Primer retrato robot de un denisovano
Seguimos con las novedades de los denisovanos. No es
extraño. La existencia de este linaje homínido es uno de los grandes hallazgos
del siglo XXI. Más que faltar mucho por conocer, nos falta casi todo por
conocer. Sabemos poco. Y ahora sabemos un poquitito más: cómo se veían sus
rostros.
Una vanguardista técnica de análisis genético permitió
obtener el primer retrato robot de los denisovanos, un linaje con el que loshumanos modernos tuvieron sexo e hijos hace decenas de miles de años y cuyo
aspecto físico ha sido un misterio hasta ahora.
Casi todo lo que se sabe de este grupo de humanos proviene
de un hueso ridículamente pequeño: la falange de la punta del dedo meñique de
una niña que vivió hace más de 50.000 años en la cueva de Denisova, en Rusia.
Las bajas temperaturas lo conservaron tan bien que de esa pequeña esquirla ósea
se extrajo el genoma completo de la niña, que mostró que pertenecía a un linaje
diferente, hermano de los neandertales. Estudios posteriores probaron que los
humanos modernos se reprodujeron con los denisovanos. Eso explica por qué
personas actuales de Oceanía tienen un pequeño porcentaje de ADN denisovano.
Entre los genes transmitidos están los que permiten adaptarse a la vida con
poco oxígeno a grandes alturas. Lamentablemente toda la información genética
del hueso no pudo decirnos nada sobre qué aspecto tenían los denisovanos. O si
de no haberse extinguido los veríamos diferentes a nosotros.
Un equipo de científicos de España e Israel reanalizaron el
ADN de la niña denisovana para estudiar no su secuencia genética, sino marcas
moleculares fosilizadas, llamadas metilaciones. Estas reacciones bioquímicas
influyen en los genes y tienen un impacto directo en el aspecto físico de un
individuo.
Para identificar el efecto concreto de esos cambios químicos
en la anatomía, los investigadores analizaron el genoma de humanos actuales que
por enfermedades hereditarias tienen esos mismos genes desactivados y sufren
sus efectos en un órgano concreto. Una vez identificados cuáles impactan en el
esqueleto, los científicos comprobaron la validez de su técnica para predecir
la fisonomía de dos especies de genoma bien conocido: los neandertales y los
chimpancés. La capacidad de acierto fue del 85%.
Los científicos hallaron 56 rasgos anatómicos que
diferencian a los denisovanos de los neandertales y del Homo sapiens. De ellos,
34 están en el cráneo. Como era de esperar por su cercano parentesco, la
reconstrucción, publicada en la revista científica Cell, muestra que los
denisovanos se parecían más a los neandertales, con los que comparten la cara
alargada y las caderas anchas. También desvela rasgos únicos, como una boca y
dientes más grandes y una cara muy ancha. El trabajo permite mirar a los ojos a
los denisovanos por primera vez.
Los científicos aplicaron este primer retrato robot a un
trozo de mandíbula encontrada en la meseta tibetana de China y demuestran que,
como sugirieron sus descubridores este mismo año, es de un denisovano. Entre
los autores del trabajo están el genetista Tomás Marqués-Bonet, del Instituto
de Biología Evolutiva (UPF-CSIC), científicos del Instituto de Paleontología
Miquel Crusafont y el Centro de Regulación Genómica,así como varios expertos de
la Universidad de Tel Aviv y de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
“Este estudio supone una revolución metodológica”, comentó
la paleoantropóloga María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional para
la Investigación de la Evolución Humana, en Burgos. “La innovación de aplicar
técnicas que no se utilizan habitualmente en la paleoantropología, sino en
estudios clínicos con ADN contemporáneo parece que raya la ciencia ficción,
pero también hay que recordar que eso pensábamos hace una década con la
posibilidad de extraer ADN de fósiles, y ahora no solo está a la orden del día,
sino que también extraemos proteínas. Es fascinante que se exploren estas otras
vías de resucitar a los fósiles”.
“Es un estudio alucinante”, dijo Antonio Rosas,
paleoantropólogo del CSIC. “No tanto por el retrato robot, que nos muestra una
fisonomía que es la que podíamos esperar de un linaje estrechamente emparentado
con los neandertales, sino por la forma de obtenerlo, rescatando las
metilaciones que quedaron fosilizadas en el hueso diminuto de una niña que
vivió hace más de 50.000 años. Parece una película”.
Fuente: El País