Las ciudades no pueden crecer por siempre
Como un presagio, hace ya cincuenta años (en 1971), el libro
Los Angeles: The Architecture of Four
Ecologies del crítico inglés Reyner Banham analizaba de forma innovadora
las relaciones que se establecían entre los habitantes y la ciudad como un lugar
de complejas interconexiones.
Contra la ortodoxia establecida del Movimiento Moderno, en dicho libro, la ciudad se estudiaba de acuerdo a cuatro subsistemas topográficos: la zona de las playas (surfurbia); la red de autopistas (autopía); las llanuras; y las colinas con sus grandes mansiones.
Sobre cada uno de ellos actuaban las variables de geografía,
clima, economía, demografía, técnica y cultura.
Sólo un año más tarde, en 1972, el mítico informe Los
límites del crecimiento hablaba también de evitar riesgos ecológicos
previsibles si no se coordinaban urgentemente todos los factores de crecimiento
de las ciudades según la densificación residencial. El objetivo era no romper
el equilibrio y así buscar una proporcionalidad sostenible. Así se evitaría el
consumo impulsivo del suelo. Casualmente, en su versión actualizada del 2004,
el informe pronosticaría un fatal desenlace para el año 2020. Las predicciones
llevan tiempo cumpliéndose.
Hacia el colapso de
las ciudades
Según recientes informaciones del Departamento de Asuntos
Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, se espera que para el año 2050
casi el 70 % de la población mundial viva en las ciudades.
El aumento de las poblaciones en busca de nuevas
oportunidades ejerce una enorme presión sobre la ciudad. Es de tal magnitud que
el gran reto global se plantea actualmente en términos de evitar el colapso
“multiorgánico” del sistema con medidas eficaces que permitan la interacción
responsable de los habitantes con el medio ambiente y su conservación.
La realidad es que tan solo el 13 % de las ciudades del
mundo cuentan con viviendas asequibles. Algo más de 800 millones de personas
habitan precariamente en barrios marginales. Las cifras no paran de alarmar y
ponen aún más en peligro el ya difícil equilibrio actual del ser humano sobre
el planeta Tierra.
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El problema se agudiza de manera progresiva e inexorable con
la colmatación del medio urbano, cada vez más hipertrofiado respecto al resto
del territorio, que lo disuelve en regiones urbanas. Se estima que a mediados
de siglo los migrantes internacionales en el mundo hacia las grandes ciudades
alcanzarán la cifra de 230 millones de personas.
Será un avance desigual, acentuado en los países en
desarrollo o de menor renta. Estos verán incrementadas sus ciudades,
especialmente las que tienen menos de un millón de habitantes. El crecimiento
urbano acelerado viene asociado a un empeoramiento en las desigualdades
sociales contempladas en el Índice de Pobreza Multidimensional Global.
El ecosistema urbano
Desde hace ya un tiempo, hablar con propiedad de las
ciudades significa apoyarse en el modelo interdisciplinar de la llamada
ecología urbana.
Por un lado, es necesario establecer los límites de
crecimiento del hábitat acotando el número máximo de viviendas en coordinación
con las infraestructuras viarias o de equipamiento urbano que la ciudad pueda
proporcionar. Por otro lado, el modelo urbanizador tradicional de los grandes
suburbios periféricos va en contra de la sostenibilidad funcional, reconocida
por el contrario en los procesos de densificación y compactación.
En esta dirección apunta la Agenda Urbana Española al pedir
que las ciudades sean convivientes, saludables y concienciadas. Concretamente,
en su objetivo estratégico 2, aconseja evitar la dispersión urbana y
revitalizar la ciudad existente. Para ello parece conveniente operar con
unidades básicas escalables de crecimiento urbano, capaces de definir y
proporcionar la transformación urbana en nuevas centralidades, sin excesivos
consumos de suelo difuso, proporcionando cohesión social.
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Al mismo tiempo, al abandonarse las áreas rurales de mayor
biocapacidad productiva, y congestionándose las zonas urbanas, que tienen
menos, se está contribuyendo al aumento insostenible del déficit ecológico,
incluyendo recursos hídricos y gestión de residuos. En el caso de España, el 85
% de su población vive tan sólo en el 30 % de su territorio.
Tal y como puede desprenderse de la ecuación de
sostenibilidad urbana, un desarrollo viable exige el impulso de una economía
verde, instrumentada por energías renovables con la implantación de comunidades
energéticas locales y el fomento de soluciones de autoconsumo en red. Conviene
recordar que actualmente más del 70 % de la energía producida en el mundo se
consume en las ciudades. Será allí donde haya que actuar contra la emergencia
climática, mitigando el riesgo y adaptándose al daño.
En 2014, el sociólogo Jeremy Rifkin, presidente de la
Fundación de Tendencias Económicas de Washington, proponía como parte de la
solución el desarrollo de un nuevo tipo de economía basada en la denominada
sociedad colaborativa de coste marginal casi nulo. Esta favorecería un
crecimiento sostenible ecológico compartido. La gestión del tiempo colaborativo
como nueva unidad relativa condicionará el crecimiento y competitividad de las
ciudades en el futuro.
Salud urbana
Recientemente se ha constatado, debido a la pandemia, que
las ciudades constituyen una cuestión de salud pública. La Organización Mundial
de la Salud (OMS) a través de ONU-Hábitat acaba de publicar el manual de
referencia para la salud urbana llamado Integrar la salud en la planificación
urbana y territorial. Se trata de una extensión del Global report on urban
health: equitable healthier cities for sustainable development (Informe mundial
sobre la salud urbana: ciudades más sanas y equitativas para un desarrollo
sostenible).
Más allá del conocido urbanismo táctico y de iniciativas de
concienciación como la Baukultur, cada vez es más urgente la necesidad de
ofrecer ámbitos suficientes de naturalización urbana, atenuación de ruido y
adecuada calidad del aire en las grandes ciudades. Allí se producen más de 7
millones de muertes prematuras anuales por disfunciones ambientales. Ello
podría suponer un regreso feliz para muchas personas a los supuestos del medio
rural, actualmente desocupado y disponible.
El segundo objetivo estratégico de la Agenda Urbana Española
también defiende “perseguir no solo que la ciudad se adapte a la naturaleza,
sino que la naturaleza entre en las ciudades. Se trata de fomentar
infraestructuras verdes y azules que garanticen la biodiversidad y que conecten
las tradicionales zonas verdes urbanas con la propia naturaleza, para acercarla
al ciudadano de manera accesible y saludable”.
Según la OMS, por cada habitante son necesarios entre 10 y
15 m² de área verde que debe distribuirse en el hábitat. Parece pertinente
proponer un nuevo factor de evaluación medioambiental de calidad de vida
urbana, que mida la relación que se produce entre la superficie de espacio
público urbano naturalizado –es decir, caracterizado medioambientalmente por su
cobertura arbórea, peatonalización, calidad del aire…– y la densidad de
población.
Dicho factor podría denominarse índice de activación del
espacio público (IAEP). Permitiría establecer un nuevo marcador de calidad de
vida y un indicador global de sostenibilidad, para ayudar a evaluar el efecto
devastador de las ciudades.
Con esta perspectiva, podemos seleccionar las cinco áreas en
términos de consumo de recursos naturales necesarios para hacer posible el
desarrollo de la vida urbana. También se pueden entender como los cinco
vectores para medir actualmente el problema del crecimiento distópico de las
ciudades. Estos son:
- Los flujos migratorios de descompensación territorial y la explosión demográfica, como riesgo de vulnerabilidad urbana y acelerador postindustrial del cambio climático.
- El mantenimiento energético sostenible y eficiente de los cada vez mayores niveles de exigencia social de calidad de vida.
- La logística de abastecimiento de bienes y servicios que no comprometa la huella ecológica en origen, ni el ciclo de vida completo del producto final.
- La gestión oportuna de la nueva revolución tecnológica aplicada al orden expansivo de las ciudades (información, transporte y energía).
- La ciudad entendida como espacio urbano alternativo agregador de actividades, garante de la salud humana positiva, que fortalezca sus capacidades a favor de la comunidad.
La contención coordinada y sostenible del sistema representa
una oportunidad global de revisión urgente del modelo actual de crecimiento
desmedido que haga posible vivir de forma segura en nuestras ciudades.
Fuente: Conversation