China llevó los centros comerciales al próximo nivel


John Rennie Short 
Universidad de Maryland

En un reciente viaje de investigación a China, deambulé por el centro comercial Oasis en los suburbios de Shanghái. Como muchos centros comerciales chinos, este complejo estaba lleno de tiendas vacías que reflejaban el fin de la expansión económica de China que duró treinta años. Pero también hubo sorpresas.

A lo largo de un tramo del pasillo interior del centro comercial, un grupo de padres y abuelos estaban sentados en sillas. Estaban mirando a través de una ventana de cristal, viendo a una docena de niñas de cinco a siete años practicar pasos de ballet, siguiendo cuidadosamente la coreografía de su maestra. Un espacio inicialmente pensado para el comercio minorista se había reconvertido en un estudio de danza.

Desde 1990 hasta 2020, los grandes y relucientes centros comerciales encarnaron el espectacular crecimiento económico de China. Surgieron en ciudades grandes y pequeñas para satisfacer la demanda de los consumidores de una clase media emergente que estaba ansiosa por expresar su recién descubierta riqueza. Estos centros resultan familiares a los ojos estadounidenses, lo cual no es sorprendente: las firmas de arquitectura estadounidenses construyeron 170 centros comerciales en China durante este período.

Al igual que sus homólogos estadounidenses, muchos centros comerciales chinos han atravesado tiempos difíciles. La pandemia de Covid-19 y el aumento de las compras online devastaron el tráfico peatonal, dejando al país con un enorme exceso de espacio comercial. Pero muchos centros comerciales chinos están siendo reimaginados por propietarios y usuarios como palacios de experiencias: áreas cívicas para que las comunidades se reúnan e interactúen, con nuevas configuraciones de espacio público y privado.

Como experto en política urbana desde hace mucho tiempo, me fascinaron los nuevos usos que vi para los centros comerciales en China. En mi opinión, estos experimentos podrían convertirse en modelos para usos nuevos y creativos del espacio comercial en Estados Unidos, donde se inventó el centro comercial.

 

Al servicio de una nueva clase de consumidores

China se abrió al comercio y la inversión extranjeros hace menos de cincuenta años. Desde entonces, se ha convertido en la segunda economía más grande del mundo, superada sólo por Estados Unidos.

El aumento de los ingresos y un desplazamiento masivo de la población de las zonas rurales a las ciudades crearon una clase media en crecimiento con un importante poder adquisitivo. El PIB per cápita aumentó de 293 dólares estadounidenses en 1985 a 12.500 dólares en 2021.

Hoy en día, aproximadamente 350 millones de chinos (el 25% de la población total) pueden considerarse de clase media. El crecimiento económico más reciente generó una creciente desigualdad de ingresos que ahora es equivalente a los niveles de Estados Unidos.

Los centros comerciales se convirtieron en un motivo de modernidad durante la expansión económica del país. Ofrecieron a los consumidores protección durante todo el año contra el calor, la humedad, el frío y las heladas, así como contra las calles concurridas y el tráfico contaminante. Los centros comerciales eran entornos seguros donde un número cada vez mayor de familias chinas acomodadas podían comprar, comer, pasear y reunirse.

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Durante los últimos treinta años, los centros comerciales de China enfrentaron auges y crisis económicas. Por ejemplo, el New South China Mall en Dongguan –que tiene el doble de tamaño que el Mall of America de Minnesota, su homólogo más grande en Estados Unidos– abrió sus puertas en 2005. Pero la mayoría de sus 2300 locales permanecieron cerrados durante más de una década mientras China luchaba contra la recesión después de la Crisis financiera mundial de 2008.

China resistió esa crisis mediante agresivas políticas de estímulo económico y en una década reemplazó a Estados Unidos como principal motor del crecimiento económico del mundo. Esta expansión impulsó su sector minorista, incluidos los centros comerciales. En 2018, un New South China Mall renovado y modernizado estaba casi lleno.

Luego, el Covid-19 golpeó en 2020. El gobierno chino adoptó una política rígida de cero Covid, en la que los gobiernos locales podían imponer cuarentenas después de detectar solo unos pocos casos. Cientos de millones de personas estuvieron restringidas a sus hogares durante semanas o meses seguidos.

Esta política no se levantó hasta finales de 2022. La economía de China aún no se ha recuperado por completo y muchos expertos sostienen que nunca volverá a alcanzar sus tasas de crecimiento anteriores. El envejecimiento de la población, las guerras comerciales con Estados Unidos y un gobierno centrado en centralizar el poder bajo el Partido Comunista están actuando como lastre para la economía, y las compras online están alejando a los consumidores de las tiendas.

Como resultado, los informes de los medios chinos abundan en historias sobre el cierre de tiendas conocidas y centros comerciales venerables. En China, como en Estados Unidos, lo que los académicos alguna vez describieron como la “magia del centro comercial” se ha convertido en el “atractivo de las ruinas”.

 

Centros comerciales con características chinas

Pero los chinos están haciendo un uso creativo del exceso de espacio de los centros comerciales. Nuevos usuarios están llenando áreas no comerciales, como pasillos interiores y atrios que ahora albergan mesas de café. Otros se han convertido en espacios de juego infantil llenos de figuras inflables gigantes. El centro comercial Raffles City en Shenzen tiene un área de juegos para mascotas en la azotea, un escenario, un área de exhibición de arte y un césped con sombra.

La economía informal de China, formada por puestos de comida y comerciantes ambulantes, también está llenando el vacío. Aunque la venta ambulante tiene una larga historia en China, los funcionarios del gobierno intentaron suprimirla en los últimos años, calificándola de insalubre y un retroceso a tiempos premodernos. Ahora, sin embargo, lo alientan como una forma de reducir el creciente desempleo, especialmente entre los jóvenes, que actualmente supera el 20%.

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Durante mi viaje, vi a pequeños empresarios vendiendo productos agrícolas, comida callejera y artesanías en los estacionamientos de los centros comerciales y alrededor de las entradas públicas. La distinción entre espacios públicos y privados se está reconfigurando a medida que los vendedores instalan puestos en áreas que alguna vez fueron espacios abiertos.

También se están reutilizando los espacios vacíos de las tiendas. Algunos se han convertido en salas de exposición de vehículos eléctricos, museos de arte y centros de juegos infantiles con estudios de danza, piscinas para niños, pequeñas pistas de patinaje, gimnasios y centros de yoga. Otros han sido rediseñados como sitios para clases de arte o cocina, o para juegos electrónicos multijugador y experiencias de realidad virtual. El Dream Time Mall en Wuhan contiene un centro de nieve cubierto que ofrece lecciones de esquí, laberintos de hielo y tubing.

Veo estos experimentos como un cambio en el significado del centro comercial. Lo que comenzó como una catedral del consumismo minorista se está convirtiendo en un lugar donde las personas pueden conectarse y disfrutar de experiencias individuales y colectivas que no están disponibles online.

Algunos centros comerciales estadounidenses están avanzando en esta dirección, pero China lo está haciendo a una escala mucho mayor. Así como el ex líder chino Deng Xiaoping afirmó una vez que su gobierno estaba aplicando su propia versión de socialismo, con “características chinas”, el centro comercial diseñado en Estados Unidos está siendo reescrito con caracteres chinos.

Fuente: The Conversation/ Traducción: Horacio Shawn-Pérez 

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