Plantar árboles no mitiga el cambio climático (necesariamente)
Mitigar el cambio climático plantando árboles no es tarea
fácil. Es fundamental planificar dónde, qué, cómo y cuándo reforestar, vigilar
prácticas de ecoblanqueo de grandes corporaciones y, sobre todo, cuidar los
bosques que ya existen.
La plantación de árboles en sitios deforestados puede
contribuir a compensar las emisiones de dióxido de carbono, pero si se realiza
en lugares y con especies poco adecuadas pueden fracasar y terminar aportando a
la atmósfera más carbono del que secuestran.
Además, la plantación de árboles no debería comprometer la
capacidad de abastecimiento de alimento para la población humana y debería
respetar la integridad de los ecosistemas no forestales, que también son
relevantes para la conservación de la biodiversidad y la provisión de servicios
ecosistémicos. Y, sobre todo, antes de plantar nuevos bosques, deberíamos
asegurar la salud y viabilidad de los ya existentes.
La Tierra se calienta
El calentamiento global es uno de los principales retos que
afronta la humanidad. La emisión de dióxido de carbono (CO₂) es el principal
causante de la desestabilización del clima, ya que su acumulación hace que la
tierra retenga cada vez más calor.
El Acuerdo de París persigue reducir drásticamente las
emisiones de CO₂ en este siglo. Para alcanzar esta meta deberíamos ir
abandonando el uso de combustibles fósiles, pero también podemos avanzar en
otras soluciones que compensen parcialmente las emisiones creando nuevos
sumideros de carbono, y los bosques lo son.
Plantar árboles está de moda
Actualmente, el proceso más eficaz para retirar carbono de
la atmósfera a escala planetaria sigue siendo la fotosíntesis. Por ello, muchas
iniciativas nacionales e internacionales están promoviendo la plantación de
millones de árboles para compensar las emisiones de CO₂.
Sin embargo, plantar árboles sin planificación no es la
solución a este complejo problema, ya que en condiciones desfavorables pueden
actuar incluso como emisores de CO₂. Además, las plantaciones inadecuadas
pueden amenazar el funcionamiento de los ecosistemas y la biodiversidad.
¿Cuánto espacio queda en el planeta para plantar árboles?
Un bosque no puede crecer en cualquier sitio, ya que
requiere condiciones y recursos que no todos los ambientes pueden aportar.
Las iniciativas que pretenden establecer bosques en lugares
donde nunca los ha habido (desiertos, estepas), o donde el bosque se perdió
hace siglos, pueden llevar a grandes fracasos. Además, estas plantaciones
utilizan especies de árboles exóticos que pueden comprometer la biodiversidad
local y alterar servicios ecosistémicos fundamentales, como la provisión de
agua.
Gran parte del territorio adecuado para expandir los bosques
está ocupado por cultivos y pastizales que suministran alimento al ganado y a
la población humana.
Un polémico artículo publicado en la revista Science estimó
que el planeta dispone de casi un billón de hectáreas capaces de albergar
nuevos bosques que podrían incrementar en un 25 % el carbono almacenado en
estos ecosistemas. Sin embargo, revisiones posteriores rebajaron notablemente
esta cifra tras criticar la consideración de los ecosistemas de sabana,
matorrales y praderas como terrenos “degradados”, potencialmente reforestables.
Por último, hay que considerar que se sigue destruyendo
bosque para reemplazarlo por cultivos, como el de palma de aceite en regiones
tropicales. Por eso algunos expertos defienden que, en vez de expandir los
bosques, el énfasis debe estar en proteger y gestionar adecuadamente los ya
existentes.
¿Los árboles de crecimiento rápido son mejores sumideros de carbono?
Las especies arbóreas muestran una gran diversidad de
estrategias vitales, que se reflejan en distintas velocidades de crecimiento,
distinta longevidad y diversos grados de resistencia a factores adversos y de
resiliencia ante perturbaciones. Ello se traduce en una dispar capacidad para secuestrar
y almacenar carbono.
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Los árboles que crecen rápido pueden absorber CO₂ a gran
velocidad, pero también son más vulnerables a plagas, tormentas u otras
perturbaciones, viven menos tiempo y el carbono que almacenan retorna antes a
la atmósfera.
Además, una parte relevante del carbono forestal reside en
el suelo, un reservorio menos expuesto a las perturbaciones que la biomasa
aérea. Por su parte, los árboles de crecimiento lento fomentan la acumulación
de carbono en el suelo al producir tejidos que se degradan más lentamente.
También invierten más biomasa en raíces, una de las principales fuentes de
carbono orgánico del suelo.
¿Son las plantaciones comerciales eficaces sumideros de carbono?
Precisamente, para las plantaciones comerciales se
seleccionan árboles de crecimiento rápido y vida corta, lo que pone en duda su
valor como sumideros eficaces de carbono a largo plazo.
Estos árboles se cosechan al alcanzar determinada talla, con
lo que su valor como sumidero de carbono depende del destino final de su
madera. Si se utilizan para fabricar muebles o materiales de construcción,
constituirán un reservorio duradero; pero si su destino es la producción de
biomasa, el carbono almacenado retornará rápidamente a la atmósfera. Además,
las labores silvícolas, especialmente si son intensivas, también pueden
favorecer la pérdida del carbono del suelo.
Una estrategia efectiva para mitigar el cambio climático implica,
en primer lugar, la preservación de los sumideros de carbono ya existentes.
Además, los programas de reforestación deberían ejecutarse de forma planificada
y considerando la evidencia científica. La selección cuidadosa de las especies
y los lugares adecuados es crucial para garantizar que las plantaciones actúen
como sumideros de carbono eficientes y no se conviertan en fuentes de emisión
de CO₂.
Fuente: The Conversation