Caminar en Venecia

Livia Gershon

Para muchas personas hoy en día, caminar es un atributo muy valorado en una ciudad. Y, como escribe el historiador Filippo de Vivo, en el siglo XVI, los habitantes de Venecia sentían lo mismo.

En aquella época, escribe Vivo, Venecia era una de las ciudades más grandes de Europa y también estaba creciendo rápidamente, pasando de unos 115.000 habitantes a principios de siglo a unos 170.000 en la década de 1570. La densidad de la ciudad y la estrechez de las calles hacían que el transporte de animales fuera mucho menos práctico que en otros lugares. De hecho, la gente de otras partes de Europa a menudo se burlaba de las élites venecianas por no saber montar a caballo.

Por supuesto, al igual que hoy, el aspecto del transporte veneciano que más llamaba la atención a los forasteros eran los barcos que atravesaban los canales. Pero alquilar un barco era caro y los canales no llegaban a todas partes. Un peatón podía tener que subirse brevemente a un transbordador para cruzar entre dos calles, y una marea especialmente alta podía bloquearle a veces el paso por una parte de la ciudad, pero en general, sus pies podían llevarlo a cualquier parte.

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De hecho, escribe Vivo, la necesidad de construir calles a partir de humedales contribuía a su atractivo. En otras partes de Europa, las calles podían surgir simplemente del flujo continuo de tráfico apisonando la tierra (y luego llenarse de barro y polvo), pero en Venecia tenían que construirse cuidadosamente con ladrillos y piedras. Los viajeros a menudo comentaban lo limpias que estaban las calles.

El comercio dependía de los caminantes: gente que se desplazaba al trabajo, viajeros y peregrinos que se detenían en las tiendas para comprar productos que no estaban disponibles en otras ciudades, y vendedores ambulantes que ofrecían comida, bebida y una variedad de bienes y servicios, entre otros. Y caminar también era una forma de disfrutar de la vivacidad de la ciudad y mezclarse con amigos y desconocidos.

Venecia era particularmente notable por el hecho de que su clase noble, los patricios, caminaban por la ciudad. Más allá de la dificultad con los caballos, esto era parte de una cultura republicana que valoraba la robustez física y la frugalidad y ridiculizaba la pomposidad.

“Al adoptar un enfoque más humilde del movimiento físico, los patricios venecianos presentaban un sentido más elevado de su nobleza o civilidad, que contrastaban con la altivez de los aristócratas extranjeros”, escribe Vivo.

En términos más prácticos, pasar tiempo caminando en espacios públicos permitía a los líderes políticos y a los aspirantes a líderes codearse con posibles partidarios. Era importante que las conversaciones entre legisladores tuvieran lugar en público, ya que las reuniones privadas olían a colusión. Y pasear mientras charlaban permitía a los políticos evitar a los espías.

Sin embargo, escribe Vivo, algunos patricios también sentían que era potencialmente perjudicial para la gente de su clase mezclarse con la gente común. Utilizaban numerosas técnicas para mantener la distancia social, incluido el uso de ropa distintiva impuesta por las leyes suntuarias y caminar a un ritmo digno y lento.

No obstante, la inversión que la clase dominante tenía en caminar valía la pena para todos. Las autoridades venecianas se esforzaron por mantener su ciudad transitable, ensanchando las calles cuando era necesario y manteniendo los caminos, incluidos los de las orillas de los canales, libres de obstáculos.

Fuente: Jstor/ Traducción: Horacio Shawn-Pérez 

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