Ahora Caracas te obliga a convertirte en peatón




La capital de Venezuela, Caracas, es una ciudad pensada para autos. Lo que ganan son las autopistas, puentes, túneles, no los parques, las aceras ni los paseos peatonales. Al enorme parque automotor activo en la ciudad (2,2 millones en 2007, sobre un total de 5.350.000 vehículos en todo el país) se le sumaba una rareza de país petrolero: la gasolina absurdamente barata (un litro de nafta costaba un centavo de dólar). Por supuesto, esa Venezuela ya no existe, y ahora la población de Caracas se encuentra en un trazado urbano pensado para autos en el que ya no quedan autos.


Según la Cámara Venezolana de Productos Automotores, un 22% de los automóviles de Venezuela están parados. Son casi un millón de vehículos. No hay plata para nafta y no se consiguen repuestos; y si se consiguen repuestos, tampoco hay plata para comprarlos.
             
El transporte público es complejo. Las conexiones no son buenas. Las trancaderas son abrumadoras. También pueden ser viajes inseguros. Si no hay buses, siempre hay perreras: camiones de carga. Para llegar a tiempo, se usa lo que se puede. ¿Comprar una bicicleta? De nuevo: es un objeto demasiado lujoso.
             
Así que los caraqueños se han convertido por fuerza en algo casi ajeno al espíritu de la ciudad: peatones. Tienen que caminar, no por los beneficios que conlleva ni por gusto, sino a la fuerza de los hechos políticos que cambiaron drásticamente el perfil de una ciudad otrora próspera, hoy sumida en una de las peores tragedias humanitarias del siglo XXI en América Latina.


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