Estratificación en el estadio de béisbol


Matthew Wills

Luego de varios escándalos en la década de 1870, los dueños del béisbol buscaron, de manera consciente, volver a hacer que el deporte fuese respetable, ampliando su base de fanáticos de clase alta y media. Los estadios que construyeron en la década de 1880 y en adelante separarían a los fanáticos por clase y raza, invitando a "hombres y mujeres blancos de la burguesía al centro del espectáculo", como lo describe el historiador PJ Carlino, mientras que marginaban a los fanáticos no blancos, de la clase obrera e inmigrantes a las gradas.

Al principio, ver béisbol era algo relativamente equitativo: los fanáticos se paraban o se sentaban en el suelo alrededor del campo. La estratificación de clases se marcaba con la elevación, como pararse en un carruaje. Luego llegó el primer estadio de béisbol cerrado en Estados Unidos, el Union Grounds de Brooklyn (1862), que también fue el primer parque de béisbol en cobrar una entrada y el primero en usar una cerca para bloquear la vista desde el exterior. Se recibió a las mujeres con asientos e instalaciones. Carlino escribe que "la ganancia subyacía a la retórica del alojamiento femenino y la civilidad", porque se suponía que una mujer respetable en público tenía un acompañante masculino, lo que duplicaba la recaudación de taquilla. Al igual que en las salas de espera, trenes y barcos, las comodidades para "damas" en el estadio estaban restringidas a las mujeres blancas.

Se suponía que la presencia de damas haría que los hombres se comportaran como caballeros. Los teatros le enseñaron al béisbol que los asientos jugaban un papel importante en esto; supuestamente, una multitud sentada era una multitud más distinguida, especialmente en asientos numerados y reservados que actuaban como barreras para los asientos vecinos. Los estadios de béisbol comenzaron a usar sillas de ópera en las tribunas en la década de 1880, ya que "los espectadores de clase media asociaban el diseño de [la silla de ópera] con un entretenimiento libre de corrupción, comportamiento vulgar y cuerpos sucios".

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El estadio de la Liga Nacional de Buffalo cobró setenta y cinco centavos por un asiento de acompañante masculino en la tribuna de damas en 1883. Las damas pagaban treinta centavos; se suponía que el recargo convencería a las mujeres de que sus vecinos masculinos eran de la mejor clase. En ese mismo año, un estadio de Cincinnati "cobró sesenta centavos por sillas numeradas y reservadas en las tribunas, cincuenta centavos por una sección de bancos cubiertos no reservados, y veinticinco centavos por asientos en enormes filas de bancos descubiertos". No se mencionaba la línea de color: independientemente de lo que pudieran pagar, los espectadores negros no podían comprar en los asientos buenos, aunque a veces se hacían excepciones en los estadios del norte durante los juegos entre equipos solo de blancos y solo de negros.

Mientras tanto, ¿cómo acomodar a la mayoría de los fanáticos lejos de las tribunas? Las gradas (bleachers en inglés) reciben su nombre por su exposición a la luz solar. Los fanáticos se "blanqueaban" (bleached en inglés) por el sol abrasador durante los juegos; los bancos de madera se blanqueaban en los días sin juego. Debido a que las gradas albergaban tanto a fanáticos de pie como a sentados, un asiento de banco podía ser un lugar en disputa, sostenido por la parte de atrás de los pantalones y defendido con los codos, si no con los puños. No había garantía de que tu asiento estaría allí si ibas al puesto de comida. Esto dio origen a vendedores ambulantes que vendían bocadillos y bebidas. Las multitudes mixtas podían ser ruidosas, pero las gradas también fomentaban la camaradería, el fanatismo y un sentido de pertenencia. Sin embargo, era una pertenencia contenida, ya que las gradas solían estar separadas de los asientos más caros por amplios pasillos entre secciones.

"'Bleacher bug' y 'bleacherite', epítetos frecuentemente usados por los cronistas deportivos, definían a los ocupantes como un colectivo de extranjeros menos que humanos, una identidad de turba a la que la élite estadounidense había llegado a temer en respuesta a los disturbios y la agitación laboral", escribe Carlino.

A principios del siglo XX, los "días de damas", los precios y las secciones de asientos especiales se estaban eliminando a medida que más y más mujeres iban a los juegos (y se unían a la fuerza laboral). Si bien muchos hoy en día pueden estar familiarizados con el coro de "Take Me Out To The Ballgame" (1908), menos pueden saber que la canción en realidad trata sobre "la fanática del béisbol" Katie Casey, quien preferiría ir a un juego de béisbol que al espectáculo propuesto por su novio.

"El béisbol es para todas las personas y no para unas pocas", declaró el presidente de los Pittsburgh Pirates en 1909, pero los niveles de comodidad de su nuevo Forbes Field definitivamente no eran equitativos. El estadio de acero y hormigón, en uso hasta 1970, tenía 300 palcos privados que rodeaban los tres niveles de la tribuna. Los palcos de estadio no son un fenómeno nuevo, aunque los esfuerzos de finales del siglo XX para que el público pagara por la construcción de palcos plutocráticos sí lo serían.

Se utilizaron entradas y taquillas separadas, barreras como barandas, cadenas e incluso alambre de púas, además de despliegues policiales y/o de Pinkerton, para mantener la separación de los fanáticos en el período sobre el que escribe Carlino. Prácticamente cualquier persona con el precio de la entrada podría entrar, pero el juego supuestamente democrático estaba tan dividido por la clase, la etnia y la raza como la sociedad en general.

Fuente: Jstor/ Traducción: Horacio Shawn-Pérez 

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