Vulnerabilidad en la ciudad de 15 minutos
Se prevé que en el año 2050, el número de personas mayores
de 65 años será el doble que en el 2015 y el 68% de la población vivirá en
zonas urbanas, incluido el 57% de las personas mayores.
Ante esta situación, es necesario buscar soluciones para
mejorar la calidad de vida y salud de todos los habitantes de las ciudades, sin
dejar a nadie atrás. La pandemia de la covid-19 puso en relieve la importancia
de la calidad del entorno urbano próximo a las viviendas para nuestra salud.
El reto: considerar a
los más vulnerables
En el ámbito urbano, no dejar a nadie atrás implica diseñar
espacios accesibles para todos los ciudadanos, también para los que tienen
diversas necesidades de movilidad, como pueden serlo las personas con alguna
discapacidad, los adultos mayores y los niños.
El fallo o la ausencia de alguna capacidad motora, sensorial
o cognitiva es parte del ciclo de vida. Casi todo el mundo experimentará alguna
discapacidad temporal o permanentemente. Actualmente el 16% de la población
mundial la experimenta y la tendencia va en aumento debido en parte al
envejecimiento de la población y la prevalencia de enfermedades no
transmisibles.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que el
entorno en el que vive una persona con alguna discapacidad influye enormemente
en cómo la experimenta. Las barreras arquitectónicas, el transporte inaccesible
y el apoyo social limitado suponen grandes obstáculos.
Eliminar estas barreras, con prácticas y soluciones de
inclusión, beneficia a todos los usuarios: es lo que se denomina diseño
universal o diseño para todos.
Por otro lado, el envejecimiento es definido por la OMS como
la consecuencia de la acumulación de daños moleculares y celulares que conducen
a una disminución gradual de las capacidades físicas, sensoriales y mentales,
como el deterioro de la visión y la audición. Además, la probabilidad de
padecer enfermedades crónicas aumenta con la edad, algunas pueden afectar a la
independencia, la movilidad, el tiempo de reacción y la percepción del entorno.
Los accidentes y caídas en el entorno urbano presentan uno
de los riesgos de la ciudad actual sobre todo para las personas mayores.
Los niños menores de once años presentan características
físicas específicas (estatura pequeña, campo visual reducido), así como
habilidades motoras y cognitivas en desarrollo. Las cuales afectan su capacidad
de movimiento y comportamiento y conciencia de los peligros.
Es esencial garantizar que la infraestructura y el diseño
del entorno urbano de la ciudad de proximidad den prioridad a la seguridad,
sobre todo de niños y mayores, protegiéndolos del tráfico vehicular y de otros
medios de micromovilidad. Esto puede lograrse mediante el diseño de aceras de
dimensiones adecuadas, diferenciadas entre peatones y ciclistas, sin barreras
arquitectónicas.
También es fundamental implantar medidas de pacificación de
tráfico y cruces seguros con semáforos que den el tiempo adecuado adaptado a su
velocidad al caminar. E instalar bancos, mobiliario urbano y baños públicos a
distancias adecuadas para el descanso en los diferentes itinerarios.
Críticas a la
bicicleta
Si bien no hay nadie que critique la adaptación de la ciudad
en el sentido anterior, lo cierto es que estas medidas no se priorizan,
especialmente en los barrios periféricos con población envejecida, que es donde
más falta hacen. También falta impulso al reequilibrio de las calles para dar
mayor espacio a peatones, bicicletas, a la vida social y a la renaturalización urbana.
Por el contrario, sí hay críticas al fomento del uso de la bicicleta en la ciudad de 15 minutos como una medida de transporte accesible.
Se señala que en realidad no es accesible para todos los usuarios, pues se lo
podría sobrestimar al suponer que todos tienen la misma capacidad para utilizar
este modo de transporte..
En nuestras ciudades actuales existen, además, obstáculos en
la infraestructura ciclista, si la hay, como falta de mantenimiento, falta de
capacidad física y diseño incorrecto.
Aparte de un alto porcentaje de mortalidad de personas
mayores por accidentes en bicicleta en Europa, todo esto provoca sentido de
inseguridad y bajo uso de este modo de transporte por parte de las personas
mayores.
Sin embargo, algunos países han logrado incluir a diferentes
grupos vulnerables como usuarios de bicicleta. Por ejemplo, en Países Bajos se
ha invertido en mejorar la infraestructura ciclista. Además, se han creado
programas para fomentar el uso de la bicicleta en personas mayores y personas con
discapacidad, incluyendo escuelas de manejo, ayudas económicas para bicicletas
eléctricas o bicicletas adaptadas para diferentes condiciones.
Beneficios
comprobados: más saludables e independientes
La movilidad activa –por ejemplo, caminar y montar en bicicleta–
favorece la salud mental y física. La actividad física evita el sedentarismo y
tiene un impacto positivo en la prevención de enfermedades crónicas como la
diabetes, la obesidad y las enfermedades cardiovasculares y respiratorias.
Está comprobado que un mínimo de 15 minutos de ejercicio al
día en personas mayores de 60 años reduce un 22% el riesgo de morir
prematuramente.
Si un mayor desarrollo de la estrategia de diseño urbano “ciudad de los 15 minutos” lograra crear espacios públicos accesibles, seguros,
bien equipados, conectados y diseñados para todos, se incrementaría la
independencia de movilidad tanto de las personas mayores, los niños y las
personas con discapacidad, como de sus cuidadores. Esta es otra de las formas
en las que mejoraría su bienestar, salud e inclusión en la sociedad.
Además, existen estudios que han demostrado que los sistemas
viales más seguros para movilidad activa resultan más seguros para todos los
medios de transporte debido a la reducción de la velocidad.
Los principales factores que motivan a las personas mayores
a elegir la movilidad activa para sus viajes diarios incluyen los beneficios
para la salud a través del ejercicio, la salud mental, la relajación, la
reducción del estrés, estar al aire libre, disfrutar del aire fresco, estar en
la comunidad y los sentimientos de independencia y control.
No hay que olvidar que las personas mayores prefieren
permanecer en sus hogares y vecindarios durante el mayor tiempo posible, lo que
se denomina “envejecimiento en el lugar”. Si sus barrios de toda la vida se
adecuan y responden a sus necesidades, esto ayudaría a minimizar la
dependencia, el aislamiento social, los problemas de movilidad y el
sedentarismo.
Planificar ciudades considerando las necesidades de todas
las personas a lo largo de su vida es crucial. La ciudad de los 15 minutos
puede ayudar a ello porque implica rediseñar la calle para que sea una
infraestructura dedicada a una mejor caminabilidad y ciclabilidad. Pero para
que resulte realmente efectiva, es necesario además mejorar el transporte
público y priorizar políticas y programas de movilidad que permitan a todas las
personas acceder a estos medios de transporte sin importar su perfil
sociodemográfico, situación económica o habilidades.
Fuente: The Conversation