Metrópolis globales


Gerardo del Cerro Santamaría 
MIT
 

Los megaproyectos –esquemas de regeneración urbana, infraestructuras de transporte y energía, corredores industriales, clusters de ciudades, nuevas ciudades, distritos de innovación, parques científicos y tecnológicos, infraestructura deportiva– son espacios reconfigurados y reterritorializados en los que el papel de las élites locales, regionales y nacionales, así como el papel del capital nacional y transnacional, suele ser prominente.

El diseño y la construcción de megaproyectos a menudo satisface la necesidad de armonizar varias escalas de poder, no solo porque el aumento de la competitividad urbana y la visibilidad global se perciben como resultados esenciales en el desarrollo de estos proyectos, sino también porque, en contextos sociopolíticos diversos, la configuración del poder político exhibe relaciones diferenciadas entre los dominios local, regional, nacional y global de la acción social.

Es importante señalar que, en un contexto de urbanización planetaria, prácticamente todos los megaproyectos son de naturaleza y ubicación urbanas o están construidos para tener un efecto directo sobre las ciudades y el proceso de urbanización, particularmente su desarrollo y su competitividad, porque la construcción de megaproyectos ha sido una respuesta importante de adaptación al neoliberalismo y la globalización en el ámbito urbano, como veremos más adelante.

 

La urbanización planetaria

De hecho, los megaproyectos contribuyen activamente a una situación de mayor urbanización planetaria. Albert O. Hirschman llama a los megaproyectos “partículas privilegiadas del proceso de desarrollo” y señala que a menudo se trata de procesos “trait-making”, es decir, están diseñados para cambiar ambiciosamente la estructura de la sociedad, a diferencia de los proyectos convencionales más pequeños que son “trait-taking”, es decir, que encajan en estructuras preexistentes y no intentan modificarlas.

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Los megaproyectos se han extendido en áreas urbanas de todo el mundo y con frecuencia han causado el desplazamiento de los habitantes iniciales de esas áreas, y han generado fuertes críticas por parte de la sociedad civil. Somos herederos de la ciudad globalizada, en la que no es posible concebir otra cosa que la regeneración de áreas adyacentes a ríos y bahías, la recuperación de zonas previamente dedicadas al almacenamiento y la fabricación, la construcción de nuevas infraestructuras de transporte o la extensión de las existentes, así como la renovación de centros históricos.

 

La Manhattanización del mundo

Sin embargo, la “Manhattanización” del mundo –y la economía política urbana que lo sustenta– también presenta dificultades y puede enfrentarse a varios obstáculos estructurales con consecuencias directas para el diseño y la construcción de megaproyectos en ciudades y regiones en proceso de globalización.

Se podrían conceptualizar los megaproyectos como proyectos de desarrollo urbano a gran escala que a veces tienen un componente de diseño icónico, que generalmente apuntan a transformar o tienen el potencial de transformar una ciudad o partes de la imagen de una ciudad, y son promovidos y percibidos por la élite urbana como catalizadores cruciales para el crecimiento e incluso como vínculos con la economía global. En una era marcada por el cambio en la gobernanza urbana del gerencialismo al emprendimiento, y en la que las ciudades son consideradas nodos en una red global de relaciones, la élite urbana a menudo percibe los vínculos con la economía global como fundamentales para garantizar un desarrollo económico local sostenido.

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La recuperación de la visibilidad global, un concepto discutido por Monika Grubbauer, no es solo una estrategia económica por excelencia, sino que también sirve para el propósito de la transformación simbólica o representacional, que es especialmente útil para regiones y ciudades con identidades políticas diferenciadas.

 

En busca de la metrópolis global

Ambos objetivos, el material y el simbólico, están presentes en los recientes intentos concertados de muchas ciudades para alcanzar o recuperar el estatus de metrópolis global mediante el uso de megaproyectos en la revitalización urbana. La revitalización en sí es una estrategia política que cuestiona los enfoques que enfatizan el carácter exclusivamente económico y financiero de la globalización.

También es importante observar el contexto social y sociocultural más propicio para el desarrollo de megaproyectos. Parece claro a partir de la evidencia disponible que es esencial contar con un amplio apoyo social y político, o tal vez incluso un cierto grado de aquiescencia, para que estos grandes planes prosperen. Su magnitud y el efecto consiguiente en grandes áreas de una ciudad, sus enormes costos económicos y sus impactos ambientales masivos pueden crear desconfianza cívica.

Sin embargo, los movimientos y el activismo contra los megaproyectos, aunque no totalmente ausentes, no son tan intensos como los de hace algunas décadas. En muchos casos, los megaproyectos se comercializan con éxito como catalizadores del desarrollo económico del que algunos se beneficiarán. Además, cuando relativamente pocas personas se ven afectadas, resulta más difícil movilizar a la oposición, una idea directamente cuestionada en el trabajo sobre el fallido aeropuerto de la Ciudad de México por Diane Davis y Onésimo Flores. Así pues, los megaproyectos a veces deben enfrentarse a conflictos internos y obstáculos que en última instancia pueden modificarlos, retrasarlos o inmovilizarlos.

Fuente: The Conversation

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