Laura Maria Caterina Bassi


Emily Zarevich 

 

Obtener un puesto como profesora en una prestigiosa universidad es, según los estándares modernos, un logro impresionante por derecho propio. Pero imagínense que se le otorgue tal posición en la Italia del siglo XVIII, en el apogeo de la Era de la Ilustración, cuando, como describe la historiadora de la ciencia Paula Findlen, la industria de la ciencia estaba en auge y los académicos clamaban por estatus y reconocimiento. Imaginen lograr esto siendo mujer.

Laura Maria Caterina Bassi hizo exactamente esto en diciembre de 1732, cuando la Universidad de Bolonia la nombró oficialmente profesora de filosofía natural, pasando por alto su sexo biológico en favor de sus increíbles talentos académicos. Según el historiador de la ciencia Alberto Elena, este fue un intento deliberado de la ciudad de Bolonia de aumentar su prestigio y renombre entre las ciudades-estado italianas. Elena dice que el puesto “no fue otorgado a pedido de ella [Bassi], sino porque las autoridades universitarias querían reconocer su talento; también fue, quizás, una forma de que la ciudad de Bolonia se autopublicitara promocionando a esta ilustre hija”.

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Bassi era hija del abogado progresista y socialmente destacado Giuseppe Bassi y su esposa, Maria Rosa Cesari. Cuando era niña, Bassi era un prodigio, y su extensa educación privada (una inversión inusual pero segura para la época hecha por su padre) culminó en un extenso plan de estudios de las materias "masculinas" de matemáticas, latín, metafísica y filosofía. Desarrolló un interés particular en las teorías de la mecánica clásica de Isaac Newton y aplicaría su espíritu inquisitivo e independiente a su propio trabajo.

Bassi se casó con el médico y profesor Giovanni Giuseppe Veratti en 1738. La pareja formó una asociación científica formidable que solo podría ser rivalizada en la historia por la de Marie y Pierre Curie más de un siglo después. Como escribe la historiadora Leigh Whaley, era común en la Italia de la Ilustración que las mujeres cultas se involucraran en las empresas de sus maridos como asistentes, pero, en el caso de Bassi y Veratti, operaban en pie de igualdad. Por ser mujer, a Bassi se le impidió ejercer todos sus derechos y responsabilidades como profesora universitaria; solo podía enseñar ocasionalmente en la universidad, y estos eventos se trataban más como espectáculos públicos que como conferencias regulares. La respuesta de Bassi, con el apoyo de su esposo, fue convertir su propia vivienda en una universidad. Desde su hogar en Bolonia, la pareja impartió clases privadas, acogió a académicos locales y visitantes, y realizó experimentos audaces, sobre todo con el (entonces) nuevo y emocionante descubrimiento de la electricidad. “Bassi y Veratti no repararon en gastos para adquirir el equipo más actualizado para su laboratorio doméstico”, escribe Findlen.

La conquista más impresionante de Bassi de todas puede haber sido su nombramiento como presidenta de Física Experimental en el Instituto de Ciencias de Bolonia a la edad de sesenta y cinco años. Supuestamente, a su esposo no le importaba que lo nombraran como su asistente de enseñanza. Aunque Bassi moriría dos años después, en 1778, su legado estaba asegurado.

Fuente: Jstor/ Traducción: Maggie Tarlo

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