Cómo hacer ciudades más resilientes al cambio climático
La crisis climática plantea inmensas amenazas para las
economías, sociedades y ecosistemas globales. Adaptarse a estos impactos es
urgente. Pero muchas ciudades y países siguen estando crónicamente mal
preparados en lo que la ONU llama una "brecha de adaptación".
Construir resiliencia climática es notoriamente difícil. Las
barreras económicas limitan la inversión en infraestructura y tecnología. Las
desigualdades sociales socavan la capacidad de las poblaciones vulnerables para
adaptarse. Y las políticas inconsistentes impiden los esfuerzos coordinados
entre sectores y a gran escala.
Mi investigación analiza cómo las ciudades pueden afrontar
mejor el cambio climático. He identificado cinco maneras de catalizar una
adaptación y resiliencia climática más eficaz, y, en última instancia, más
progresista.
1. No solo "reconstruir" después de una crisis
Cuando azotan incendios forestales, tormentas o
inundaciones, con demasiada frecuencia los gobiernos dan prioridad a la
reconstrucción lo más rápido posible.
Aunque comprensible, la resiliencia no implica solo hacer
frente a los efectos del cambio climático. En lugar de "volver a la
normalidad" después de una crisis, quienes están a cargo de la respuesta
deben fomentar un "avance", creando lugares que estén menos en riesgo
en primer lugar.
Después del terremoto de Christchurch en febrero de 2011,
las autoridades de Nueva Zelanda "reconstruyeron mejor", mejorando
los códigos y regulaciones de construcción y reubicando a las comunidades
vulnerables. Los críticos sugirieron que la reconstrucción generó demasiada
incertidumbre y no reconoció los derechos de propiedad privada. Pero la
reconstrucción sí fomentó una mejor integración de las políticas de
planificación y las prácticas de uso del suelo.
2. Informada por el riesgo
Puede ser difícil predecir cuáles podrían ser las
consecuencias de una crisis. Las ciudades son lugares complejos e
interconectados. Deben tenerse en cuenta los riesgos transfronterizos, las
consecuencias que se propagan por todo un lugar.
Los mejores planes de adaptación climática reconocen que la
vulnerabilidad varía según los lugares, los contextos y el tiempo. Los más
eficaces son holísticos: adaptados a lugares específicos y a todos los aspectos
de la sociedad.
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Las evaluaciones también deben considerar tanto las
características climáticas como las no climáticas del riesgo. En 2015, en el
Reino Unido, una inundación afectó a una de las subestaciones eléctricas de
Lancaster, causando un apagón en toda la ciudad que tardó varios días en
rectificarse. En este caso, como en muchos otros, la gente tuvo que lidiar no
solo con los impactos directos de las inundaciones, sino también con los
impactos "en cascada" o indirectos de los daños a la infraestructura.
Muchas evaluaciones existentes tienen un alcance limitado.
Pero otras sí reconocen cómo el envejecimiento de las infraestructuras y las
presiones para desarrollar terrenos para dar cabida a poblaciones urbanas cada
vez más densas exacerban el riesgo de inundaciones urbanas. Otras también, como
el recientemente publicado plan de riesgo climático de Cambridge, detallan cómo
el riesgo climático se cruza con la gama de servicios proporcionados por el
gobierno local.
El pensamiento sistémico —un enfoque para la resolución de
problemas que considera los problemas como parte de sistemas más amplios e
interconectados— puede aplicarse para identificar las interdependencias con
otros motores de cambio.
Las buenas evaluaciones de riesgo, por ejemplo, tomarán nota
de la demografía, los perfiles de edad y las circunstancias socioeconómicas de
los barrios, lo que permitirá un apoyo específico para las comunidades
particularmente vulnerables. Esto puede ayudar a garantizar que las comunidades
y los sistemas se adapten a los desafíos cambiantes a medida que se intensifica
el cambio climático y a medida que la sociedad evoluciona con el tiempo.
Por complejo que esto pueda ser, los líderes de las ciudades
pueden acceder a asesoramiento sobre cómo mejorar las evaluaciones de riesgo,
incluso a través de la red C40, una coalición global de cien alcaldes
comprometidos a abordar el cambio climático.
3. Acción transformadora
No existe tal cosa como un desastre natural. Los efectos de
los desastres, incluidas las inundaciones y los terremotos, están influenciados
por condiciones sociales y económicas preexistentes, a menudo crónicas, como la
pobreza o la vivienda deficiente.
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La resiliencia climática progresista mira más allá de la
inmediatez de las crisis, atendiendo a las causas profundas subyacentes de la
vulnerabilidad y la desigualdad. Esto garantiza que la sociedad no solo esté
mejor preparada para resistir eventos adversos en el futuro, sino que prospere
ante la incertidumbre.
Por lo tanto, la resiliencia climática progresista exige
respuestas adaptadas a la población y al lugar. En Bangladesh, por ejemplo, las
comunidades están construyendo jardines flotantes para cultivar durante las
inundaciones. Estos mejoran la seguridad alimentaria y proporcionan una opción
de sustento sostenible en las zonas propensas a las inundaciones.
4. Enfoques colectivos
Una resiliencia climática eficaz exige una acción colectiva.
A veces denominada respuesta de "toda la sociedad", esto implica
colaboración y responsabilidad compartida para abordar los desafíos
multifacéticos que plantea un clima cambiante.
Las iniciativas más eficaces evitan la autoprotección de
personas, edificios y ciudades por igual, y consideran los riesgos tanto más
amplios como a largo plazo. Por ejemplo, los desarrollos que no corren un
riesgo significativo aún deben incorporar medidas de adaptación, como la
recolección de agua de lluvia o una mayor vegetación, para reducir el perfil de
riesgo climático de una ciudad y beneficiar a las comunidades locales, las
autoridades vecinas y las regiones circundantes.
Por lo tanto, la resiliencia progresista es conectada,
integral e inclusiva. La solidaridad es clave, aprovechando los recursos para
abordar los desafíos comunes y fomentando un sentido de propósito compartido y
apoyo mutuo.
5. Explotar los cobeneficios
Los proyectos de resiliencia más eficaces explotan los
cobeneficios (lo que la ONU llama "múltiples dividendos de
resiliencia") para aprovechar beneficios adicionales en todos los sectores
y políticas, reduciendo la vulnerabilidad a las crisis al tiempo que se abordan
otros desafíos sociales y ambientales.
En el norte de Europa, por ejemplo, se pueden restaurar los
páramos para retener agua, lo que ayuda a aliviar las inundaciones aguas abajo,
pero también para capturar carbono y proporcionar hábitats vitales para la
biodiversidad.
En el sudeste asiático, los paneles solares instalados en
los embalses generan energía renovable para reducir las emisiones de gases de
efecto invernadero, al tiempo que proporcionan sombra para reducir la
evaporación y conservar los recursos hídricos durante las sequías.
En resumen, la adaptación es obviamente crucial para abordar
el cambio climático en todo el mundo. Pero el verdadero desafío es hacer frente
a los impactos del cambio climático mientras se crean simultáneamente comunidades
más justas, saludables y mejor equipadas para afrontar cualquier tipo de riesgo
futuro.
Fuente: The Conversation/ Traducción: Horacio Shawn-Pérez