¿Qué es una ciudad inteligente y por qué importa?


Milad Haghani, Abbas Rajabifard y Benny Chen 
Universidad de Melbourne

Más de la mitad de la población mundial vive actualmente en ciudades, y se espera que esta proporción aumente a casi el 70% para 2050. No es de extrañar que las "ciudades inteligentes" se hayan convertido en una palabra de moda en la planificación urbana, la política, los círculos tecnológicos e incluso los medios de comunicación.

La frase evoca imágenes de autobuses autónomos, semáforos controlados por inteligencia artificial (IA) y edificios que gestionan su propio consumo de energía. Pero a pesar de toda la atención que recibe el término, no está claro qué hace realmente inteligente a una ciudad. ¿Se trata del número de sensores instalados? ¿De la velocidad de internet? ¿De la presencia de un panel de control digital en el ayuntamiento?

Los gobiernos hablan regularmente de ciudades preparadas para el futuro y de la promesa de la "transformación digital". Pero cuando el término "ciudad inteligente" se utiliza en documentos de política o en la campaña electoral, a menudo carece de claridad.

En las últimas dos décadas, gobiernos de todo el mundo han invertido miles de millones en iniciativas de ciudades inteligentes, a menudo con más ambición que claridad. El resultado ha sido un mosaico de proyectos: algunos genuinamente transformadores, otros llamativos pero superficiales.

Entonces, ¿qué significa realmente que una ciudad sea inteligente? ¿Y cómo puede la tecnología resolver problemas urbanos reales, en lugar de crear otros nuevos?

 

¿Qué es entonces una ciudad inteligente?

El término "ciudad inteligente" se ha aplicado a una amplia gama de tecnologías e iniciativas urbanas, desde sensores de tráfico y contadores inteligentes hasta vehículos autónomos y sistemas de construcción energéticamente eficientes. Pero una definición consistente y funcional sigue siendo esquiva.

En los círculos académicos y políticos, una opinión ampliamente aceptada es que una ciudad inteligente es aquella en la que la tecnología se utiliza para mejorar resultados urbanos clave: habitabilidad, sostenibilidad, equidad social y, en última instancia, la calidad de vida de las personas.

📢Suscríbete a nuestro newsletter semanal.

Lo que importa aquí es si la aplicación de la tecnología conduce a mejoras medibles en la forma en que las personas viven, se mueven e interactúan con la ciudad que les rodea.

Según ese criterio, muchas iniciativas de "ciudades inteligentes" se quedan cortas, no porque las herramientas no existan, sino porque la atención se centra a menudo en la visibilidad y la infraestructura simbólica más que en el impacto. Podrían ser características como quioscos digitales de alta tecnología en espacios públicos que son visiblemente modernos y ofrecen algún uso y valor, pero hacen poco para abordar los desafíos urbanos centrales.

La realidad de la gobernanza urbana –compleja, descentralizada, a menudo limitada– está muy lejos de los paneles de control y las simulaciones perfectas que a menudo se prometen en el material promocional. Pero existe una manera de ayudar a unir los diversos aspectos de la vida urbana, con la ayuda de los "gemelos digitales".

 

Ciudades (¿con?) gemelos digitales

Gran parte del enfoque inicial en las ciudades inteligentes giraba en torno a tecnologías individuales: la instalación de sensores, el lanzamiento de aplicaciones o la creación de centros de control. Pero estas herramientas a menudo funcionaban de forma aislada y ofrecían una visión limitada de cómo funcionaba la ciudad en su conjunto.

Los gemelos digitales de ciudades representan un cambio de enfoque. En lugar de superponer tecnología a los sistemas existentes, un gemelo digital de ciudad crea una réplica virtual de esos sistemas. Vincula datos en tiempo real de transporte, energía, infraestructura y medio ambiente. Es una especie de modelo vivo y en evolución de la ciudad que cambia a medida que la ciudad real cambia.

📢Suscríbete a nuestro newsletter semanal.

Esto permite a los planificadores y responsables políticos probar decisiones antes de tomarlas. Pueden simular el impacto de una nueva carretera, evaluar el riesgo de inundaciones en un clima cambiante o comparar los resultados de diferentes opciones de zonificación.

Utilizados de esta manera, los gemelos digitales respaldan decisiones mejor informadas, más receptivas y más en sintonía con cómo funcionan realmente las ciudades.

No todos los gemelos digitales operan al mismo nivel. Algunos ofrecen poco más que visualizaciones en 3D, mientras que otros incorporan datos en tiempo real y admiten pruebas de escenarios complejos. Los más avanzados no solo simulan la ciudad, sino que interactúan con ella.

 

Dónde está funcionando

Para gestionar el cambio urbano, algunas ciudades ya están utilizando gemelos digitales para apoyar la planificación a largo plazo y la toma de decisiones cotidianas, y no solo como complementos.

En Singapur, el proyecto Virtual Singapore es uno de los gemelos digitales a escala de ciudad más avanzados del mundo. Integra modelos 3D de alta resolución de Singapur con datos históricos y en tiempo real de toda la ciudad. La plataforma ha sido utilizada por agencias gubernamentales para modelar el consumo de energía, evaluar los impactos climáticos y de flujo de aire de los nuevos edificios, gestionar la infraestructura subterránea y explorar opciones de zonificación basadas en riesgos como las inundaciones en un entorno urbano muy limitado.

En Helsinki, el gemelo digital de Kalasatama se ha utilizado para evaluar el potencial de energía solar, realizar simulaciones de viento y planificar la orientación de los edificios. También se ha integrado en procesos de participación pública: la plataforma OpenCities Planner permite a los residentes explorar los desarrollos propuestos y ofrecer comentarios antes de que comience la construcción.

 

Necesitamos una conversación más inteligente sobre las ciudades inteligentes

Si las ciudades inteligentes van a importar, deben hacer más que sonar y verse bien. Necesitan resolver problemas reales, mejorar la vida de las personas y proteger la privacidad e integridad de los datos que recopilan. Eso incluye ser construidas con sólidas salvaguardias contra las amenazas cibernéticas. Una ciudad conectada no debería ser una ciudad más vulnerable.

El término ciudad inteligente siempre ha sido resbaladizo, más aspiración que definición. Esa ambigüedad dificulta medir si una ciudad se vuelve inteligente o cómo lo hace. Pero una cosa está clara: ser inteligente no significa inundar a los ciudadanos con aplicaciones y pantallas, ni envolver la vida pública en tecnología llamativa.

Las ciudades más inteligentes podrían ni siquiera sentirse digitales en la superficie. Trabajarían silenciosamente en segundo plano, recopilarían solo los datos que necesitan, los coordinarían bien y los utilizarían para hacer la vida de los ciudadanos más segura, justa y eficiente.

Fuente: The Conversation/ Traducción: Horacio Shawn-Pérez

Recomendados

Seguir leyendo