Los odiosos gitanos rumanos


Por David Lagunas 
Universidad de Sevilla

 

El antigitanismo es la forma particular del racismo hacia los gitanos. Este también existe con los gitanos rumanos, un colectivo ya marcado y condenado por el estigma a una zona de sombras. Su mala reputación les convierte en detestables.

Las actividades económicas callejeras y sus viviendas precarias, especialmente los asentamientos marginales, han captado la atención de los ciudadanos, los medios de comunicación y los políticos. Sobre este colectivo se proyectan ansiedades propias de un nuevo “lombrosismo” (Cesare Lombroso, criminólogo del siglo XIX, asociaba la criminalidad a ciertos rasgos físicos) que les atribuye una delincuencia innata (síndrome de la criminalidad) y los imagina como una plaga de invasores (síndrome de la invasión).



Los gitanos representan una población sobre la cual ha sido aceptable pensar y actuar de manera racista; incluso gente que se considera no racista dice que con los gitanos lo es. ¿Cómo cambiar las actitudes y los valores dominantes sobre un colectivo que es considerado como “criminal”? Decía Laura Nader que “todo lo que se diga de los pobres puede ser utilizado en su contra”. Pero ello no es un obstáculo.

Céline Bergeon (Université de Poitiers), Francisco Torres (Universitat de Valencia) y yo somos los autores del libro Gitanos rumanos en España: trayectorias de vida, estrategias y políticas públicas (Tirant Lo Blanch, 2021), como resultado del programa de investigación MARG-IN, financiado por la Agence Nationale de la Recherche (ANR) de Francia. En este proyecto participaron más de treinta especialistas internacionales para comparar la situación de los gitanos rumanos en España, Francia e Italia.

En el caso de España, las actividades económicas de los rumanos en las grandes ciudades comprenden el empleo precario en la construcción, la recogida de chatarra, la compra-venta de coches, la limosna, los servicios como el cuidado de personas, el trabajo doméstico, la hostelería, la limpieza urbana, el transporte o mudanzas y los empleos a menudo arduos y mal pagados.

Solo en escasas ocasiones se puede hablar de una inserción laboral regular y estable, y gran parte de los migrantes rumanos dependen de actividades que pueden adscribirse a las propias de una economía informal. La importancia económica de la migración romá es tal que no hay otras alternativas para ganar dinero, ya que la situación es demasiado difícil en Rumanía.

 

La estructura urbana influye

Uno de los factores que más sobresalen en el estudio es la influencia de las estructuras urbanas en las estrategias residenciales de los romá: la existencia de periferias urbanas como los márgenes entre límites municipales, autopistas, puentes, las ribera de los ríos, los descampados, las fábricas o edificios abandonados y los campos, todo ello en relación con la forma y la historia económica de cada ciudad.

La escasez de vivienda social y los altos precios del alquiler en España han sido un obstáculo para el anclaje de estos colectivos. Disponer de una vivienda normalizada y estar empadronados otorga derechos como la escolarización de los niños y el acceso a los servicios municipales.

Si en las grandes ciudades predominan las ocupaciones ya mencionadas, en las pequeñas localidades que se encuentran en zonas dinámicas, por ejemplo, la agricultura y el cultivo de invernaderos en Andalucía, se recluta y explota a muchos trabajadores precarios.

Los últimos años de ralentización económica y destrucción del empleo han supuesto mayor competencia en los trabajos agrícolas. La introducción de nuevas normativas de carácter medioambiental ha obstaculizado los procesos de manipulación de residuos y ha habido un ataque normativo hacia las actividades de la mendicidad o la música en la calle.

 

La socialización ayuda a sobrevivir

Además de los recursos económicos de la condición de pobreza, es imprescindible tener en cuenta otros criterios como el alojamiento, las relaciones sociales y las redes. Por ejemplo, el capital social, la red de conocimiento y de sociabilidad que se teje entre la familia, los conocidos, los vecinos, los compañeros de trabajo, el trabajador social o el voluntario de una ONG favorecen la integración social y económica de los migrantes romá.

Ellos resisten y emplean estrategias para aprovechar las oportunidades, lo cual desmiente la imagen negativa y de pasividad que suele atribuirse en general a las personas excluidas y en situación de vulnerabilidad social. Los romá, al igual que otros pobres urbanos y muchos inmigrantes, son a menudo culpados por parte de los residentes de los problemas del crimen y la inseguridad, lo que Teresa Caldeira llama “el discurso del crimen”.

También la identificación policial por perfil étnico es otro problema: los gitanos en su conjunto tienen diez veces más probabilidades de ser parados por la calle para pedirles la documentación que un individuo de apariencia caucásica europea. En cambio, las élites económicas que cometen fraudes financieros, corrupción y delitos de “cuello blanco” reciben mucha menos atención policial.

Este prejuicio se asocia a la injusta atribución a los gitanos rumanos de una propensión innata al hurto y al robo, cuando en realidad estas prácticas representan el último recurso ante situaciones desesperadas, al igual que ocurre con otras personas vulnerables en nuestra sociedad.

Sobre esto, la pregunta correcta que debemos hacernos, como señala Marc Bordigoni, es: “¿Entre los ladrones hay gitanos rumanos?”. Ello, para desmentir dos procesos simultáneos del odio antigitano: la generalización abusiva (“todos los gitanos son ladrones”) y la intensificación (no todos los robos son los mismos porque los cometidos por los gitanos “son más odiados”).

 

El proceso de inserción requiere tiempo

Las situaciones de pobreza que padecen los gitanos rumanos no son innatas y derivan a menudo de los efectos directos producidos por las políticas públicas que les mantienen en situaciones de precariedad.

En el estudio se demuestra el escaso o nulo apoyo que reciben de la acción pública del Estado español. Ello cuestiona el prejuicio popular de que los gitanos rumanos se “aprovechan” más de las ayudas sociales que otros colectivos.

El primer contacto al llegar por primera vez a otro país u otro lugar se establece a través de las relaciones vecinales, el trabajo o las actividades económicas y la asistencia de actores asociativos y trabajadores sociales.

Socializar e integrarse en la sociedad implica, ante todo, conocer y respetar los códigos y las normas sociales vigentes, dominar el lenguaje y la cultura e insertarse en un entorno favorable. Cuando miembros de alguna minoría de los romá entrevistados no cumplen las normas saben que corren el riesgo de excluirse de los dispositivos de inserción.

El proceso de inserción de los gitanos rumanos requiere tiempo –a menudo varios años– y es un proceso gradual. Y es muy difícil iniciar el camino de la inserción cuando tu situación residencial o tu condición socioeconómica es precaria e inestable.

Fuente: The Conversation

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