Vulnerabilidad en la ciudad de 15 minutos


María Teresa Baquero Larriva y Patxi J. Lamíquiz Daudén 
Universidad Politécnica de Madrid


Se prevé que en el año 2050, el número de personas mayores de 65 años será el doble que en el 2015 y el 68% de la población vivirá en zonas urbanas, incluido el 57% de las personas mayores.

Ante esta situación, es necesario buscar soluciones para mejorar la calidad de vida y salud de todos los habitantes de las ciudades, sin dejar a nadie atrás. La pandemia de la covid-19 puso en relieve la importancia de la calidad del entorno urbano próximo a las viviendas para nuestra salud.

 

El reto: considerar a los más vulnerables

En el ámbito urbano, no dejar a nadie atrás implica diseñar espacios accesibles para todos los ciudadanos, también para los que tienen diversas necesidades de movilidad, como pueden serlo las personas con alguna discapacidad, los adultos mayores y los niños.

El fallo o la ausencia de alguna capacidad motora, sensorial o cognitiva es parte del ciclo de vida. Casi todo el mundo experimentará alguna discapacidad temporal o permanentemente. Actualmente el 16% de la población mundial la experimenta y la tendencia va en aumento debido en parte al envejecimiento de la población y la prevalencia de enfermedades no transmisibles.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que el entorno en el que vive una persona con alguna discapacidad influye enormemente en cómo la experimenta. Las barreras arquitectónicas, el transporte inaccesible y el apoyo social limitado suponen grandes obstáculos.

Eliminar estas barreras, con prácticas y soluciones de inclusión, beneficia a todos los usuarios: es lo que se denomina diseño universal o diseño para todos.

Por otro lado, el envejecimiento es definido por la OMS como la consecuencia de la acumulación de daños moleculares y celulares que conducen a una disminución gradual de las capacidades físicas, sensoriales y mentales, como el deterioro de la visión y la audición. Además, la probabilidad de padecer enfermedades crónicas aumenta con la edad, algunas pueden afectar a la independencia, la movilidad, el tiempo de reacción y la percepción del entorno.

Los accidentes y caídas en el entorno urbano presentan uno de los riesgos de la ciudad actual sobre todo para las personas mayores.

Los niños menores de once años presentan características físicas específicas (estatura pequeña, campo visual reducido), así como habilidades motoras y cognitivas en desarrollo. Las cuales afectan su capacidad de movimiento y comportamiento y conciencia de los peligros.

Es esencial garantizar que la infraestructura y el diseño del entorno urbano de la ciudad de proximidad den prioridad a la seguridad, sobre todo de niños y mayores, protegiéndolos del tráfico vehicular y de otros medios de micromovilidad. Esto puede lograrse mediante el diseño de aceras de dimensiones adecuadas, diferenciadas entre peatones y ciclistas, sin barreras arquitectónicas.

También es fundamental implantar medidas de pacificación de tráfico y cruces seguros con semáforos que den el tiempo adecuado adaptado a su velocidad al caminar. E instalar bancos, mobiliario urbano y baños públicos a distancias adecuadas para el descanso en los diferentes itinerarios.

 

Críticas a la bicicleta

Si bien no hay nadie que critique la adaptación de la ciudad en el sentido anterior, lo cierto es que estas medidas no se priorizan, especialmente en los barrios periféricos con población envejecida, que es donde más falta hacen. También falta impulso al reequilibrio de las calles para dar mayor espacio a peatones, bicicletas, a la vida social y a la renaturalización urbana.

Por el contrario, sí hay críticas al fomento del uso de la bicicleta en la ciudad de 15 minutos como una medida de transporte accesible. Se señala que en realidad no es accesible para todos los usuarios, pues se lo podría sobrestimar al suponer que todos tienen la misma capacidad para utilizar este modo de transporte..

En nuestras ciudades actuales existen, además, obstáculos en la infraestructura ciclista, si la hay, como falta de mantenimiento, falta de capacidad física y diseño incorrecto.

Aparte de un alto porcentaje de mortalidad de personas mayores por accidentes en bicicleta en Europa, todo esto provoca sentido de inseguridad y bajo uso de este modo de transporte por parte de las personas mayores.

Sin embargo, algunos países han logrado incluir a diferentes grupos vulnerables como usuarios de bicicleta. Por ejemplo, en Países Bajos se ha invertido en mejorar la infraestructura ciclista. Además, se han creado programas para fomentar el uso de la bicicleta en personas mayores y personas con discapacidad, incluyendo escuelas de manejo, ayudas económicas para bicicletas eléctricas o bicicletas adaptadas para diferentes condiciones.

 

Beneficios comprobados: más saludables e independientes

La movilidad activa –por ejemplo, caminar y montar en bicicleta– favorece la salud mental y física. La actividad física evita el sedentarismo y tiene un impacto positivo en la prevención de enfermedades crónicas como la diabetes, la obesidad y las enfermedades cardiovasculares y respiratorias.

Está comprobado que un mínimo de 15 minutos de ejercicio al día en personas mayores de 60 años reduce un 22% el riesgo de morir prematuramente.

Si un mayor desarrollo de la estrategia de diseño urbano “ciudad de los 15 minutos” lograra crear espacios públicos accesibles, seguros, bien equipados, conectados y diseñados para todos, se incrementaría la independencia de movilidad tanto de las personas mayores, los niños y las personas con discapacidad, como de sus cuidadores. Esta es otra de las formas en las que mejoraría su bienestar, salud e inclusión en la sociedad.

Además, existen estudios que han demostrado que los sistemas viales más seguros para movilidad activa resultan más seguros para todos los medios de transporte debido a la reducción de la velocidad.

Los principales factores que motivan a las personas mayores a elegir la movilidad activa para sus viajes diarios incluyen los beneficios para la salud a través del ejercicio, la salud mental, la relajación, la reducción del estrés, estar al aire libre, disfrutar del aire fresco, estar en la comunidad y los sentimientos de independencia y control.

No hay que olvidar que las personas mayores prefieren permanecer en sus hogares y vecindarios durante el mayor tiempo posible, lo que se denomina “envejecimiento en el lugar”. Si sus barrios de toda la vida se adecuan y responden a sus necesidades, esto ayudaría a minimizar la dependencia, el aislamiento social, los problemas de movilidad y el sedentarismo.

Planificar ciudades considerando las necesidades de todas las personas a lo largo de su vida es crucial. La ciudad de los 15 minutos puede ayudar a ello porque implica rediseñar la calle para que sea una infraestructura dedicada a una mejor caminabilidad y ciclabilidad. Pero para que resulte realmente efectiva, es necesario además mejorar el transporte público y priorizar políticas y programas de movilidad que permitan a todas las personas acceder a estos medios de transporte sin importar su perfil sociodemográfico, situación económica o habilidades.

Fuente: The Conversation 

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