Nueva Orleans, Katrina, veinte años después




Ivis García, Deidra Davis y Walter Gillis Peacock

Veinte años después de que el huracán Katrina arrasara Nueva Orleans, las imágenes todavía nos persiguen: vecindarios enteros bajo el agua, familias varadas en los techos y una ciudad de rodillas.

Estudiamos la planificación de desastres en la Universidad Texas A&M y buscamos formas en que las comunidades puedan mejorar la seguridad frente a las tormentas para todos, en particular para los vecindarios de bajos ingresos y de minorías.

Katrina dejó en claro lo que muchos investigadores de desastres han descubierto desde hace mucho tiempo: los peligros como los huracanes pueden ser naturales, pero la muerte y la destrucción son en gran parte obra del hombre.

 

Cómo Nueva Orleans construyó la desigualdad en sus cimientos

Nueva Orleans nació desigual. A medida que la ciudad creció como un centro comercial en el siglo XVIII, los residentes adinerados reclamaron los mejores bienes raíces, a menudo en terrenos más altos formados por sedimentos de los ríos. La ciudad tenía pocas tierras altas, por lo que todos los demás se quedaron en áreas "detrás de la ciudad", más cerca de los pantanos donde la tierra era barata y las inundaciones eran comunes.

A principios del siglo XX, la nueva tecnología de bombeo permitió el desarrollo en las zonas pantanosas propensas a inundaciones y la vivienda se extendió, pero el bombeo causó un hundimiento de la tierra que empeoró las inundaciones en vecindarios como Lakeview, Gentilly y Broadmoor.

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Luego, la discriminación hipotecaria (redlining) comenzó en la década de 1930. Para guiar las decisiones de préstamos federales, las agencias gubernamentales comenzaron a usar mapas que clasificaban los vecindarios por riesgo financiero. Los vecindarios predominantemente afroamericanos se marcaban típicamente como de "alto riesgo", independientemente de la calidad real de la vivienda.

Esto creó un círculo vicioso: las familias afroamericanas y de bajos ingresos ya estaban atrapadas en áreas propensas a inundaciones porque ahí era donde la tierra era barata. La discriminación hipotecaria mantuvo sus valores de propiedad más bajos. A los afroamericanos también se les negaron las hipotecas respaldadas por el gobierno y los beneficios del GI Bill que podrían haberlos ayudado a mudarse a vecindarios más seguros en terrenos más altos.

El huracán Katrina mostró cómo esas líneas se traducen en vulnerabilidad.

 

Cuando la historia se hizo presente

El 29 de agosto de 2005, mientras el huracán Katrina azotaba Nueva Orleans, los diques que protegían la ciudad se rompieron y el agua inundó alrededor del 80% de la ciudad. El daño siguió la geografía racial, los patrones espaciales de dónde vivían los residentes afroamericanos y blancos debido a décadas de segregación, como un plano.

Alrededor de tres cuartas partes de los residentes afroamericanos experimentaron inundaciones graves, en comparación con la mitad de los residentes blancos.

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Entre 100.000 y 150.000 personas no pudieron evacuar. Eran desproporcionadamente personas mayores, afroamericanas, pobres y sin automóviles. Entre los sobrevivientes que no evacuaron, el 55% no tenía automóvil u otra forma de salir, y el 93% eran afroamericanos. Más de 1800 personas perdieron la vida.

Esta falta de transporte —lo que los expertos llaman “pobreza de transporte”— dejó a las personas varadas en la geografía en forma de cuenco de la ciudad, incapaces de escapar cuando fallaron los diques.

 

Una recuperación que empeoró las cosas

Después del huracán Katrina, el gobierno federal creó el programa Road Home para ayudar a los propietarios a reconstruir. Pero el programa tenía un defecto de diseño devastador: calculaba la ayuda en función del valor de la casa antes del huracán o los costos de reparación, lo que fuera menor.

Eso significaba que los propietarios de bajos ingresos, que ya vivían en áreas con valores de propiedad más bajos debido a la historia de discriminación, recibían menos dinero. Una familia cuya casa de 50.000 dólares necesitaba 80.000 en reparaciones recibiría solo 50.000, mientras que una familia cuya casa de 200,000 dólares necesitaba los mismos 80.000 en reparaciones recibía el monto total de la reparación. La brecha promedio entre las estimaciones de daños y los fondos de reconstrucción fue de 36.000 dólares.

Como resultado, las personas en vecindarios pobres y afroamericanos tuvieron que cubrir alrededor del 30% de los costos de reconstrucción después de toda la ayuda, mientras que los de las áreas ricas enfrentaron solo alrededor del 20%. Las familias en las áreas más pobres tuvieron que pagar miles de dólares de su bolsillo para completar las reparaciones, incluso después de la ayuda del gobierno y el seguro, y eso ralentizó el proceso de recuperación.

Este patrón no es exclusivo de Nueva Orleans. Un estudio que examinó los datos del huracán Andrew en Miami (1992) y el huracán Ike en Galveston (2008) encontró que la recuperación de la vivienda fue consistentemente lenta y desigual en los vecindarios de bajos ingresos y de minorías. Las familias de bajos ingresos tienen menos probabilidades de tener un seguro o ahorros adecuados para una reconstrucción rápida. Las casas de bajo valor con daños extensos aún no habían recuperado su valor anterior a la tormenta cuatro años después, mientras que las casas de mayor valor que sufrieron incluso daños moderados ganaron valor.

Diez años después de Katrina, mientras que el 70% de los residentes blancos sentían que Nueva Orleans se había recuperado, solo el 44% de los residentes afroamericanos podían mirar a su alrededor en su vecindario y decir lo mismo.

 

Soluciones lideradas por la comunidad para la resiliencia climática

Las lecciones de Katrina sobre la desigualdad de los desastres son importantes para las comunidades de hoy, ya que el cambio climático trae un clima más extremo.

Las tasas de denegación de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) para la ayuda por desastre siguen siendo altas debido a obstáculos burocráticos como procesos de solicitud complejos que hacen rebotar a los sobrevivientes entre múltiples agencias, lo que a menudo resulta en denegaciones y retrasos de fondos críticos. Estas son las mismas barreras sistémicas que se sumaron a las razones por las que las comunidades afroamericanas se recuperaron más lentamente después del huracán Katrina. El propio consejo asesor de FEMA informó que las políticas de asistencia institucional tienden a enriquecer las áreas más ricas, predominantemente blancas, mientras que no atienden a las comunidades de bajos ingresos y de minorías en todas las etapas de la respuesta a los desastres.

Las lecciones de Nueva Orleans también señalan formas en que las comunidades pueden desarrollar la resiliencia ante desastres en toda la población. En particular, a medida que las ciudades planean medidas de protección —elevar casas, programas de compra y asistencia para la protección contra inundaciones— el huracán Katrina mostró la necesidad de prestar atención a las vulnerabilidades sociales y centrar la ayuda donde las personas necesitan la mayor asistencia.

 

La elección que enfrenta Estados Unidos

En nuestra opinión, una de las lecciones más importantes de Katrina es sobre la injusticia social. El sufrimiento desproporcionado en las comunidades afroamericanas no fue un desastre natural, sino un resultado predecible de políticas que concentraron el riesgo en los vecindarios marginados.

En muchas ciudades estadounidenses, las políticas aún dejan a algunas comunidades enfrentando un mayor riesgo de daños por desastres. Para proteger a los residentes, las ciudades pueden comenzar invirtiendo en áreas vulnerables, empoderando una recuperación liderada por la comunidad y asegurando que la raza, los ingresos o el código postal nunca más determinen quién recibe ayuda con la recuperación.

Los desastres naturales no tienen por qué convertirse en catástrofes humanas. Enfrentar las políticas y otros factores que dejan a algunos grupos en mayor riesgo puede evitar una repetición de la devastación que el mundo vio en Katrina.

The Conversation/ Traducción: Horacio Shawn-Pérez 

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