La luz artificial alarga las temporadas de crecimiento en las ciudades
Los jardineros en climas del norte conocen el poder de la
luz artificial. Las lámparas especialmente ajustadas a las necesidades de las
plantas pueden dar a las personas una ventaja en la temporada de crecimiento,
permitiéndoles cultivar sus primeras lechugas y guisantes en interiores.
A mayor escala, las ciudades están haciendo algo muy similar.
La proliferación de luces en las calles y otra iluminación ha convertido las
áreas urbanas en lo que equivaldría a inmensos invernaderos bien iluminados,
ayudando a añadir casi un mes a las temporadas de crecimiento en las ciudades.
Nuestra capacidad para alterar cuándo brotan o pierden sus
hojas las plantas en la naturaleza se conoce desde hace décadas. Pero el
principal culpable se ha considerado durante mucho tiempo el aumento de las
temperaturas, provocado por una combinación de la contaminación global por
gases de efecto invernadero y los efectos locales del pavimento que absorbe el
calor.
Pero una nueva investigación, publicada recientemente en
Nature Cities, encuentra que en muchas ciudades del hemisferio norte, la luz
artificial ha jugado un papel más importante que el calor en el cambio del
comportamiento de las plantas en los últimos años. Juntas, las dos fuerzas
parecen estar haciendo que las plantas comiencen a crecer en las ciudades del
norte casi 13 días antes y terminen la temporada 11 días después, informaron
los científicos.
El fenómeno podría beneficiar a las plantas urbanas al
darles más días para crecer. Pero también podría tener desventajas. "Puede
ejercer una presión sobre el equilibrio energético y hídrico de las plantas,
que también tienen que lidiar con la escasez de agua en ciudades cada vez más
secas", dijo Franz Hölker, investigador del Instituto Leibniz de Ecología
de Agua Dulce y Pesca Continental en Berlín, quien trabajó en el nuevo estudio.
El calor urbano y las luces artificiales van de la mano, lo
que dificulta discernir el papel relativo de cada uno en la alteración de las
estaciones. Los científicos recurrieron a una combinación de observaciones
satelitales y terrestres y análisis estadísticos para medir sus efectos separados.
El grupo seleccionó 428 ciudades en el hemisferio norte y
separó cada ciudad en 10 zonas, desde la más rural hasta la más urbana,
basándose en la densidad de superficies impermeables como carreteras, techos y
aceras. Luego, examinaron los registros satelitales entre 2014 y 2020 de
temperatura, luz artificial y cuándo la vegetación brotó en primavera y se
marchitó en otoño.
Su capacidad para ver los diferentes efectos dependía en
parte de cómo difieren los patrones de temperatura e iluminación en las
ciudades. La temperatura aumentó más durante el cambio del campo a los
suburbios, mientras que la cantidad de luz se disparó al pasar de los suburbios
a los centros urbanos.
Los científicos encontraron que en 279 de las ciudades que
observaron, la luz artificial o la temperatura jugaron un papel más importante
en el inicio de la temporada de crecimiento. Pero la división fue casi
uniforme: la luz fue un factor más relevante en 135 ciudades. La temperatura
del aire ocupó un lugar más alto en 144 ciudades.
El efecto desproporcionado de la luz artificial fue más
claro al final de la temporada de crecimiento. Allí, mayores cantidades de luz
se correlacionaron con un crecimiento prolongado en el 72% de las ciudades,
mientras que las temperaturas más altas solo mostraron una relación clara con
un inicio más tardío de la pérdida de vegetación en otoño en 118 ciudades.
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Este efecto más fuerte de la luz artificial podría deberse a
la fisiología de las plantas. Estudios previos encontraron que la duración de
la luz del día tenía más peso que la temperatura en el control de cuándo las
plantas dejaban de crecer, escribieron los autores.
La continua urbanización del planeta, así como un cambio a
bombillas más brillantes y eficientes energéticamente, podrían avivar aún más
el problema. "Esperamos que los efectos de la luz artificial en la
temporada de crecimiento aumenten aún más en el futuro", dijo Hölker.
Él participó en investigaciones anteriores que encontraron
que la proliferación de luces LED estaba haciendo que la iluminación artificial
fuera más brillante, un aumento anual del 2% en el brillo de la iluminación
exterior entre 2012 y 2016.
Si bien es poco probable que el mundo apague las luces por
el bien de las plantas o la vida silvestre, existen formas de aliviar el
problema. Por ejemplo, algunos de los mismos investigadores encontraron que las
luces de la calle diseñadas para iluminar solo donde sea necesario y minimizar
el derrame de luz en el área circundante redujeron significativamente la
cantidad de insectos voladores que atraían por la noche.
Si las personas pueden hacer lo mismo por los árboles
urbanos y otras plantas, tal vez puedan ser más como sus primos rurales y menos
como tomates en un invernadero.
Fuente: Anthropocene/ Traducción: Horacio Shawn-Pérez