado como una irregularidad menstrual. (Algunas pruebas en el mercado hoy en día afirman que funcionan incluso seis días antes de la falta del período de una mujer, identificando inevitablemente "embarazos" que no resultan duraderos y que de otra manera no se habrían notado).

Mientras tanto, a los médicos les convenció la idea de las pruebas caseras después de que las compañías farmacéuticas sugirieron que llevaría a las mujeres a las clínicas antes para recibir atención prenatal. De acuerdo con la investigación de Leavitt, la mayoría de las mujeres todavía ven el resultado de una prueba casera como un preliminar necesario, después de lo cual acudirán a un médico para su confirmación. Pero el acceso a una prueba en el hogar les dio opciones y arrebató el control de la información sobre sus propios cuerpos al establecimiento médico.

Fuente: Jstor/ Traducción: Maggie Tarlo

Recomendados

Seguir leyendo