Identidad y cancelación


Por Alina Klingsmen

 

“Vivimos en una época muy riesgosa para la democracia”, explica la politóloga francesa Caroline Fourest en una entrevista con el diario La Nación. “Las redes sociales y las nuevas formas de informarnos tienen un impacto enorme sobre nuestro ánimo, e incluso sobre nuestra forma de ejercer la ciudadanía. Nos convertimos en seres extremadamente emocionales, hipersensibles y de rápida reacción. Es una turba contra otra turba. Reaccionamos sin siquiera tomarnos cinco minutos para pensar antes. Esta reactividad desmedida viene con un montón de pasión, emoción y nos empuja a agredir al otro y cancelarlo, en lugar de sentarnos a escuchar y debatir. El debate es una escuela de vida muy difícil. Requiere de mucha paciencia para poner en contexto el pensamiento del otro y así comprender sus intenciones. Requiere ser lo suficientemente sabio como para poder aceptar con calma aquello que compartimos, y aquello que no. Y luego, exponerlo con tranquilidad, utilizando argumentos. A veces, creo que los activistas jóvenes se volvieron alérgicos a este tipo de diálogo porque no tienen argumentos. Sin un espíritu crítico fuerte para resistir la tentación de seguir a las multitudes violentas, terminan creciendo bajo la sombra de esa turba furiosa. Nunca aprenderán el valor de perder amigos en Facebook por expresar lo que uno considera justo. Los linchamientos digitales son muy problemáticos. Linchar no es una forma progresista de construir un mundo mejor”.



Nacida en 1975, Fourest escribió una quincena de libros sobre la extrema derecha, el integrismo, el multiculturalismo, la religión y el universalismo. Por ejemplo, La tentación oscurantista (2005), La última utopía: amenazas al universalismo (2009) y La guía de los espónsors del Frente Nacional y de sus amigos (1998). Su último libro es La generación ofendida (2020), donde, pendiente de las identidades, asegura que “la generación actual se construye principalmente emulando a aquellos que linchan a los demás por Internet. Con tanto ímpetu que conformar una jauría protege. Con tanto revuelo que basta con calificarse de ‘ofendido’ o ‘víctima’ para llamar la atención”.

¿Cuál es la generación ofendida? “Hablo de los millennials, pero en realidad hablo de aquellos que juzgan la identidad”, explica Fourest en una entrevista con El Diario. “Quieren impedir a las personas crear, crear arte por ejemplo, basándose en la identidad. Es una manera esencialista de ver el mundo que termina llegando al mismo lugar que la visión de los racistas. ¿Y quién la crio? Nosotros, nosotros. Ellos son los frutos del combate que militantes como yo llevamos adelante”.

Y sigue: “Pueden sentirse ofendidos por cualquier cosa en cualquier momento. Hay casos donde hay razones para sentirse ofendido, shockeado. Entiendo que reaccionen contra estereotipos, misoginia o racismo, pero la pregunta que hay que hacerse es si la reacción es proporcional o si no es un poco exagerada”.

Es una pregunta que muchas veces no se hace. Es más sencillo no hacerla y acto seguido ofenderse. Y actuar al respecto, cancelando. Que es la herramienta de intervención política para estas identidades contemporáneas: ofenderse en redes sociales, armas manadas, escrachar y cancelar, según Fourest.

En una entrevista con el diario Clarín, Forest comenta: “La cultura de la cancelación está presente tanto en la derecha como en la izquierda. Por un lado, tenemos en la derecha la exclusión, la que pretende prohibir libros que tienen la presencia de personajes que son sexuales, pero también está en la izquierda y es muchísimo más triste, es una filosofía a la que uno pertenece. Por otro lado, hay que entender bien a qué nos referimos con la cultura de la cancelación. No está mal no promover autores que son violentos, que han violado, que son misóginos, racistas, pero el problema empieza a darse cuando son otros los modelos que buscamos cancela. Que autores y artistas no puedan expresarse porque se los acusa en situaciones totalmente deformadas, descontextualizadas, de crímenes que no han cometido es una injusticia. Por ejemplo, campañas en contra de un cantante simplemente porque se hicieron las rastas: se los tilda de racistas cuando en realidad lo que hicieron fue inspirarse en otras culturas. O pintores, escultores estadounidenses que justamente utilizaron su arte para denunciar la violencia contra los amerindios, la violencia contra los afrodescendientes, y por el mero hecho de ser blancos, se los anuló, se desmanteló su trabajo. Estas sanciones resultan absurdas. No se avanza en el combate por la igualdad y son nocivas no solamente para la creatividad, sino también para el arte y terminan jugando el juego a favor de los supremacistas blancos, ridiculizando el discurso antirracista”.

Un tema que también desarrolla en la entrevista con La Nación: “Estamos atravesando una fiebre identitaria muy preocupante, que viene de izquierda y derecha por igual. Dentro de la izquierda, el abordaje identitario resultó victorioso por encima de la visión universalista-igualitaria. La izquierda identitaria no hace más que juzgar a las personas en base a sus identidades. No creo que podamos crear un mundo mejor con los medios incorrectos. Es imposible destruir la casa de tu amo con las propias herramientas de tu amo, que consisten en enfocarse en la identidad o el color de piel de alguien. Así nunca llegaremos a un mundo posracial. Vamos a construir el mundo perfecto con el que sueñan los identitarios de extrema derecha. Si creés en responder a las atrocidades y discriminaciones del pasado con venganza en la actualidad, simplemente estarás reemplazando la búsqueda de justicia por sed de venganza para transformarte en un nuevo opresor. No lograremos equilibrar el mundo. Y esto es ideal para el sector opositor, aquel que no quiere cambiar nada del racismo, el sexismo o la homofobia. Ellos reaccionarán diciendo: ‘Miren, nos odian porque somos blancos, porque somos hombres, y porque somos heterosexuales. Hagamos un partido de gente que esté orgullosa de esto’. Los llamados rednecks o white trash en Estados Unidos, que a fin de mes no llegan a alimentar a sus hijos, son empujados a los brazos de los supremacistas blancos y de Donald Trump cada vez que escuchan a los privilegiados estudiantes de las universidades de élite decirles que ellos tienen privilegios por ser blancos y deberían pedir perdón al respecto.”

No tenemos que ser juzgados por nuestra identidad, insiste Fourest: “Busco que en esta historia podamos ser fluidamente libres, no binarios y que no se nos juzgue ni por nuestra identidad ni por nuestro origen, sino por nuestra individualidad. Y ni siquiera por nuestra individualidad sino por nuestras ideas”.

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