Cada 4 de julio los estadounidenses comen 150 millones de hot dogs en honor a la patria
Hoy es 4 de julio y en Estados Unidos se celebra el día de
la independencia: cuando los humanos, comandados por el presidente Bill
Pullman, vencieron la invasión extraterrestre. También ocurrió algo que
involucró a Thomas Jefferson y una campana de Filadelfia, pero quien sabe, fue
hace mucho, en el siglo XVIII, más o menos. La campana se puede visitar. Está partida.
Como tantas otras cosas en los Estados Unidos de hoy.
Según el Consejo Nacional de Perros Calientes y Salchichas
(sí, existe tal cosa), cada 4 de julio los estadounidenses comen 150 millones
de perritos calientes en los desfiles y comidas al aire libre, “lo suficiente
como para extenderse de Washington a Los Ángeles más de cinco veces”, dicen. Es
una metáfora fuerte: una nación rodeada por una cadena inquebrantable de
salchichas, dando vueltas alrededor de dos enclaves costeros muy odiados y
vinculándolos con todo lo que hay en medio. “Tal vez los perros calientes
pueden mantener esta maldita cosa junta”, escribió un periodista que reportó el
suceso.
Y agregó: “El hot dog, un regalo de los refugiados, el
migrante que siempre es bienvenido, colonizó las ciudades estadounidenses y fue
adoptado en todo el país por un arco iris de culturas locales; los dueños de
comedores griegos en Nueva Jersey y los vendedores ambulantes mexicanos en el
este de Arizona han alcanzado el estado de excelencia de Fráncfort que Mencken
soñaba. Los de Nueva York y los de Chicago tienen peleas aburridas sobre qué ciudad
tiene los mejores hot dogs, y probablemente ambos estén equivocados. (Podría
ser Toledo, el hogar de un moño firmado por Jimmy Carter). Los Ángeles es la
ciudad que más consume (31 millones de libras, según el Consejo de perros
calientes), pero cada ciudad de los Estados Unidos probablemente tenga al menos
un lugar donde pueda servir un hot dog que te perseguirá. Nuestra nación está
ricamente veteada en una variedad milagrosa de productos de carne ahumada. Y
por esto debemos estar agradecidos hoy”.
Todo puede ser cierto. Suena bien. Yo también vivo en este
país. Me otorgaron la ciudadanía hace décadas y con la ciudadanía venían los
hot dogs. Pero no siempre me siento parte. En general me siento partido.
¿Cuántos hot dogs habrán comido los chicos encerrados en las jaulas de la migra
en la frontera?