Cómo hacer ciudades más resilientes al cambio climático


Paul O’Hare 
Universidad Metropolitana de Manchester

La crisis climática plantea inmensas amenazas para las economías, sociedades y ecosistemas globales. Adaptarse a estos impactos es urgente. Pero muchas ciudades y países siguen estando crónicamente mal preparados en lo que la ONU llama una "brecha de adaptación".

Construir resiliencia climática es notoriamente difícil. Las barreras económicas limitan la inversión en infraestructura y tecnología. Las desigualdades sociales socavan la capacidad de las poblaciones vulnerables para adaptarse. Y las políticas inconsistentes impiden los esfuerzos coordinados entre sectores y a gran escala.

Mi investigación analiza cómo las ciudades pueden afrontar mejor el cambio climático. He identificado cinco maneras de catalizar una adaptación y resiliencia climática más eficaz, y, en última instancia, más progresista.

 

1. No solo "reconstruir" después de una crisis

Cuando azotan incendios forestales, tormentas o inundaciones, con demasiada frecuencia los gobiernos dan prioridad a la reconstrucción lo más rápido posible.

Aunque comprensible, la resiliencia no implica solo hacer frente a los efectos del cambio climático. En lugar de "volver a la normalidad" después de una crisis, quienes están a cargo de la respuesta deben fomentar un "avance", creando lugares que estén menos en riesgo en primer lugar.

Después del terremoto de Christchurch en febrero de 2011, las autoridades de Nueva Zelanda "reconstruyeron mejor", mejorando los códigos y regulaciones de construcción y reubicando a las comunidades vulnerables. Los críticos sugirieron que la reconstrucción generó demasiada incertidumbre y no reconoció los derechos de propiedad privada. Pero la reconstrucción sí fomentó una mejor integración de las políticas de planificación y las prácticas de uso del suelo.

 

2. Informada por el riesgo

Puede ser difícil predecir cuáles podrían ser las consecuencias de una crisis. Las ciudades son lugares complejos e interconectados. Deben tenerse en cuenta los riesgos transfronterizos, las consecuencias que se propagan por todo un lugar.

Los mejores planes de adaptación climática reconocen que la vulnerabilidad varía según los lugares, los contextos y el tiempo. Los más eficaces son holísticos: adaptados a lugares específicos y a todos los aspectos de la sociedad.

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Las evaluaciones también deben considerar tanto las características climáticas como las no climáticas del riesgo. En 2015, en el Reino Unido, una inundación afectó a una de las subestaciones eléctricas de Lancaster, causando un apagón en toda la ciudad que tardó varios días en rectificarse. En este caso, como en muchos otros, la gente tuvo que lidiar no solo con los impactos directos de las inundaciones, sino también con los impactos "en cascada" o indirectos de los daños a la infraestructura.

Muchas evaluaciones existentes tienen un alcance limitado. Pero otras sí reconocen cómo el envejecimiento de las infraestructuras y las presiones para desarrollar terrenos para dar cabida a poblaciones urbanas cada vez más densas exacerban el riesgo de inundaciones urbanas. Otras también, como el recientemente publicado plan de riesgo climático de Cambridge, detallan cómo el riesgo climático se cruza con la gama de servicios proporcionados por el gobierno local.

El pensamiento sistémico —un enfoque para la resolución de problemas que considera los problemas como parte de sistemas más amplios e interconectados— puede aplicarse para identificar las interdependencias con otros motores de cambio.

Las buenas evaluaciones de riesgo, por ejemplo, tomarán nota de la demografía, los perfiles de edad y las circunstancias socioeconómicas de los barrios, lo que permitirá un apoyo específico para las comunidades particularmente vulnerables. Esto puede ayudar a garantizar que las comunidades y los sistemas se adapten a los desafíos cambiantes a medida que se intensifica el cambio climático y a medida que la sociedad evoluciona con el tiempo.

Por complejo que esto pueda ser, los líderes de las ciudades pueden acceder a asesoramiento sobre cómo mejorar las evaluaciones de riesgo, incluso a través de la red C40, una coalición global de cien alcaldes comprometidos a abordar el cambio climático.

 

3. Acción transformadora

No existe tal cosa como un desastre natural. Los efectos de los desastres, incluidas las inundaciones y los terremotos, están influenciados por condiciones sociales y económicas preexistentes, a menudo crónicas, como la pobreza o la vivienda deficiente.

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La resiliencia climática progresista mira más allá de la inmediatez de las crisis, atendiendo a las causas profundas subyacentes de la vulnerabilidad y la desigualdad. Esto garantiza que la sociedad no solo esté mejor preparada para resistir eventos adversos en el futuro, sino que prospere ante la incertidumbre.

Por lo tanto, la resiliencia climática progresista exige respuestas adaptadas a la población y al lugar. En Bangladesh, por ejemplo, las comunidades están construyendo jardines flotantes para cultivar durante las inundaciones. Estos mejoran la seguridad alimentaria y proporcionan una opción de sustento sostenible en las zonas propensas a las inundaciones.

 

4. Enfoques colectivos

Una resiliencia climática eficaz exige una acción colectiva. A veces denominada respuesta de "toda la sociedad", esto implica colaboración y responsabilidad compartida para abordar los desafíos multifacéticos que plantea un clima cambiante.

Las iniciativas más eficaces evitan la autoprotección de personas, edificios y ciudades por igual, y consideran los riesgos tanto más amplios como a largo plazo. Por ejemplo, los desarrollos que no corren un riesgo significativo aún deben incorporar medidas de adaptación, como la recolección de agua de lluvia o una mayor vegetación, para reducir el perfil de riesgo climático de una ciudad y beneficiar a las comunidades locales, las autoridades vecinas y las regiones circundantes.

Por lo tanto, la resiliencia progresista es conectada, integral e inclusiva. La solidaridad es clave, aprovechando los recursos para abordar los desafíos comunes y fomentando un sentido de propósito compartido y apoyo mutuo.

 

5. Explotar los cobeneficios

Los proyectos de resiliencia más eficaces explotan los cobeneficios (lo que la ONU llama "múltiples dividendos de resiliencia") para aprovechar beneficios adicionales en todos los sectores y políticas, reduciendo la vulnerabilidad a las crisis al tiempo que se abordan otros desafíos sociales y ambientales.

En el norte de Europa, por ejemplo, se pueden restaurar los páramos para retener agua, lo que ayuda a aliviar las inundaciones aguas abajo, pero también para capturar carbono y proporcionar hábitats vitales para la biodiversidad.

En el sudeste asiático, los paneles solares instalados en los embalses generan energía renovable para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, al tiempo que proporcionan sombra para reducir la evaporación y conservar los recursos hídricos durante las sequías.

En resumen, la adaptación es obviamente crucial para abordar el cambio climático en todo el mundo. Pero el verdadero desafío es hacer frente a los impactos del cambio climático mientras se crean simultáneamente comunidades más justas, saludables y mejor equipadas para afrontar cualquier tipo de riesgo futuro.

Fuente: The Conversation/ Traducción: Horacio Shawn-Pérez 

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