El mito de la sustentabilidad de la agricultura urbana
Se espera que la agricultura urbana sea una característica importante de la sustentabilidad del siglo XXI y pueda tener muchos beneficios
para las comunidades y ciudades, incluyendo el suministro de productos frescos
en vecindarios con pocas opciones.
Entre esos beneficios, cultivar alimentos en patios
traseros, jardines comunitarios o granjas urbanas puede reducir la distancia
que las frutas y verduras tienen que recorrer entre productores y consumidores,
lo que se conoce como el problema de la “milla alimentaria”. Una vez eliminadas
las emisiones de gases de efecto invernadero del transporte, es un pequeño
salto asumir que la agricultura urbana es una solución climática simple.
Pero, ¿es la agricultura urbana realmente tan respetuosa con
el clima como mucha gente piensa?
Nuestro equipo de investigadores se asoció con jardineros
individuales, voluntarios de jardines comunitarios y administradores de granjas
urbanas en 73 sitios en cinco países de América del Norte y Europa para probar
esta suposición.
Descubrimos que la agricultura urbana, si bien tiene muchos
beneficios para la comunidad, no siempre es mejor para el clima que la
agricultura convencional a lo largo del ciclo de vida, incluso teniendo en
cuenta el transporte. De hecho, en promedio, los sitios de agricultura urbana
que estudiamos tenían seis veces más más carbono por porción de frutas o
verduras que la agricultura convencional.
Sin embargo, también encontramos varias prácticas que se
destacaron por la eficacia con la que pueden hacer que las frutas y verduras
cultivadas en las ciudades sean más respetuosas con el clima.
¿Qué hace que la agricultura urbana sea más intensiva en carbono?
La mayor parte de la investigación sobre agricultura urbana
se ha centrado en un solo tipo de agricultura urbana, a menudo proyectos de
alta tecnología, como tanques acuapónicos, invernaderos en tejados o granjas
verticales. El consumo de electricidad a menudo significa que los alimentos
cultivados en estos entornos de alta tecnología tienen una gran huella de carbono.
En cambio, analizamos las emisiones del ciclo de vida de la
agricultura urbana de baja tecnología más común, la que se encuentra en patios
traseros, lotes baldíos y granjas urbanas.
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Nuestro estudio, publicado el 22 de enero de 2024, modeló
las emisiones de carbono de actividades agrícolas como regar y fertilizar
cultivos y de la construcción y mantenimiento de las granjas.
Sorprendentemente, desde la perspectiva de las emisiones del ciclo de vida, la
fuente más común en estos sitios resultó ser la infraestructura. Desde canteros
elevados hasta cobertizos y caminos de concreto, esta infraestructura de
jardinería significa más emisiones de carbono por porción de producto que los
campos abiertos promedio en las granjas convencionales.
Sin embargo, entre los 73 sitios en ciudades como Nueva
York, Londres y París, 17 tuvieron menores emisiones que las granjas
convencionales. Al explorar lo que distingue a estos sitios, identificamos
algunas mejores prácticas para reducir la huella de carbono de la producción
urbana de alimentos.
1) Utiliza materiales reciclados, incluidos residuos de alimentos y agua.
El uso de materiales de construcción antiguos para construir
infraestructura agrícola, como camas elevadas, puede reducir los impactos
climáticos de la madera, el cemento y el vidrio nuevos, entre otros materiales.
Descubrimos que reciclar materiales de construcción podría reducir las
emisiones de un sitio en un 50% o más.
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En promedio, nuestros sitios utilizaron abono para
reemplazar el 95% de los nutrientes sintéticos. El uso de desechos de alimentos
como abono puede evitar tanto las emisiones de metano de los restos de comida
enterrados en los vertederos como la necesidad de fertilizantes sintéticos
elaborados a partir de combustibles fósiles. Descubrimos que una gestión
cuidadosa del compost podría reducir las emisiones de gases de efecto
invernadero en casi un 40%.
La captura de agua de lluvia o el uso de aguas grises de los
desagües de duchas o lavabos puede reducir la necesidad de bombear, tratar y
distribuir agua. Sin embargo, descubrimos que pocos sitios utilizaban esas
técnicas para la mayor parte de su agua.
2) Cultivar siembras que sean intensivas en carbono cuando se lo hace con métodos convencionales.
Los tomates son un gran ejemplo de cultivos que pueden
reducir las emisiones cuando se cultivan con agricultura urbana de baja
tecnología. Comercialmente, a menudo se cultivan en invernaderos a gran escala
que pueden consumir mucha energía. Los espárragos y otros productos que deben
transportarse en avión porque se echan a perder rápidamente son otro ejemplo
con una gran huella de carbono.
Al producir estos cultivos en lugar de comprarlos en las
tiendas, los productores urbanos con baja tecnología pueden reducir su impacto
neto de carbono.
3) Mantener los huertos urbanos en funcionamiento a largo plazo
Las ciudades cambian constantemente y los jardines
comunitarios pueden ser vulnerables a las presiones del desarrollo. Pero si los
sitios de agricultura urbana pueden permanecer en funcionamiento durante muchos
años, pueden evitar la necesidad de nueva infraestructura y seguir brindando
otros beneficios a sus comunidades.
Los sitios de agricultura urbana brindan servicios
ecosistémicos y beneficios sociales, como productos frescos, desarrollo
comunitario y educación. Las granjas urbanas también crean hogares para las
abejas y la vida silvestre urbana, al tiempo que ofrecen cierta protección
contra el efecto de isla de calor urbana.
Se espera que la práctica de cultivar alimentos en las ciudades continúe expandiéndose en los próximos años, y muchas ciudades la
consideran una herramienta clave para la adaptación climática y la justicia
ambiental.
Creemos que con un diseño cuidadoso del sitio y una mejor
política de uso de la tierra, los agricultores y jardineros urbanos pueden
aumentar sus beneficios tanto para las personas cercanas como para el planeta
en su conjunto.
Fuente: The Conversation/ Traducción: Horacio Shawn-Pérez