El mito de la sustentabilidad de la agricultura urbana


Jason Hawes, Benjamin Goldstein y Joshua Newell 
Universidad de Michigan


Se espera que la agricultura urbana sea una característica importante de la sustentabilidad del siglo XXI y pueda tener muchos beneficios para las comunidades y ciudades, incluyendo el suministro de productos frescos en vecindarios con pocas opciones.

Entre esos beneficios, cultivar alimentos en patios traseros, jardines comunitarios o granjas urbanas puede reducir la distancia que las frutas y verduras tienen que recorrer entre productores y consumidores, lo que se conoce como el problema de la “milla alimentaria”. Una vez eliminadas las emisiones de gases de efecto invernadero del transporte, es un pequeño salto asumir que la agricultura urbana es una solución climática simple.

Pero, ¿es la agricultura urbana realmente tan respetuosa con el clima como mucha gente piensa?

Nuestro equipo de investigadores se asoció con jardineros individuales, voluntarios de jardines comunitarios y administradores de granjas urbanas en 73 sitios en cinco países de América del Norte y Europa para probar esta suposición.

Descubrimos que la agricultura urbana, si bien tiene muchos beneficios para la comunidad, no siempre es mejor para el clima que la agricultura convencional a lo largo del ciclo de vida, incluso teniendo en cuenta el transporte. De hecho, en promedio, los sitios de agricultura urbana que estudiamos tenían seis veces más más carbono por porción de frutas o verduras que la agricultura convencional.

Sin embargo, también encontramos varias prácticas que se destacaron por la eficacia con la que pueden hacer que las frutas y verduras cultivadas en las ciudades sean más respetuosas con el clima.

 

¿Qué hace que la agricultura urbana sea más intensiva en carbono?

La mayor parte de la investigación sobre agricultura urbana se ha centrado en un solo tipo de agricultura urbana, a menudo proyectos de alta tecnología, como tanques acuapónicos, invernaderos en tejados o granjas verticales. El consumo de electricidad a menudo significa que los alimentos cultivados en estos entornos de alta tecnología tienen una gran huella de carbono.

En cambio, analizamos las emisiones del ciclo de vida de la agricultura urbana de baja tecnología más común, la que se encuentra en patios traseros, lotes baldíos y granjas urbanas.

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Nuestro estudio, publicado el 22 de enero de 2024, modeló las emisiones de carbono de actividades agrícolas como regar y fertilizar cultivos y de la construcción y mantenimiento de las granjas. Sorprendentemente, desde la perspectiva de las emisiones del ciclo de vida, la fuente más común en estos sitios resultó ser la infraestructura. Desde canteros elevados hasta cobertizos y caminos de concreto, esta infraestructura de jardinería significa más emisiones de carbono por porción de producto que los campos abiertos promedio en las granjas convencionales.

Sin embargo, entre los 73 sitios en ciudades como Nueva York, Londres y París, 17 tuvieron menores emisiones que las granjas convencionales. Al explorar lo que distingue a estos sitios, identificamos algunas mejores prácticas para reducir la huella de carbono de la producción urbana de alimentos.

 

1) Utiliza materiales reciclados, incluidos residuos de alimentos y agua.

El uso de materiales de construcción antiguos para construir infraestructura agrícola, como camas elevadas, puede reducir los impactos climáticos de la madera, el cemento y el vidrio nuevos, entre otros materiales. Descubrimos que reciclar materiales de construcción podría reducir las emisiones de un sitio en un 50% o más.

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En promedio, nuestros sitios utilizaron abono para reemplazar el 95% de los nutrientes sintéticos. El uso de desechos de alimentos como abono puede evitar tanto las emisiones de metano de los restos de comida enterrados en los vertederos como la necesidad de fertilizantes sintéticos elaborados a partir de combustibles fósiles. Descubrimos que una gestión cuidadosa del compost podría reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en casi un 40%.

La captura de agua de lluvia o el uso de aguas grises de los desagües de duchas o lavabos puede reducir la necesidad de bombear, tratar y distribuir agua. Sin embargo, descubrimos que pocos sitios utilizaban esas técnicas para la mayor parte de su agua.

 

2) Cultivar siembras que sean intensivas en carbono cuando se lo hace con métodos convencionales.

Los tomates son un gran ejemplo de cultivos que pueden reducir las emisiones cuando se cultivan con agricultura urbana de baja tecnología. Comercialmente, a menudo se cultivan en invernaderos a gran escala que pueden consumir mucha energía. Los espárragos y otros productos que deben transportarse en avión porque se echan a perder rápidamente son otro ejemplo con una gran huella de carbono.

Al producir estos cultivos en lugar de comprarlos en las tiendas, los productores urbanos con baja tecnología pueden reducir su impacto neto de carbono.

 

3) Mantener los huertos urbanos en funcionamiento a largo plazo

Las ciudades cambian constantemente y los jardines comunitarios pueden ser vulnerables a las presiones del desarrollo. Pero si los sitios de agricultura urbana pueden permanecer en funcionamiento durante muchos años, pueden evitar la necesidad de nueva infraestructura y seguir brindando otros beneficios a sus comunidades.

Los sitios de agricultura urbana brindan servicios ecosistémicos y beneficios sociales, como productos frescos, desarrollo comunitario y educación. Las granjas urbanas también crean hogares para las abejas y la vida silvestre urbana, al tiempo que ofrecen cierta protección contra el efecto de isla de calor urbana.

Se espera que la práctica de cultivar alimentos en las ciudades continúe expandiéndose en los próximos años, y muchas ciudades la consideran una herramienta clave para la adaptación climática y la justicia ambiental.

Creemos que con un diseño cuidadoso del sitio y una mejor política de uso de la tierra, los agricultores y jardineros urbanos pueden aumentar sus beneficios tanto para las personas cercanas como para el planeta en su conjunto.

Fuente: The Conversation/ Traducción: Horacio Shawn-Pérez 

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