¿Qué está diciendo la antropología sobre el coronavirus?
Por Horacio Shawn-Pérez
¿Una pandemia viral que en poco más de treinta días luego de su
aparición se esparció a escala global y trastocó las prácticas cotidianas de
buena parte de las sociedades de todo el planeta con resultados todavía inciertos?
Algo así. La antropología tendrá mucho para decir al respecto. Toca muchos de
sus intereses, acaso casi todos, desde las prácticas religiosas hasta la
política del cuerpo, desde la organización simbólica de la vida social hasta la
transformación de las relaciones de familias y clanes. Así que, ¿qué se está diciendo, hasta ahora, en el campo de la antropología, acerca de la pandemia de Covid-19?
Ieva Snikersproge, antropóloga del Instituto Universitario
de Altos Estudios Internacionales de Ginebra, en Suiza, escribe sobre lo
ocurrido en Francia: “Aunque, inicialmente, los franceses no tomaron en serio
la invitación del presidente para minimizar el contacto social, en solo cinco
días la mayoría de los franceses se dieron cuenta de que la pandemia que se
extendía era real. Muchos se pusieron alegres al principio, siguiendo a otros a
un frenesí de acumulación de pasta y papel higiénico antes de encerrarse en sus
hogares. Debido a la mayor exposición al virus, hubo un descontento creciente
para aquellos que, como los cuidadores, los agentes de policía y los
vendedores, no podían teletrabajar o seguir el esquema especial de desempleo.
Sin embargo, otros no se adhirieron completamente al orden de distanciamiento
social impuesto por el estado y la policía franceses y simplemente se limitaron
a un cumplimiento superficial. Esto es preocupante porque socava el esfuerzo
colectivo para combatir este virus mortal nuevo y relativamente desconocido.
Aún más preocupante es que la desconfianza que subyace al comportamiento de
incumplimiento es compartida por un grupo mucho más grande de personas que unas
pocas facciones sectarias que se inclinan por las teorías de conspiración.
Y añade: “Durante mi trabajo de campo de doctorado sobre
alternativas al capitalismo, me llamó la atención la capacidad de los
trabajadores franceses para ver planes maestros capitalistas malvados en
lugares inesperados, como el cierre de fábricas (un fenómeno conocido como ‘despidos
en el mercado de valores’). Esta vez, las teorías de conspiración provenían de los
‘néo-ruraux’ (neo-rurales) o urbanitas recientemente asentados en el campo, una
población no necesariamente predispuesta a las teorías de conspiración. Por lo
general, se describen como individuos poco politizados que buscan una nueva
opción de estilo de vida. A diferencia de los trabajadores de fábricas,
pertenecen a la clase media y han alcanzado una educación superior al promedio
nacional. En el clima actual de confinamiento social, están intercambiando
activamente fuentes alternativas de información sobre Covid-19, inundando el
correo electrónico y las redes sociales con escenarios de conspiración”.
Especializado en estudios de antropología simbólica y en
religiones, investigador de la Universidad de Buenos Aires, Pablo Wright
explica: “La pandemia que transitamos hizo visibles aspectos esenciales de la
vida social que, en tiempos tranquilos, permanecen implícitos y dados por
sentado. Uno es que la naturaleza de la vida humana es social, es decir, que
vivimos en comunidad; como individuos dependemos de lo colectivo para existir,
para ser lo que somos. Un ejemplo claro es el lenguaje, creación anónima, histórica
y colectiva que representa la herramienta central de nuestra comunicación con
el mundo. Otro es el hecho de que nacemos débiles y frágiles y necesitamos
cuidado durante mucho tiempo para, una vez formados, enfrentar la vida. En
breve: como sujetos somos intersubjetivos”.
Wright agrega: “La crisis actual desnuda la paradoja de la
ideología moderna del individuo y del individualismo. En este contexto, el ser
humano es una especie instalada en el mundo como sistema cosmológico que da
sentido a la existencia. Este sentido es recibido de nuestros mayores y de las
tradiciones que recorren la sociedad. Muchas de estas tradiciones proponen un
nexo ser humano-cosmos-sociedad que usualmente llamamos religiones, sistemas
místicos o, más recientemente, espiritualidades. Cuando hay amenazas al sentido
del mundo y de la vida, como ocurre hoy, estos sistemas de sentido pueden
reforzarse o bien sufrir desgarros y reestructuraciones. Frente a esta crisis
de dimensiones globales se redescubre lo espiritual como otro nombre del
sentido, que ayuda a comprender mejor la catástrofe planetaria, desde una
renovada poética colectiva”.
La antropóloga Melissa Leach, de la Universidad de Sussex,
tiene una larga experiencia etnográfica en África Occidental. Escribe: “El Ébola
nos recuerda, bruscamente, que las epidemias y sus respuestas son fenómenos
sociales y políticos que implican mucho más que ‘enfermedades’. Evocan (y
pueden aprovecharse para incitar) objetivos y ansiedades más amplios e
históricamente arraigados, ya sea que estén vinculados a relaciones
político-económicas, intervención extranjera, conflicto o control social. Por
lo tanto, algunas poblaciones de África occidental interpretaron el Ébola y los
esfuerzos de respuesta como fabricaciones de agencias extranjeras o
gubernamentales que buscaban poder político, genocidio o despojo de tierras. Reaccionaron
en consecuencia, a veces con violencia. Tal miedo y desconfianza reflejaban
historias vividas y recuerdos de desigualdad, conflicto e intervención
extranjera intrusiva en medio de la violencia estructural. Sin embargo, a
menudo fueron enmarcados, problemáticamente, por agencias externas en términos
de ignorancia local, rumores, información errónea para corregir o exhibiciones
patológicas de resistencia o reticencia”.
Y suma: “También se puede esperar que COVID-19 y su
respuesta provoquen ansiedades más amplias, en este caso moldeadas por intensas
relaciones históricas entre China y África intensificadas por el reciente
surgimiento económico, globalización, inversión y por la Iniciativa Belt And
Road de China. Las experiencias africanas de intervención china son muy
variadas, tanto positivas como negativas. Se extienden a la Guerra Fría y al
apoyo geopolítico para los regímenes africanos claves. Las recientes
intervenciones económicas y de infraestructura han sido impulsadas por las
relacionadas con la salud, incluido el fuerte apoyo de China a la respuesta al
Ébola en África Occidental y el nuevo Centro Africano para el Control de
Enfermedades. Las interpretaciones, las ansiedades y la discriminación
relacionada seguramente no solo estereotiparán COVID-19 (negativamente) como
una ‘enfermedad china’ o (positivamente) como una ‘respuesta china’. La
diversidad, los matices y la historicidad de los sentimientos y las ansiedades
deben ser apreciados. Pero deben tomarse en serio y no descartarse como ‘rumor’,
para sintonizar los mensajes y las respuestas de manera que se adapten a los
contextos político-económicos e históricos y generen, en lugar de socavar, la confianza”.