Pachucas rebeldes

 
Livia Gershon

 

En Los Ángeles, en la época de la Segunda Guerra Mundial, algunos adolescentes y jóvenes mexicano-estadounidenses adoptaron la llamativa personalidad del “pachuco”, que vestían de zoot suit (un traje de pantalones de tiro alto, acampanados aunque ajustados a los tobillos, con tirantes, con sacos de solapas y hombreras anchas), y se convirtieron en un objetivo para las fuerzas del orden y los vigilantes blancos. Y, como escribe la historiadora Elizabeth R. Escobedo, muchas de sus contrapartes femeninas hicieron algo similar. Las autoridades y los medios de comunicación las conocieron como “pachucas”, término que algunas de ellas adoptaron con orgullo.

Escobedo señala que, antes de la década de 1940, las mujeres mexicoamericanas usaban principalmente ropa y cosméticos para verse más “estadounidenses”, incluida la adopción de cremas decolorantes y tintes para el cabello. Las pachucas desarrollaron nuevos estándares de belleza. A menudo usaban sus propios zoot suits hasta la rodilla, junto con maquillaje y accesorios que desafiaban la moda y el maquillaje discretos y femeninos promovidos por la cultura dominante.

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“Llamativo y ostentoso, su adopción compartida de pompadours exagerados, lápiz labial excesivo y faldas cortas significaba visiblemente un sentido de pertenencia a una subcultura claramente mexicoamericana”, escribe Escobedo.

El término pachuca tenía una asociación con la actividad de las pandillas, pero la gran mayoría de las chicas y mujeres que adoptaron estas modas simplemente jugaban con una mirada atrevida. Cuando se metieron en problemas, fue en general por faltas como quedarse fuera demasiado tarde o asociarse con compañeros "indeseables". Sin embargo, las autoridades a menudo sospechaban de la cultura pachuca. Los supervisores de los centros de detención juvenil a menudo se quejaban de que las niñas pachuca bajo su custodia estaban demasiado preocupadas por una sensación de persecución racial y demasiado ansiosas por hablar español; también alardeaban de sus esfuerzos por asimilarlas a la cultura estadounidense blanca.

Escobedo destaca el caso de Eva Flores, una quinceañera vestida con zoot suit que fue enviada a un reformatorio tras ser acusada de delitos menores como intoxicación y hurto. Allí, dijo el superintendente, la adolescente provocó “un sentimiento racial en el campus”, alentando a las niñas negras y mexicoamericanas a hablar entre ellas sobre sus problemas. "Ella simplemente era 'dinamita' en el campus y en el poco tiempo que la tuvimos, [Eva] tenía a todas las chicas mexicanas y negras hoscas, descaradas y conscientes de la raza".

Los funcionarios anglosajones y los medios de comunicación presentaron a las zoot suiters femeninas como un problema claramente mexicano-estadounidense. Pero muchos inmigrantes mexicanos de primera generación vieron los estilos que sus hijas estaban adoptando como una señal de contaminación peligrosa por los valores estadounidenses. Les preocupaban las seducciones de los salones de baile y los cines en tiempos de guerra, y las dificultades de supervisar a las adolescentes mientras muchos miembros de la familia estaban ocupados con el esfuerzo bélico.

Escobado señala que este choque cultural no fue exclusivo de las comunidades de inmigrantes. Las oportunidades en tiempos de guerra permitieron que muchas niñas y mujeres de todo el país probaran nuevas identidades sociales. Los trabajos de fábrica proporcionaron un lugar para socializar con otros jóvenes, y algunos usaron sus ganancias para comprar ropa nueva y maquillaje de su propia elección. En cierto modo, la ansiedad generalizada sobre las pachucas fue solo un ejemplo de una preocupación más amplia de que las mujeres que habían probado más libertad durante el esfuerzo de guerra no volverían a ser como antes.

Fuente: Jstor/ Traducción: Horacio Shawn-Pérez

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